Capitulo 10

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¿O lo harían? Esa era la cuestión sobre ellas. Georgie, April y Sasha eran mujeres totalmente independientes e impredecibles que le habían dicho a Meg durante años que necesitaba dejar de joder y comprometerse con algo. Aunque si les explicaba lo desesperaba que estaba...

¿No tienes orgullo?

¿Realmente quería darles a sus exitosas amigas más evidencias de su inutilidad? Por otro lado, ¿cuáles eran sus opciones? Tenía apenas unos cien dólares en su bolsillo, sin tarjetas de crédito, una cuenta bancaria vacía, menos de medio depósito de gasolina y un coche que podía romperse en cualquier momento. Dylan tenía razón. Por mucho que lo odiara, necesitaba conseguir un trabajo... y rápido.

Pensó en ello. Mientras estuviera en el pueblo del chico malo nunca podría encontrar un trabajo, pero tanto San Antonio como Austin estaban a menos de dos horas de viaje, más o menos asequible al medio depósito de gasolina. Seguramente podría encontrar trabajo en uno de esos sitios.

 Eso significaría no pagar la cuenta, algo que nunca había hecho en su vida, pero se había quedado sin opciones.

Las palmas de las manos le estaban sudando en el volante mientras salía lentamente de la zona de aparcamiento. El son

ido del mal silenciador le hizo anelar el Nissan Ultima híbrido que había tenido que dejar cuando su padre dejo de hacer los pagos. Sólo tenía la ropa que llevaba puesta y el contenido de su bolso. Dejar su maleta era una locura, pero debiendo tres noches del Wynette Country Inn, unos cuatrocientos dólares, no había mucho que pudiera hacer al respecto. Les pagaría con intereses tan pronto como encontrara un trabajo.

 ¿Qué trabajo sería?, no tenía ni idea. Algo temporal y, con suerte, bien pagado hasta que descubriera lo que quería hacer.

Una mujer que estaba empujando un cochecito se detuvo a mirar el Buick marrón ya que había arrojado una nube de humo aceitoso. Eso, combinado con su silenciador rugiendo, difícilmente hacía al Rustmobile un coche ideal para una huída, así que intentó agacharse en el asiento. 

Pasó los juzgados de piedra caliza y la biblioteca pública cercada mientras se dirigía hacía las afueras del pueblo. Finalmente, vio la señal de los límites del pueblo.

ESTÁS SALIENDO DE WYNETTE, TEXAS

Justin Beaudine, Alcalde

Ella no había visto a Justin desde su horrible encuentro en el aparcamiento de la iglesia y ya no lo haría. Estaba segura que todas las mujeres del país ya estaban haciendo cola para ocupar el lugar de Lucy.

Una sirena sóno detrás de ella. Sus ojos se dirigieron al espejo retrovisosr y vio la luz roja intermitente de un coche patrulla. Sus dedos apretaron el volante. Se apartó a un lado de la carretera, rezando porque la parasen debido al ruidoso silenciador y maldiciéndose a sí misma por no haberlo hecho arreglar antes de salir de L.A.

El temor se le reunía en el estómago mientras esperaba a que los dos oficiales revisaran su matrícula.Por último, el oficial revisó la rueda de emergencia y se encaminó hacia ella, su barriga cervecera sobresalía sobre su cinturón. Tenía la piel rojiza, una gran naríz y un pelo de lana plateado que sobresalía por debajo de su sombrero.

Ella bajó la ventanilla y puso una sonrisa. —Hola, oficial —. Por favor, Dios, que sea mi ruidoso silenciador y no haberme saltado la cuenta. Ella le dio su carnet de conducir y su identificación antes de que él las pidiera. —¿Hay algún problema?

Él estudió su carnet de conducir, luego indicó su sombrero de fieltro. Pensó en decirle que Ginger Rogers lo había llevado una vez, pero no parecía un amante del cine antiguo. —Señora, tenemos un informe que indica que dejó el hotel sin pagar su cuenta.

Su estómago se revolvió. —¿Yo? Eso es ridículo —. Por el rabillo del ojo vio un movimiento en el espejo exterior cuando el compañero decidió unirse a la fiesta. Excepto que su compañero llevaba vaqueros y una camiseta negra en lugar de uniforme. Y su compañero...

Ella miró más de cerca en el espejo. ¡No!

Zapatos crujían en la grava. Una sombra cayó sobre el lateral de coche. Ella levantó la vista y se encontró mirando a los impasibles ojos ámbar de Justin Beaudine.

—Hola, Meg.

—¡Justin! – intentó actuar como si él fuera la persona que estaba deseando ver en lugar de su peor pesadilla. —¿Te has unido a las fuerzas de la ley?

—¿Dando un largo paseo? —Él apoyó su codo en el coche. Cuando él vio su apariencia, ella tuvo la impresión de que a él tampoco le gustaba su sombrero, o cualquier otra cosa de ella. – Mi calendario para las dos próximas semanas se despejó de repente.

—Ah.

—He oido que te saltaste tu cuenta de hotel.

—¿Yo? No. Es un error. Yo no... Sólo estaba dando un paseo. Bonito día. ¿No pagar? Tienen mi maleta. ¿Cómo no iba a pagar?

—Supongo que subiéndote a tu coche y conduciendo —, dijo Justin como si fuera un poli. —¿Dónde vas?

—A ninguna parte. Estaba explorando. Me gusta hacerlo cuando visito nuevos lugares.

—Mejor paga tu cuenta antes de irte a explorar.

—Tienes toda la razon. No estaba pensando. Me encargaré de inmediato —. Excepto que no podía hacerlo.

Un camión rugió en dirección al pueblo y otro hilo de sudor se deslizó entre sus pechos. Tenía que pedirle misericordia a alguien y no tardó mucho tiempo en hacer su elección. – Oficial, ¿podría hablar con usJustin en privado?

Justin se encogió de hombros y se fue a la parte trasera del coche. El oficial se rascó el pecho. Meg pilló su labio inferior entre los dientes y bajó la voz. —Mire, la cosa es... Cometí este error estúpido. Con todo el viaje y sin estar puesta al día con mi mail, resulta que ocurrió una pequeña dificultad con mi tarjeta de crédito. Voy a tener que pedir al hotel que me envien la factura. No creo que sea un problema —. Ella se sonrojó de vergüenza, y su garganta se cerró tan fuerte que apenas le podían salir las palabras. —Estoy segura que usJustin sabe quiénes son mis padres.

—Sí, señora, lo sé —. El poli echó hacia atrás su cabeza, lo que hacía ver un cuello corto y ancho. – Justin, mira lo que tenemos aquí, una vagabunda.

¡Vagabunda! Salió del coche. —¡Espere un minuto! No soy una...

—Permanezca donde está, señora —. La mano del poli se dirigió a su funda. Justin apoyó su pie en el parachoques trasero y observaba con interés.

Meg se giró hacia él. —¡Pedirle al hotel que me envíe una factura no me convierte en una vagabunda!

—¿Escuchó lo que dije, señora? – le gritó el policía. – Vuelva al coche.

Antes de tener tiempo para moverse, Justin se acercó de nuevo. – No está cooperando, Sheldon. Supongo que tendrás que arrestarla.

—¿Arrestarme?

Justin parecía vagamente triste por eso, lo que la lleva a concluir que tenía una vena sádica. Saltó de nuevo en su coche. Justin se apartó. —Sheldon, ¿qué opinas de seguir a la señorita Koranda de vuelta al hotel para que pueda acabar con sus asuntos inacabados?

—Claro que sí —. El oficial Surly señaló la carretera a unos metros. – Dé la vuelta en esa intersección, señora. Estaremos justo detrás suyo.

Llamame IrresitibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora