Capítulo 66

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Meg no pudo soportarlo más. 

—Yo soy el problema —, declaró. —Insulté a Spence y ahora quiere castigar al pueblo por eso. Pero no tienes que hacerlo, Spence, porque me voy de Wynette. Ya me habría marchado si Sunny no me hubiera detenido.

Justin se volvió a poner la gorra e incluso mientras la miraba mantuvo su voz calmada. —Meg, ¿por qué no dejas que yo me ocupe de esto?

Pero Spence quería sangre. —¿Crees que puedes irte sin consecuencias después de hacer una acusación tan seria delante de mi hija? Eso no vale para mí.

—Espera un momento —, dijo Justin. —¿Por qué no empezamos desde el principio?

—Sí, Meg —, se mofó Spence. —¿Por qué no lo hacemos?

Ella no podía mirar a Justin, así se centró en Spence. —He admitido que mentí. Fuiste un perfecto caballero. No me asaltaste. Yo... hice una montaña de esto.

Justin se giró hacia ella. —¿Spence te asaltó?

—Eso es lo que le dijo a mi hija —. Las palabras de Spence salían con desprecio. —Es una mentirosa.

—¿Tú la asaltaste? —Justin abrió los ojos. —Hijo de puta —. Sin más aviso que eso, Mr. Frío mandó a la mierda la última gran esperanza del pueblo.

Una exclamación de incredulidad atravesó a la multitud. 

El rey de la fontanería estaba tirado en el suelo, su sombrero Panamá rodando entre el polvo. 

Meg estaba tan sorprendida que no podía moverse. Sunny dejó escapar un grito ahogado y todo el mundo permanecía congelado de horror mientras su imperturbable alcalde, su propio Príncipe de la Paz, agarraba a Spencer Skipjacks del cuello de su camisa de vestir y lo ponía de nuevo de pie.

—¿Quién demonios te piensas que eres? —Justin le gritó en la cara, sus propias facciones contorsionadas por una oscura furia.

Spence arremetió contra Justin con el pie, dándole en la pierna y enviándolos a los dos al suelo.

Todo era un mal sueño.

Un mal sueño que se convirtió en una pesadilla en toda regla cuando dos figuras familiares emergieron de la multitud.

Se los estaba imaginando. Parpadeó, pero la horrible visión no se iba.

Sus padres. Fleur y Jake Koranda. La miraban con el rostro consternado.

No podían estar aquí. No sin haberle dicho que iban a venir. No aquí, en el vertedero, presenciando el mayor desastre de su vida.

Volvió a pestañear, pero todavía estaban allí, con Francesca y Dallie Beaudine justo detrás de ellos. Su madre, gloriosamente bella. Su padre, alto, escarpado y en plena forma. Los luchadores se levantaron y luego volvieron al suelo. Spence pesaba unos veinte kilos más que Justin, pero Justin era más fuerte, más ágil y estaba poseído por una furia que lo había transformado en un hombre que ella no reconocía.

Torie se agarró el pareo. Kenny soltó una obscenidad. Kayla empezó a llorar. Y Francesca intentó ir corriendo a ayudar a su precioso bebé, pero su marido la agarró por detrás.

Nadie, sin embargo, detuvo a Sunny, que no dejaría que ningún hombre, ni siquiera uno por el que se creía sentir enamorada, atacara a su amado padre. —¡Papá! —Con un grito se tiró sobre la espalda de Justin.

Era más de lo que Meg podía aguantar. —¡Quítate de encima de él!

Corrió para interceder, resbaló sobre la grava y cayó sobre Sunny, dejando atrapado a Justin debajo de las dos. Spence se aprovechó del temporal cautiverio de Justin y se puso de pie. Meg miró alarmada cuando echó la pierna hacia atrás para golpear a Justin en la cabeza. Con su propio grito de rabia, giró hacia un lado, se estrelló contra él y le hizo perder el equilibrio. Mientras él caía, ella agarró a Sunny por la parte de atrás de su blusa de diseño. Justin nunca pegaría a una mujer, pero Meg no tenía tantos escrúpulos.

Llamame IrresitibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora