Sandcastles

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No estaba tan borracha pero mi madre seguía diciéndolo y no dejaba que me fuera con Tommy. Decía que era peligroso que manejara así, pero yo ya no quería estar más ahí.

Sé que era el cumpleaños de mi hermana y me había esforzado muchísimo para que todo saliera perfecto pero necesitaba huir de ese lugar. No quería admitirlo pero me puse muy mal cuando vi a Luke tonteando con esa chica.

Nada de esto estaba bien y lo único que quería era huir de ese lugar y desaparecerme para no verlo nunca más.

Maldito sujeto, ¿Por qué carajos no se quedó en el hueco en donde estaba? ¿Por qué tuvo que regresar y destruir todo lo que había construido?.

Me sentí tan avergonzada de mi misma, cuando me di cuenta de que estaba mirando a esa chica de la misma manera que las exs de Luke me miraban a mí.

Me había convertido en una de sus perras locas.

Sentía como si estos últimos años habían pasado en vano, no lo había superado y no estaba segura si lo haría algún día. En mi mente creí que estaba construyendo algo sólido, que había avanzado, que mi pasado estaba sepultado.

Lo único que había construido era un castillo de arena que estaba amenazando con desmoronarse.

—¡Mamá déjame!.—me zafé de su agarré y me giré hacia ella antes de subirme al auto.—Tengo que irme.

—Venus por dios santo, mírate.—me señaló y cerró la puerta del auto.— Quédate esta noche y mañana te vas más tranquila...

—¡No me quiero quedar!.—grité cubriéndome la cara con ambas manos.

—Estás demasiado alterada, tienes que calmarte.

Gruñí al escuchar eso de nuevo, odiaba demasiado esa frase. Estaba en medio un ataque de ansiedad y mi mamá no era de mucha ayuda, estaba diciéndome cosas pero ni siquiera podía escucharla.

—Vengo por Tommy mañana.

Fue lo único que dije antes de subirme al auto ignorando las suplicas de mi mamá y salí de ese lugar a toda la velocidad que mi motor me permitía.

Un mes...el maldito imbécil sólo se tardó un mes en arruinarme la vida y yo me sentía como el ser más estúpido del planeta. Mi masoquismo era impresionante, me odiaba por ser tan vulnerable, tan patética.

La melodía de mi teléfono ya estaba atormentándome y aparté la vista del camino un momento para tratar de buscar mi bolso y sacar el aparato. Cuando logré encontrarlo volví mi vista al camino y esquivé un auto que venía hacia mi dirección.

Me sequé las lágrimas y apagué el teléfono arrojándolo a cualquier lugar lejos de mi vista. Me di cuenta que estaba por el carril incorrecto cuando otro auto vino hacia mí y me esquivó de milagro.

Me cambié hacia mi carril y apreté el acelerador todo lo que pude. Llegué hasta la playa y apagué el motor antes de bajar, me sequé las lágrimas con brusquedad y me quité los tacones arrojándolos con rabia mientras caminaba hacia la orilla del mar.

La playa siempre fue mi lugar feliz, me relajaba, el olor a agua salada, la arena en mis pies, la brisa refrescante. Soñaba con vivir en la playa, dentro de una concha marina y no salir de ahí nunca más.

Cuando mis pies tocaron el agua sentí un alivio enorme, como si el mar se llevara por un momento todas mis preocupaciones. Me quedé sentada en la orilla disfrutando de aquel pequeño momento de paz y poco a poco fui relajándome.

Mantuve los ojos cerrados, el hermoso sonido que hacían las olas al romper era mi sonido preferido y mi ansiedad se fue disminuyendo.

—¿Qué haces aquí?.—pregunté al instante en que sentí la presencia de alguien junto a mi pero ni siquiera abrí los ojos, porque ya sabía que era él.

𝐶𝑜𝑛𝑓𝑒𝑠𝑠𝑖𝑜𝑛𝑠 𝑂𝑓 𝑀𝑦 𝐵𝑟𝑜𝑘𝑒𝑛 𝐻𝑒𝑎𝑟𝑡 | 𝙇. 𝙃𝙚𝙢𝙢𝙞𝙣𝙜𝙨Donde viven las historias. Descúbrelo ahora