Una furiosa Kayla se levantó de la silla. Shelby chilló. Birdie volcó su vaso de té helado. Emma se cubrió la cara con las manos y Zoey, que parecía tan aturdida como sus alumnos de segundo grado, exclamó, —pensaba que todo era un montaje para alejarte de Spence.
—¿Justin y Meg? —exclamó la madre de Hunter Gray.
Francesca se hundió en su silla. —Justindy... ¿Qué has hecho?
Con la posible excepción de su agente, todas las demás en la sala comprendían la importancia de lo que acababa de suceder. Kayla veía como se escapaba su boutique. Birdie veía como su nuevo salón de té y librería se esfumaban. Zoey se lamentaba por las mejoras de la escuela que nunca tendrían lugar. Shelby y Torie preveían más noches sin dormir por el sentimiento de culpa de sus maridos. Y Francesca veía a su único hijo caer en la garras de una mujer intrigante e indigna.
Meg tenía ganas de llorar de pura alegría al saber que él hacía algo tan colosalmente estúpido por ella.
Él le pasó los nudillos por la mejilla. —Vamos, cariño. Mamá aprecia la forma en que la ayudaste hoy, pero ahora ya me encargo yo.
—Sí, Meg —, dijo tranquilamente Francesca. —Ya podemos ocuparnos nosotros.
Meg era más importante pare él que este pueblo. Su corazón empezó a latir de una forma vertiginosa que la hacía marearse, pero la mujer en la que se había convertido no se permitía disfrutar por mucho tiempo. Se clavó las uñas en las palmas y se dirigió a las invitadas de su madre. —Yo... yo... siento que se hayan visto forzadas a ver esto —. Se aclaró la garganta. —Él, uh, ha pasado por momentos difíciles últimamente. Estoy tratando ser amable pero... —Cogió aire de forma irregular e inestable. —No puede aceptar el hecho de que yo... no estoy loca por él.
Justin recogió lo que quedaba del soufflé de Torie, comió un trozo y escuchó pacientemente como Meg hacía todo lo posible por hacer lo correcto e intentaba sacarlo del bonito lío que había creado. —Soy yo, no tú —. Ella se giró hacia él, pidiéndole con los ojos que la apoyara. —Todas las demás piensan que eres fabuloso, así que tengo que ser yo, ¿no? Nadie parece encontrarte un poco... espeluznante.
Él arqueó una ceja.
Francesca se hinchó en la silla. —¿Acabas de llamar a mi hijo "espeluznante"?
Justin tomó otro bocado de chocolate, interesado en qué más iba a decir. No estaba ayudándola para nada. Quería besarlo, maldito fuera. En lugar de eso, volvió su atención a las mujeres. —Sed honestas —. Su voz ganó fuerza porque estaba haciendo lo correcto. —Todas sabéis lo que quiero decir. La forma en que los pájaros empiezan a cantar cuando sale a la calle. Es espeluznante, ¿verdad? ¿Y esos halos que aparecen alrededor de su cabeza?
Nadie se movió. Nadie dijo nada.
Tenía la boca seca, pero siguió. —¿Qué pasa con el estigmata?
—¿Estigmata? —dijo Torie. —Eso es nuevo.
—Un accidente con el rotulador —. Justin devoró la última cucharada de chocolate y dejó el plato a un lado. —Meg, cariño, sólo te digo esto porque me preocupo mucho por ti, estás actuando un poco como una loca. Espero que no estés embarazada.
Un plato se cayó en la cocina, llevándose la resolución de ella. Era un maestro de la serenidad. Ella apenas era una principiante y nunca sería capaz de ganarle en su propio juego. Este era su pueblo, era cosa suya resolver el problema. Cogió la jarra de té helado y se precipitó a la cocina.
—Te veré esta noche —, gritó tras ella. —A la misma hora. Y lleva el vestido de Torie. Te queda mucho mejor que a ella. Lo siento, Torie, pero sabes que es verdad.
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Llamame Irresitible
Teen FictionMeg Koranda es la mejor amiga de Lucy Jorik, que está a punto de casarse con Justin Beudine. Justin es la clase de hombre por quien toda mujer suspira, al que todo los padres adora y cuya vida quisiera tener cualquier hombre. Es el tipo perfecto par...