Hace cinco años Peter y yo habíamos tomado la decisión de vivir en Boston para que pudiera hacer su especialidad en el mejor lugar hasta el momento de la cardiología. Además incluía ser alumno de mi padre; lo que le daba un peso extra a él como alumno. A mi me ofrecieron un muy buen lugar gracias a todo lo que pude hacer junto a Amelia, la mejor profesora que tendré en la vida, con quién gracias a la medicina jamás perdí el contacto y siempre estábamos planeando cosas para mejorar.
Nuestros sensores seguían siendo parte del estado, por lo tanto, aún sólo podían ser usados por veteranos militares que regresaban de la guerra muy complicados y esto era una "regalía" por rendir honores a nuestra nación.
Mi pequeño Bautista con siete años recién cumplidos disfrutaba mucho de la ciudad. Era un alumno ejemplar en la escuela, estaba completamente acostumbrado a nuestros horarios y presumía por todos lados que sus padres salvan vidas en el hospital. Él creció en un hospital, en salas de descanso, guarderías, laboratorios, obviamente siempre decía que quería ser doctor, pero para mi era muy chiquito como definirse de esa manera; solo buscaba que fuese feliz en lo que decidiera para su futuro. Por supuesto que Peter y papá alucinaban cada vez que él lo mencionaba.
Me embaracé en el primer año vivido en Boston. Llegó la pequeña Allegra a nuestra vidas. Un nuevo mundo completamente diferente a lo que pasamos con Bautista; ya que necesitaba mucha más atención porque se aburría con facilidad y solucionaba a la fuerza sus problemas en la guardería (lo que me divertía un montón). Disfrutaba que la pequeña rubia rebelde fuese un reflejo de mi locura un poco avasalladora y por otro lado entendía todo lo que mis viejos tuvieron que pasar por mi culpa.
Peter la trataba literalmente como si fuese una princesa. A mi me parecía un montón llevarle desayuno a la cama a una nena de cuatro años, pero no me gustaba pelearle ese tipo de cosas porque entendía que mucho de su exceso de mimos tenían que ver con que él perdió todo eso desde pequeño.
—Mami, mira lo que me puso la profesora en esta prueba —escuché a mi niño llegar a mi lado.
Yo estaba el computador tratando de conectar la maldita aplicacion para hablar con Amelia. Quité mi vista de la pantalla para posarla en la hoja que estaba entre las manos de mi hijo y me encontré con la sorpresa de que la nota decía: "Felicidades, niño genio".
Tomé el papel rayado de azul y comencé a leer con una sonrisa rápidamente lo que decía.
Lo miré sonriendo y dije: —¡Muy bien, mi corazón! ¡Sigue así! —lo acerqué más a mi, lo senté en mis piernas y lo envolví en mis brazos para llenarlo de besos mientras me miraba con una sonrisa.
—¿Me das cinco dólares? —preguntó y comencé a reírme— Por fis.
—No, no voy a premiar tus buenas notas porque luego me vas a dejar en la calle. Trae tu cuaderno y te sientas acá porque quiero revisar tus tareas —ordené, y Bautista a regañadientes se levantó a hacer lo que le pedí—. Anda, ve, te espero aquí —le di una pequeña nalgada y él rió al cruzar la puerta.
Mi pequeña demonio apareció sobre un scooter rosado esquivando todos los muebles de la casa.
Dos polos opuesto en su plenitud.
—¡Allegra, bajate de eso! Es la sexta vez que te digo que no quiero que lo uses dentro de casa. Por favor, hija.
—Mamá, ¿los médicos ganan bien? —preguntó Bautista arrastrando su mochila— Dale, má... Sí tienes dinero pero no me quieres dar.
—¡ALLEGRA, BÁJATE DE AHÍ A LA CUENTA DE UNA, DOS... —tuve que levantar la voz cuando la vi rodearme con el scooter antes de chocar con el mueble donde estaba el televisor— Aaaandale, te lo dije, pero tú sigue sin obedecerme —le hablé lo más seria que pude aunque por dentro estaba atacada de risa.
ESTÁS LEYENDO
Aún hay algo
FanfictionDos jóvenes médicos vuelven a reencontrarse en su internado después de años, ambos con un presente muy diferente y un pasado sin superar.