Capitulo 60

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 Se mordió el labio inferior. —Nos conocemos lo suficiente bien como para poder ser honesta, ¿verdad?

La visión de sus ojos estrechándose no fue alentadora, así que desechó su dignidad y trató de poner un mohín. —Lo que en realidad me gustaría es una clase de golf.

—¿Una clase de golf?

—Tienes un hermoso swing. Me recuerda al de Kenny, pero no puedo pedirle a él una clase, y quiero aprender del mejor. Por favor, Spence. Eres un gran jugador. Significaría mucho más para mí que otro viaje a Dallas donde he estado por lo menos mil veces —. Más bien una vez, pero él no lo sabía y, veinte minutos después, estaban en el campo de prácticas.

A diferencia de Torie, Spence era un profesor horrible, más interesado en tener su admiración que en ayudarla, pero Meg se comportó como si fuera el rey de los instructores de golf. Mientras él hablaba sin parar, Meg se preguntó si él estaba tan comprometido como Justin en construir un complejo turístico con conciencia ambiental. Cuando finalmente se sentaron en un banco a tomar un respiro, ella decidió tantear el terreno. —Eres tan bueno en esto. Lo juro, Spence, tu amor por el juego se muestra en todo lo que haces.

—He jugado desde que era un crío.

—Es por eso que tienes tanto respeto por el deporte. Mírate. Cualquiera con dinero puede construir un campo de golf, pero ¿cuántos hombres tienen la visión de construir un campo de golf que va a establecer un punto de referencia para futuras generaciones?

—Creo en hacer lo correcto.

Eso fue alentador. Fue un poco más allá. —Sé que dirás que todos los reconocimientos por proteger el medio ambiente, que seguro que ganarás, no tienen importancia, pero te mereces cada pedacito de reconocimiento que obtengas.

Pensó que había ido demasiado lejos, pero de nuevo había sobreestimado su ego sin fondo. —Alguien tiene que marcar las nuevas directrices —, dijo él, haciéndose eco de las palabras que ella le había escuchado a Justin.

Presionó un poco más. —No te olvides de contratar a un fotógrafo para que haga fotos de cómo está ahora el vertedero. No soy periodista, pero supongo que comités de varios premios querrán fotos del antes y el después.

—No hay que adelantarse, señorita Meg. Todavía no he firmado nada.

En realidad no había esperado que le revelara su decisión final, pero había tenido una pequeña esperanza. Un águila sobrevoló sus cabezas y Spence empezó a hablar de una cena romántica en uno de los viñedos locales. Si tenía que cenar con él, quería hacerlo en algún lugar donde tuvieran mucha compañía, así que insistió en que únicamente la barbacoa del Roustabout podría satisfacer su apetito.

Y efectivamente, apenas se habían sentado cuando los refuerzos empezaron a llegar. Dallie llegó en primer lugar, seguido por Shelby Traveler, que no había ni tenido tiempo de ponerse rimel. El padre de Kayla, Bruce, que todavía llevaba sus pantalones cortos de golf, llegó a continuación, dirigiéndole a Meg horribles miradas mientras ella pedía. No tenían intención de dejarla sola con Spence y, para las nueve, el grupo ocupaba tres mesas, con la notable falta de Justin y Sunny.

Meg se había dado una ducha en los vestuarios antes de dejar el club y se puso la ropa que había llevado para cambiarse: una camiseta gris poco impresionante de cuello alto caído, una falda de vuelo y sandalias, pero su atuendo no desanimó a Spence, quién no le quitaba las manos de encima. Se aprovechaba de cualquier excusa para pegarse a ella. Le pasaba los dedos por la muñeca, le reajustaba la servilleta de su regazo y le rozaba el pecho con el brazo cuando cogía el bote de tabasco.

 Lady Emma hizo lo que pudo para distraerle, pero Spence tenía el poder y trataba de usarlo para conseguir lo que quería. Así fue como terminó en el aparcamiento bajo las luces de neón rojas y azules con el teléfono pegado a la oreja.

Llamame IrresitibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora