Parecía que entrabas en una casa del árbol bien amueblada. Paredes de libros rodeaban una cómoda sala de estar. Un arco abierto en la pared posterior llevaba a un pasillo acristalado que conectaba esta parte de la casa con una pequeña habitación separada construida contra el lateral. — ¿Un refugio contra bombas? —ella preguntó. —¿O una zona segura para esconderte de las damas?
—Mi oficina.
—Genial —. No esperó a que le diera permiso para cruzar la pasarela. Un par de lámparas fluorescentes se encendieron automáticamente cuando bajó dos escalones para entrar en una sencilla habitación con altas ventanas; un sistema de ordenadores de vidrio templado y acero negro; varias sillas ergonómicas y unos elegantes muebles para guardar cosas. La oficina era sencilla, casi espartana. Todo lo revelaba sobre su dueño era su eficiencia.
—¿No hay calendarios pornos o tazas de I love Wynette?
—Aquí vengo a trabajar.
Ella volvió sobre sus pasos y regresó a la biblioteca suspendida en el aire. —Las Crónicas de Narnia —, dijo, cojiéndolo de una estantería con clásicos infantiles. —Me encanta esta serie. Y debo haber leído una docena de veces Tales of a Fourth Grade Nothing.
—Meter y Fudge —, dijo él volviendo a entrar en la habitación detrás de ella.
—No puedo creer que todavía los tengas.
—Es difícil deshacerse de los viejos amigos.
O de cualquier amigo, ya que estamos. El mundo entero formaba el círculo íntimo de Justin. Sin embargo, ¿cómo de cercano era a cualquiera de ellos?
Ella estudió su colección y encontró tanto literatura como género de ficción, biografías, no ficción sobre una extraña variedad de temas y volúmenes técnicos: textos sobre la contaminación y el calentamiento global; biología de las plantas, uso de pesticidas y salud pública; libros sobre conservación de suelos y agua potable; sobre la creación de habitas naturales y la preservación de los humedales.
Se sintió ridícula. —Todas mis protestas sobre cómo los campos de golf destruían el mundo y tú ya estabas al tanto —. Cogió un volumen llamado Una nueva ecología de la estantería. —Recuerdo éste de la lista de lectura de la universidad. ¿Puedo tomarlo prestado?
—Adelante —. Él se sentó en un sofá bajo y cruzó un tobillo sobre su rodilla. —Lucy me dijo que lo dejaste en tu último año, pero no me dijo por qué.
—Demasiado duro.
—No me vengas con esas.
Ella pasó una mano por la cubierta del libro. —Era intranquila. Estúpida. No podía esperar para empezar a vivir y pensaba que la universidad era una pérdida de tiempo —. A ella no le gustaba el deje amargo de sus propias palabras. —Era básicamente una niña mimada.
—No exactamente.
No le gustaba la forma en que la estaba mirando. —Te aseguro que lo era. Lo soy.
—Oye. Yo también era un niño rico, ¿recuerdas?
—Sí. Tú y Lucy. Los mismos padres exitosos, las mismas ventajas y mira lo bien que habéis salido.
—Sólo porque nosotros encontramos pronto nuestras pasiones —, dijo llanamente.
—Sí, bueno, yo también encontré la mía. Vagar por el mundo pasándomelo bien.
Él jugaba con un boli que había recogido del suelo. —Muchos jóvenes lo hacen mientras intentan aclararse. No hay muchas indicaciones para gente como nosotros, los que hemos crecido con padres con grandes logros. Todo niño quiere que su familia se sienta orgullosa de ellos, pero cuando tus padres son los mejores del mundo en lo que hacen, es un poco difícil de conseguir.
—Lucy y tú lo conseguisteis. Al igual que mis hermanos. Incluso Clay. Ahora no está ganando mucho dinero, pero tiene un talento increíble y lo hará.
Él estaba haciendo clic con el boli. —Podrías encajar en cualquier historia de éxito sobre un crío con fondo fiduciario sin un propósito en la vida que pasa temporadas en rehabilitación, algo que pareces haber evitado.
—Cierto, pero... —Sus palabras, cuando finalmente las dijo, sonaron pequeñas y frágiles. —Yo también quiero encontrar mi pasión.
—Quizás has estado buscando en los lugares equivocados —, dijo él en voz baja.
—Te olvidas que he estado en todas partes.
—Supongo que viajar alrededor del mundo es mucho más divertido que viajar al interior de tu mente —. Dejó el boli y se levantó del sofá. — ¿Qué te hace feliz, Meg? Esa es la pregunta a la que necesitas responder.
Tú me haces feliz. Mirándote. Escuchándote. Viendo la forma en que piensas. Besándote. Tocándote. Dejando que me toques. —Estar al aire libre —, replicó ella. —Llevar ropa funky. Coleccionar antiguas monedas y cuentas. Pelearme con mis hermanos. Escuchar a los pájaros. Oler el aire. Cosas inútiles como esas.
Jesús no se burlaría, y tampoco lo hizo Justin. —Bien, entonces. Ahí tienes tu respuesta —. La conversación se había puesto demasiado profunda. Ella quería psicoanalizarle a él, no al revés. Se tumbó en el sofá que él acababa de dejar libre. —Así que, ¿cómo va esa fabulosa subasta?
Su expresión se ensombreció. —Ni lo sé, ni me importa.
—Lo último que escuché es que las pujas por tus servicios habían superado los siete mil.
—No lo sé. No me importa.
Había conseguido desviar la conversación de sus propios defectos, así que apoyó sus pies en un reposa pies. —Vi el USA Today de ayer en el club. No puedo creer cuanta atención nacional ha empezado a conseguir esto.
Él cogió un par de libros de una pequeña mesa y los colocó de nuevo en la estantería. —Gran titular en su sección de Sociedad —. Gesticuló en el aire. —"Rechazado prometido de Jorik a la venta al mejor postor".Te pintan como alguien bastante filantrópico.
—¿Quieres dejar de hablar de eso? —Gruño.
Ella sonrió. —Sunny y tú os lo vais a pasar muy bien en San Francisco. Te recomiendo encarecidamente que la lleves al Young Museum —. Y luego, antes de él pudiera gritar, —¿Puedo ver el resto de tu casa?
De nuevo un gruñido. —¿Vas a tocar algo?
Ella sólo era un ser humano, así que se levantó, y dejó que sus ojos se fijaran en él. —Por supuesto.
Esa palabra se llevó las nubes de tormenta de sus ojos. Él inclinó la cabeza. —Entonces, ¿qué te parece si primero te enseño mi habitación?
—De acuerdo.
Él fue hacia la puerta, luego se paró de forma abrupta y se dio la vuelta para mirarla. —¿Vas a criticar?
—He estado de mal humor, eso es todo. Ignórame.
—Eso intentó —, dijo él con una buena dosis de maldad.
Su habitación tenía un par de cómodas sillas para leer, lámparas con pantallas de metal curvado y altas ventanas por donde entraba luz, pero no las vistas que ofrecía el resto de la casa, lo que le proporcionaba a la habitación un profundo sentimiento de privacidad. Un edredón gris hielo cubría la cama, un edredón que cayó al suelo de bambú incluso más rápido que la ropa de ellos.
De inmediato notó que él estaba determinado acorregir errores del pasado, incluso aunque no tuviera ni idea de cuáles eranesos errores.
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Llamame Irresitible
Teen FictionMeg Koranda es la mejor amiga de Lucy Jorik, que está a punto de casarse con Justin Beudine. Justin es la clase de hombre por quien toda mujer suspira, al que todo los padres adora y cuya vida quisiera tener cualquier hombre. Es el tipo perfecto par...