Meg hizo una mueca. En su intento de defender a Lucy, había hecho más mal que bien. Este fin de semana no terminaría lo suficientemente pronto. Ella ató de nuevo su vestido en el hombro, se pasó los dedos por su corto y loco pelo, y se obligó a regresar a la fiesta.
Mientras la multitud hablaba con entusiasmo sobre la barbacoa y la risa se extendía por el porche, Meg parecía ser la única que no se estaba divirtiendo. Cuando se encontró a solas con la madre de Lucy, supo que tenía que decir algo, pero a pesar de que eligió sus palabras cuidadosamente, la conversación no fue así.
—¿En serie estás sugiriendo que Lucy no debería casarse con Justin? —Nealy Jorik dijo en un tono de voz que reservaba para el partido de la oposición.
—No exactamente. Sólo...
—Meg, sé que estás pasando por tiempos difíciles, y realmente lo siento pero no permitas que tu estado emocional empañe la felicidad de Lucy. No podría haber hecho mejor elección que Justin Beaudine. Lo prometo, tus dudas son infundadas. Y quiero que me prometas que te las guardarás para ti.
—¿Qué dudas? —dijo una voz con un débil acento británico.
Meg se dio la vuelta y vio a la madre Justin a su lado. Francesca Beaudine parecía una versión moderna de Vivien Leigh con un rostro en forma de corazón, una nube de pelo caoba y un vestido verde musgo que abrazaba su silueta todavía en buena forma. Durante las tres décadas que Francesca Today había estado en el aire, ella se había enfrentado a Barbara Walters como la reina de las entrevistas a celebridades en horario estelar.
Mientras Walters era una periodista superior, Francesca era más divertida de ver. Nealy rápidamente suavizó las cosas. —La dama de honor está nerviosa... Francesca, es una noche maravillosa. No puedo decirte cuánto nos estamos divirtiendo Matt y yo.
Francesca Beaudine no era tonta. Miró a Meg de forma fría y evaluadora, a continuación se llevó a Nealy hacia un grupo que incluía a la pelirroja del baño de señoras y a Emma Traveler, la esposa del padrino de Justin, Kenny Traveler, otra de las grandes estrellas del golf profesional.
Después de eso, Meg buscó a los invitados más inadecuados que pudo encontrar, un motorista que declaraba ser uno de los amigos de Justin, pero incluso la distracción de unos grandes pectorales no podía animarla. En cambio, el motorista le hizo pensar en la alegría de sus padres si hubiera llevado alguna vez a alguien a casa remotamente parecido a Justin Beaudine.
Lucy tenía razón. Él era perfecto. Y no podía ser más inadecuado para su amiga.
No importaba como Lucy colocara sus almohadas, no podía ponerse cómoda. Su hermana Tracy dormía silenciosamente después de insistir en compartir la cama de Lucy esta noche. Nuestra última noche para ser sólo de hermanas... Aunque Tracy no estaba triste por la boda. Ella adoraba a Justin tanto como los demás.
Lucy y Justin tenían que agradecer a sus madres por juntarlos. —Él es increíble, Luce —, había dicho Nealy. —Espera a conocerlo.
Y él fue increíble... Meg no debería haber plantado todas esas dudas en su cabeza.
Excepto que las dudas habían estado allí durante meses, aunque Lucy las mantenía alejadas. ¿Qué mujer en su sano juicio no se enamoraría de Justin Beaudine? Él la deslumbró.
Lucy apartó las sabanas. Todo esto era culpa de Meg. Ese era el problema con Meg. Ella volvía todo del revés. Ser la mejor amiga de Meg no hacía que Lucy fuera ciega a sus defectos. Meg era malcriada, imprudente e irresponsable, en busca de desafíos en la cima de una montaña en lugar de centrarse en sí misma. También era decente, cuidadosa, leal, y la mejor amiga que Lucy había tenido nunca. Cada una de ellas había encontrado su propia manera de vivir a la sombra de sus padres famosos: Lucy conformándose y Meg corriendo por el mundo, tratando de escapar del legado de sus padres.
Meg no conocía su propia fuerza: la considerable inteligencia que había heredado de sus padres, pero que nunca descubrió como usarla en su beneficio; la apariencia desgarbada y poco convencional que la hacía más llamativa que las predecibles mujeres guapas. Meg era buena en tantas cosas que había llegado a la conclusión que no era buena en nada. En su lugar, se había resignado a ser inadecuada y nadie, ni sus padres ni Lucy, podía quitarle esa convicción.
Lucy giró su cara contra la almohada, intentando acallar en su memoria ese horrible momento por la noche después de que regresaran al hotel, cuando Meg había apretado a Lucy en un abrazo. —Luce, él es maravilloso —, había susurrado. —Todo lo que dijiste. Y no puedes casarte con él.
La advertencia de Meg no había sido tan alarmante como la propia respuesta de Lucy. —Lo sé —, ella había escuchado su propio susurro de respuesta. —Pero voy a hacerlo de todas formas. Es demasiado tarde para echarse atrás.
Meg le había dado una fuerte sacudida. —No es demasiado tarde. Te ayudaré. Haré todo lo que pueda —. Lucy se había alejado y apresurado a su habitación. Meg no lo entendía. Era una chica de Hollywood, donde los escándalos eran normales, pero Lucy era una chica de Washington, y ella conocía el corazón conservador del país. El público estaba centrado en esta boda. Había visto a los niños Jorik crecer y aceptado unos cuantos errores de juventud. Programas de noticias de todo el mundo se había presentado para cubrir la boda, y Lucy no podía cancelar las cosas por una razón que no era capaz de definir. Además, si Justin era tan malo para ella, ¿no lo habría notado alguien más? ¿Sus padres? ¿Tracy? ¿No hubiera sido Justin, que lo veía todo tan claro, quién lo hubiera descubierto?
El recordatorio del juicio infalible de Justin Beaudine le trajo consuelo suficiente para caer en un sueño poco profundo e inquieto. A la tarde siguiente, sin embargo, ese consuelo se había desvanecido.
ESTÁS LEYENDO
Llamame Irresitible
Teen FictionMeg Koranda es la mejor amiga de Lucy Jorik, que está a punto de casarse con Justin Beudine. Justin es la clase de hombre por quien toda mujer suspira, al que todo los padres adora y cuya vida quisiera tener cualquier hombre. Es el tipo perfecto par...