Capitulo 27

2 0 0
                                    

Meg experimentó su primer destello de simpatía, no por Spence, sino por Justin, quién parecía tan sereno como siempre aunque definitivamente no lo estaba. —Torie está bromeando, Spence —. Meg rodó exageradamente los ojos. —Ella en realidad está bromeando —. Y luego con una culpabilidad fingida dijo, —al menos por lo que he escuchado.

—De acuerdo, es suficiente —. Justin casi tira a Torie cuando se levantó de la silla y la cogió por la muñeca. —Vamos a bailar.

—Si yo quisiera bailar, se lo pediría a mi hermano —, replicó Torie. —Alguien que no tiene dos pies izquierdos.

—No soy tan malo —, dijo Justin.

—Eres lo suficientemente malo.

Kenny se dirigió a Spence. —Mi hermana es la única mujer en Wynete, probablemente en todo el universo, que le ha dicho a Justin la verdad sobre su falta de habilidad en la pista de baile. El resto de ellas batean sus pestañas y fingen que él es Justin Timberlake. Malditamente divertido.

Los ojos de Justin se fijaron en Meg, sólo un instante, antes de darse la vuelta y empujar a Torie hacia la máquina de discos.

Spence los miraba. —Tu hermana es una mujer inusual.

—Dímelo a mí.

—Ella y Justin parecen realmente unidos.

—Torie ha sido la mejor amiga de Justin desde que él era un crío —, dijo Kenny. —Lo juro, es la única mujer de menos de sesenta años que nunca ha estado enamorada de él.

—¿A su esposo no le importa su amistad?

—¿A Dex? —Kenny sonrió. —No. Dex es muy seguro.

Justin parecía que estaba dando una conferencia en lugar de bailar, y cuando él y Torie regresaron a la mesa él cogió la silla vacía e hizo que ella se sentara tan lejos de Spence como fue posible. Eso no impidió que Torie pregonara las ventajas de Wynette como la localización perfecta para un resort de golf, intentando evaluar a Spence invitándolo a la fiesta que organizaba por el Cuatro de Julio su madrastra el lunes y coaccionándolo para que fuera a un partido de golf del sábado por la tarde.

Justin parecía apenado y rápidamente anunció que Kenny y él se unirían a ellos. Torie miró a Meg y el brillo travieso en sus ojos le explicó a Meg por qué Justin quería mantenerla lejos de Skipjack. —Meg volverá a ser la caddie de Justin, ¿no?

Justin y Meg hablaron a la vez. —¡No!

Pero Kenny, por alguna razón insondable, decidió que era una gran idea y con Spence diciendo que el partido no sería ni la mitad de divertido sin Meg, fue como si hubiera sido escrito con sangre en la pared.

Cuando Spence desapareció en el servicio de caballeros, la conversación se volvió más seria. —Hay algo que no puedo entender —, le dijo Torie a Justin. —La gente de Spence dejó claro la primavera pasada que él había desechado Wynette y se había decidido por San Antonio. Después, hace un mes y sin ningún aviso, vuelve a aparecer y dice que Wynette está de nuevo en la carrera. Me gustaría saber que ocurrió para que cambiara de opinión.

—La gente de San Antonio está tan sorprendida como nosotros —, dijo Justin. —Pensaban que lo tenían hecho.

—Una lástima para ellos —. Torie saludó a alguien al otro lado del bar. —Nosotros lo necesitamos más que ellos.

Cuando llegó la hora de irse, Dallie insistió en ir a dejar a Spence al hotel así que Meg terminó a solas con Justin en su Benz. Esperó hasta que llegaron a la carretera para romper el silencio. —No estás teniendo una aventura con la hermana de Kenny.

—Mejor dile eso a ella.

—Y nunca engañaste a Luce.

—Lo que tú digas.

—Y... —ella estudió como sus manos sujetaban fácilmente el volante y se preguntó si alguna vez había algo difícil para esta criatura encantada. —... si quieres que continúe colaborando con Spence, lo que estoy segura que quieres, necesitamos llegar a un acuerdo.

—¿Quién dice que yo necesito tu ayuda?

—Oh, la necesitas, seguro —. Ella deslizo sus dedos por su pelo. —Es fascinante lo impresionado que está Spence con mi padre, y conmigo por extensión, ¿verdad? Insultante para mi madre, por supuesto, considerando lo poderosa que es en la industria, por no mencionar que es una de las mujeres más guapas del mundo. Sin embargo, Spence mencionó que tenía su póster en la pared de su habitación y definitivamente se siente atraído por mí por cualquier motivo retorcido. Eso significa que he pasado de pasivo a activo y tú, amigo mío, necesitas trabajar un poco más en complacerme, empezando con esas rácanas propinas. Spence le dio hoy a Mark unos cien dólares.

—Mark no le costó a Spence tres hoyos y no sé cuántos tiros malos. Pero está bien. Mañana te daré una propina de cien dólares. Menos cincuenta dólares por cada hoyo que me cuestes.

—Menos diez dólares por cada hoyo que te cueste y es un trato. Por cierto, no soy una gran amante de los diamantes y las rosas, pero no despreciaría una cuenta sin límite en el supermercado.

Él la miró con una de sus miradas de santo. —Pensaba que eras demasiado orgullosa para coger mi dinero.

—Cogerlo, sí. ¿Ganarlo? Definitivamente no.

—Spence no ha llegado a donde está por ser un estúpido. Dudo que se trague esa disparatada historia de tu no correspondida pasión por mí.

—Será mejor que se la trague porque no permitiré que ese hombre me manoseé otra vez, ni por todos los resorts de golf del mundo, y tu irresistibilidad es mi excusa.

Él levantó una ceja y giró hacia el camino oscuro y estrecho que llevaba a su casa temporal. —Tal vez deberías reconsiderarlo. Es un tipo bien parecido y es rico. Francamente, él podía ser la respuesta a tus oraciones.

—Si fuera a poner un precio a mis partes femeninas, encontraría un comprador más apetecible.

A Justin le gustó eso y todavía estaba sonriendo cuando llegaron a la iglesia. Ella abrió la puerta del pasajero para salir. Él paso el brazo sobre el respaldo del asiento de ella y la miró de una forma que no pudo comprender. —¿Asumo que estoy invitado —, dijo él —, considerando la intensidad de tus sentimientos por mí?

Él le dirigió su sonrisa más radiante, aquellos ojos ámbar desprendiendo su elixir personal para llamar la atención; comprendiéndola perfectamente, de profunda apreciación y perdonándola por todos sus pecados.

Él estaba jugando con ella.

Ella dejó escapar un trágico suspiro. —Necesito igualar tu extraordinaria perfección antes de comenzar a pensar en mostrarte mi lado lujurioso.

—¿Cómo de lujurioso?

—Fuera de los límites —. Salió del coche. —Buenas noches, Justin. Dulces sueños.

Subió las escalares hacia la puerta de la iglesia con la luz de los faros de su coche iluminando el camino. Cuando llegó a la puerta, metió la llave en la cerradura y entró. La iglesia la envolvía. Oscura, vacía y solitaria.

El siguiente día lo pasó en el carrito de bebidas sin conseguir que la despidieran, algo que consideraba un logro ya que no había sido capaz de resistirse a recordarles a unos cuantos golfistas que tiraran sus malditas latas al contenedor de reciclaje en lugar de al cubo de basura. 

Bruce Garvin, el padre de la amiga de Birdie, Kayla, fue particularmente hostil y Meg sospechaba que tenía que agradecerle al interés de Spencer Skipjack en ella por continuar con trabajo. También estaba agradecida que no se hubiera extendido la noticia de su falsa declaración de amor por Justin. 

Aparentemente los testigos de la noche anterior habían decidido guardar silencio, un milagro en un pueblo pequeño.

Llamame IrresitibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora