—Es un lástima que Herb no construyera su hotel en un lugar donde la gente pudiera jugar todo el año —, dijo Dallie. —Wisconsin es un estado malditamente frío.
—Esa es la razón por la que fui lo suficientemente listo como para elegir Texas —, dijo Skipjack. —Vine aquí desde Indiana cuando era un crío para visitar a la familia de mi madre. Y siempre me he sentido en casa en el Estado de la Estrella Solitaria. Más tejano que Hoosier—. Volvió su atención a Meg. —Dónde sea que lo construya, asegúrese de decirle a su padre que está invitado a jugar cuando quiera, como mi invitado.
—Lo haré —. Su atlético padre todavía amaba el baloncesto y, gracias a su madre, ahora montaba a caballo por placer, pero no podía imaginárselo golpeando una pelota de golf.
Hoy había tenido conversaciones por teléfono, por separado, con sus padres pero en lugar de pedirles que le enviaran dinero, les había dicho que había conseguido un gran trabajo en la hostelería en un importante club de campo en Texas. Aunque no les dijo que era coordinadora de actividades, tampoco corrigió a su madre cuando llegó a esa conclusión y dijo lo maravilloso que era que finalmente Meg hubiera encontrado una salida útil a su creatividad natural. Su padre simplemente estaba feliz porque tuviera trabajo.
No pudo guardar silencio más tiempo. —¿Alguno ha pensado en dejar la tierra tal como está? Quiero decir, ¿realmente el mundo necesita otro campo de golf consumiendo nuestros recursos naturales?
Justin frunció el ceño casi imperceptiblemente. —Los espacios verdes de recreo mantienen a la gente saludable.
—Por supuesto que lo hacen —, dijo Spence antes que Meg pudiera sacar a colación a los golfistas y sus Bud Light. —Justin y yo hemos hablado mucho sobre eso —. Empujó hacia atrás su silla. —Vamos, señorita Meg. Me gusta esta canción.
Spence podría tener su brazo, pero Meg podría haber jurado sentir la mano invisible de Justin empujándola hacia la pista de baile.
Spence era un bailarín decente y la canción era de un tiempo, así que las cosas empezaron bien. Pero cuando llegó una balada, él la acercó tanto que la hebilla de su cinturón presionaba contra ella, por no mencionar algo más desagradable. —No se que ocurrió para que estés en una mala racha —. Spence le acarició la oreja. —Pero podría usar a alguien para que la cuide hasta que se recupere.
Ella esperaba que no quisiera decir lo que ella creía que él quería decir, pero la evidencia bajo la hebilla de su cinturón parecía indicar lo contrario.
—No estoy hablando de nada que la haga sentir incómoda —, dijo él. —Sólo de nosotros dos pasando algo de tiempo juntos.
Ella deliberadamente tropezó con los pies de él. —Oops. Necesito sentarme. Hoy conseguí un par de ampollas.
Spence no tuvo más remedio que seguirla de vuelta a la mesa. —Ella no pudo seguir mi ritmo —, refunfuño.
—Apuesto que no mucha gente puede —, dijo el alcalde chupa poyas.
Spence puso su silla más cerca y paso su brazo por los hombros de ella. —Tengo una gran idea, señorita Meg. Volemos a las Vegas esta noche. Tú también, Justin. Llama a una novia y ven con nosotros. Llamaré a mi piloto.
Él estaba tan seguro de su conformidad que cogió su teléfono, y como ningún hombre de la mesa hizo nada por disuadirle, se dio cuenta que tendría que hacerlo ella. —Lo siento, Spence. Tengo que trabajar mañana.
Él le guiño un ojo a Justin. —No es mucho lo que haces en el club de campo, y apuesto que Justin puede hablar con tu jefe para que te dé un par de día libres. ¿Qué piensas, Justin?
—Si él no puede, yo puedo —, dijo Dallie, echándola a los lobos.
Kenny le ayudó. —Vamos a hacerlo. Estaré feliz de hacer una llamada.
Justin la miró por encima de su botella de cerveza, sin decir nada. Ella lo miró de vuelta, tan enfadada que su piel quemaba. Había tragado con mucho últimamente, pero no pasaría con esto. —Lo que pasa... —Ella escupió las sílabas. —No estoy exactamente libre. Emocionalmente.
—¿Cómo es eso? —preguntó Spence.
—Es... complicado —. Estaba empezando a sentir náuseas. ¿Por qué la vida no venía con un botón de pausa? Era lo que más necesitaba ahora mismo, porque sin tiempo para pensar, iba a decir lo primero que se le había pasado por la mente, la cosa más estúpida que podía imaginar, pero como no había botón de pausa. —Justin y yo.
La botella de cerveza de Justin chocó contra sus dientes. Kenny se animó. Spence parecía confundido. —Esta mañana dijiste que no eran pareja.
Ella apretó su boca en una sonrisa. —No lo somos —, dijo. —Todavía. Pero tengo esperanzas —. Las palabras se clavaron en su garganta como un hueso. Acababa de dar la razón a toda la gente que creía que esas eran sus motivaciones para detener la boda.
Pero Kenny daba patadas contra el suelo en su silla, más divertido que acusatorio. —Justin hace eso con las mujeres todo el tiempo. Ninguno de nosotros sabe cómo.
—Claro que no —. El padre de Justin la miró con su peculiar mirada. —Era el niño más feo que nunca hayas visto.
Justin dejo salir las palabras con una sonrisa perezosa. —Eso no va a ocurrir, Meg.
—El tiempo lo dirá —. Ahora que veía cuánto lo había irritado, se regocijó en el tema, a pesar de sus importantes implicaciones. —Tengo un mal historial en cuanto a enamorarme del hombre equivocado —. Dejo que se calmase un momento. —No es que Justin no sea perfecto. Un poco demasiado perfecto, obviamente, pero... la atracción no siempre es lógica.
Las espesas cejas castaño oscuro de Spence se reunieron en la mitad de la frente. —¿No fue el mes pasado cuándo estaba a punto de casarse con la hija de la presidenta?
—A finales de mayo —, dijo ella. —Y Lucy es mi mejor amiga. Fue una debacle total, como estoy segura que te enteraste por toda la prensa —. Justin la miró, su sencilla sonrisa puesta en su sitio, un microscópico nervio saltaba en la esquina de su ojo. Ella comenzaba a disfrutar. —Pero Lucy nunca fue la mujer adecuada para él. Gracias a mí, él lo sabe ahora y, francamente, su gratitud sería embarazosa si yo no tuviera los pies en el suelo.
—¿Gratitud? —La voz de Justin era acero templado.
Al diablo con él. Agitó una mano en el aire y comenzó a embellecer el asunto con toda la habilidad de su padre, actor y dramaturgo. —Podría hacerme la tímida y fingir que no estoy totalmente, y quiero decir totalmente, enamorada de él, pero nunca he sido del tipo de mujer a la que le gusten los juegos. Yo pongo mis cartas sobre la mesa. Es mejor a largo plazo.
—La honestidad es una cualidad admirable —, dijo Kenny disfrutando abiertamente.
—Sé lo que todos están pensando. Que no hay posibilidades de haberme enamorado de él tan rápidamente, porque no importa lo diga la gente, yo no acabé con la boda. Pero... —. Ella le lanzó a Justin una mirada de adoración. —Esta vez es diferente para mí. Tan diferente —. No pudo resistirse a avivar las llamas. —Y... a juzgar por la visita de anoche de Justin...
—¿Ustedes dos se encontraron ayer por la noche? —dijo su padre.
—Muy romántico, ¿verdad? —Ella fabricó una sonrisa soñadora. —A medianoche. En el coro...
Justin se puso de pie. —Vamos a bailar.
Con una inclinación de cabeza, ella se transformo en la madre de todas las penas. —Ampollas.
—Baile lento —, dijo él suavemente. —Puedes ponerte sobre mis pies.
Antes de que ella pudiera conseguir una salida, Justin tenía su brazo y la arrastraba hacia la pista de baile llena de gente. Él la agarró contra él, a un paso del estrangulamiento. Al menos él no llevaba cinturón, así que ella no tenía que soportar una hebilla... o cualquier otro objeto presionando contra su carne. Lo único duro en Justin Beaudine era la expresión de sus ojos. —Cada vez que pienso que no puedes causar más problemas, te las arreglas para sorprenderme.
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Llamame Irresitible
Teen FictionMeg Koranda es la mejor amiga de Lucy Jorik, que está a punto de casarse con Justin Beudine. Justin es la clase de hombre por quien toda mujer suspira, al que todo los padres adora y cuya vida quisiera tener cualquier hombre. Es el tipo perfecto par...