Capitulo 15

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De todas sus amigas, Georgie York Shepard era la más delicada. La infatigable Georgie, que se había mantenido a sí misma desde la niñez.

Georgie, soy yo. Soy una indisciplinada y he perdido el rumbo, necesito que te ocupes de mí porque soy incapaz de ocuparme de mí misma.

Una caravana, con el montor zumbando, pasó en dirección al pueblo. Ella no podía afrontar conducir de vuelta a la mina de grava y pasar otra noche intentando convencerse de que esto era sólo un nuevo viaje de aventura. Por supuesto que había dormido antes en lugares oscuros y que daban miedo, pero sólo durante unos cuantos días y siempre con un amigable guía al lado y un hotel de cuatro estrellas esperando al final del viaje. Esto, por otro lado, era ser una sin techo. Estaba a un paso de empujar un carrito de la compra por la calle.

Quería a su padre. Quería que la abrazara fuerte y le dijera que todo iba a estar bien. Quería que su madre le acariciara el pelo y le prometiera que los monstruos no se escondían en el armario. Quería acurrucarse en la antigua habitación de su casa donde siempre se había sentido tan inquieta.

Pero por mucho que sus padres la quisieran, nunca la habían respetado. Ni lo había hecho Dylan, Clay o su tío Michel. Y una vez que pidiera a Georgie dinero, su amiga se uniría a la lista.

Comenzó a llorar. Grandes y pegajosas lágrimas de su auto aversión por la hambrienta y sin techo Meg Koranda, quién había nacido con todas la ventajas e inclusó así no podía hacer nada consigo misma. Se salío de la carretera en un aparcamiento desvancijado de un hotel de carretera. Necesitaba llamar a Georgie ahora, antes que su padre se acordara que le estaba pagando la factura del teléfono y también le cortara eso.

Pasó el dedo por los botones e intentó imaginarse como se las estaba arreglando Lucy. Lucy tampoco había ido a casa. ¿Qué estaba haciendo ella para salir adelante que Meg no se había dado cuenta para hacerlo ella misma?

Una campana de una iglesia sonó dando las seis, recordándole la iglesia que Justin le había dado a Lucy como regalo de bodas. Una furgoneta traqueteó con un perro en la parte trasera y el teléfono se deslizó por los dedos de Meg. ¡La iglesia de Meg! Estaba vacía.

Recordaba haber pasado el club de campo cuando había ido allí porque Lucy lo había señalado. Recordaba un montón de vueltas y giros, pero no había tantas carreteras en Wynette. ¿Cuáles había seguido Lucy?

Dos horas después, cuando Meg estaba a punto de rendirse, encontró lo que estaba buscando.

La vieja iglesia de madera se asentaba en una zona elevada al final de un camino de grava. Los faros de Meg enfocaban la torre blanca rechoncha justo encima de las puertas centrales. En la oscuridad, no podía ver el descuidado cementerio en el lado derecho pero recordaba que estaba allí. También recordaba que Lucy cogió la llave escondida de algún lugar cerca de la base de los escalones. Enfocó los faros hacia la parte frontal del edificio y comenzó a buscar a tientas entre las piedras y los matorrales. 

La grava se le clavaba en las rodillas y los nudillos pero no pudo encontrar ninguna evidencia de la llave. Romper una ventana parecía un sacrilegio, pero tenía que entrar. El resplandor de los faros hacía que su sombra se reflejara de forma grotesca contra la simple fachada de madera. 

Cuando se giraba hacia el coche, vio una rana tallada en piedra más o menos oculta debajo de un arbusto. La cogió y encontró la llave debajo. Metiéndola en el fondo de bolsillo para mantenerla a salvo, fue a aparcar el Rustmobile, recogió su maleta y subió los cinco escalones de madera.

Según Lucy los luteranos habían abandonado la pequeña iglesia de campo en algún momento de 1960 Un par de ventanas arqueadas se agrupaban junto a la puerta delantera. La llave giró fácilmente en la cerradura. El interior estaba olía a humedad y el aire estaba caliente debido a las temperaturas diurnas. 

Llamame IrresitibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora