Capitulo 49

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Él ya se había puesto los pantalones cortos y sacó un pedazo de papel doblado de su bolsillo.

—Me llegó esto al correo hoy —. Él se sentó en el sofá, con un abrazó apoyado a lo largo del respaldo y cruzó los tobillos sobre una abandonada caja de vinos de madera que ella había reconvertido en una mesa de café. Le cogió el papel y lo miró. 

DEPARTAMENTE DE SALUD DE TEXAS. 

No solía compartir los aspectos más mundanos de su trabajo como alcalde, así que ella se sentó en el brazo de un sillón de mimbre con cojines de estampación tropical descolorida para leer. En cuestión de segundo se levantó rápidamente, sólo para darse cuenta que sus rodillas estaban demasiado débiles para aguantar su peso. Se volvió a dejar caer sobre los cojines y releyó el párrafo.

La ley de Texas exige que cualquier persona que de positivo en una enfermedad de transmisión sexual, incluyendo pero no limitándose a clamidia, gonorea, papiloma humano o SIDA, debe proporcionar una lista de sus parejas sexuales recientes. Esto es para notificarle que Meg Koranda le ha incluido como una de esas parejas. Se le recomienda que visite a su médico inmediatamente. También se le insta a que cese todo contacto sexual con la persona infectada anteriormente citada.

Meg lo miró sintiéndose enferma. —¿Persona infectada?

—Gonorrea está mal escrito —, señaló. —Y el membrete es falso.

Ella arrugó el papel en su puño. —¿Por qué no me lo enseñaste tan pronto como llegaste?

—Me temía que te pusiera de mal humor.

—Justin...

Él la miró casualmente. —¿Tienes idea de quién podría estar detrás de esto?

Pensó en el mensaje en el espejo del baño. —Cualquiera de los millones de mujeres que te codician.

Él lo ignoró. —La carta se ha mandado desde Austin, pero eso no significa mucho.

Ahora era el momento de decirle que su madre había intentado que la despidieran, pero Meg no imaginaba a Francesca Beaudine haciendo algo tan vil como enviar esta carta. Además, casi seguro que Francesca habría revisado la ortografía. Y dudaba que Sunny, en primer lugar, hubiera cometido un error, a menos que lo hubiera hecho deliberadamente para no levantar sospechas. En cuanto a Kayla, Zoey y las otras mujeres que se aferraban a la fantasía de estar con Justin... Meg difícilmente podría lanzar acusaciones basándose en miradas asesinas. Tiró el papel al suelo. —¿Por qué Lucy no tuvo que aguantar esta mierda?

—Pasamos mucho tiempo en Washington. Y, francamente, Lucy no irritaba a la gente como lo haces tú.

Meg se levantó del sillón. —Nadie sabe lo nuestro excepto tu madre y a quien quiera que ella se lo haya dicho.

—A mi padre y Lady Emma, quién probablemente se lo haya dicho a Kenny.

—Quién estoy segura se lo dijo a Torie. Y si la bocazas de Torie lo sabe...

—Si Torie lo supiera, me habría llamado inmediatamente.

—Eso nos deja a nuestro misterioso visitante de hace tres noche —, dijo ella. Los ojos errantes de Justin le indicaron que se le estaba cayendo el pareo, y lo apretó. —La idea de que alguien podría haber estado mirándonos por la ventana...

—Exactamente —. Dejo su botella de cerveza sobre la caja de vino. —Estoy empezando a pensar que las pegatinas de tu coche no era una broma de unos niños.

—Alguien intentó romper mis limpiaparabrisas.

Él frunció el ceño, y ella una vez más pensó en mencionar los garabatos en el espejo, pero no quería que la sacaran de su casa, y eso era exactamente lo que ocurriría. —¿Cuántas personas tienen las llaves de la iglesia? —preguntó ella.

Llamame IrresitibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora