Capitulo 48

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Meg se tiró de cabeza. —Le ahorraré más detalles sobre la vida sexual de su hijo excepto para decirle que está seguro conmigo. No tengo ilusiones sobre matrimonio, hijos o establecerme en Wynette para siempre.

Francesca frunció el ceño, no como una muestra de alivio como debería haber hecho. —Por supuesto que no. Eres una persona que vive el momento, ¿no?

—En cierto modo. No lo sé. No tanto como lo solía hacer.

—Justin ha pasado por suficientes cosas. No necesita echar a perder su vida ahora mismo.

—Me he dado cuenta que mucha gente en este pueblo tiene muy claro lo que ellos creen que Justin necesita y lo que no.

—Soy su madre. Lo tengo muy claro.

Aquí venía la parte difícil, lo que no quería decir que hubiera sido exactamente fácil hasta el momento. —Supongo que un forastero, alguien sin ideas preconcebidas, ve a una persona un poco diferente a aquellos que la conocen desde hace mucho tiempo —. Cogió una foto de cuando Justin era pequeño con la Estatua de la Libertad de fondo. —Justin es brillante —, siguió. —Todo el mundo lo sabe. Y es astuto. También muchas personas saben eso. Y tiene sobredesarrolado el sentido de la responsabilidad. No puede evitarlo. Pero lo que la mayoría de la gente, especialmente las mujeres que se enamoran de él, no parece notar es que Justin racionaliza las emociones.

—No tienes ni idea de lo que estás hablando.

Dejó la foto. —No se mete en una relación amorosa como el resto de las personas. Anota los pros y los contras en algún tipo de lista mental y actúa en consecuencia. Eso fue lo que pasó con Lucy. Ellos encajaban en su lista.

La indignación sacó a Francesca de su silla. —¿Estás diciendo que Justin no amaba a Lucy? ¿Qué no siente las profundamente cosas?

—Hay muchas cosas que las siente muy profundamente. Injusticia. Lealtad. Responsabilidad. Su hijo es una de las personas más inteligentes y más rectas moralmente que he conocido en mi vida. Pero es completamente práctico en cuanto a las relaciones sentimentales —. Cuanto más hablaba, más deprimida se sentía. —Eso es lo que las mujeres no reconocen. Quieren tirarse a sus pies, pero él no se precipita. La decisión de Lucy le traumatizó más a usted que a él.

Francesca salió disparada por un lado del escritorio. —Eso es lo qué tú crees. No podrías estar más equivocada.

—Yo no soy una amenaza, señora Beaudine —, dijo ella con más tranquilidad. —Yo no le voy a romper el corazón o intentar engañarlo para que se case conmigo. No voy a aferrarme a él. Yo soy alguien seguro para que esté con su hijo mientras llega la mujer adecuada —. Eso dolió más de lo que ella quería que doliese, pero de alguna forma hizo un gesto despreocupado. —Soy la chica de sus sueños. Y quiero recuperar mi trabajo.

Francesca estaba bajo control de nuevo. —Realmente no puedes ver un futuro en un trabajo de bajo perfil en un campo de golf de un pueblo.

—Me gusta. ¿Quién lo hubiera imaginado, verdad?

Francesca cogió una libreta de su escritorio. —Te conseguiré un trabajo en L.A., Nueva York, San Francisco. Donde tú quieras. Un buen trabajo. Lo que hagas después depende de ti.

—Gracias, pero me he acostumbrado a conseguir las cosas por mí misma.

Francesca dejó la libreta y giró su anillo de bodas, por fin parecía incómoda. Pasaron varios segundos. —¿Por qué viniste a hablar conmigo antes que con Justin?

—Me gusta pelear mis propias batallas.

El breve momento de vulnerabilidad e Francesca se fue y su columna parecía ser de acero. —Ha pasado por muchas cosas. No quiero que salga dañado de nuevo.

—Confíe en mí cuando le digo que no soy lo suficientemente importante como para que eso ocurra —. Otra punzada dolorosa. —Soy su chica de rebote. Y también soy la única mujer, aparte de Torie, con la que se enfada. Eso significa un descanso para él. Mientras que para mí... Él es un buen descanso de los perdedores con los que suelo salir.

—Ciertamente eres pragmática.

—Como dije. Soy la chica de sus sueños —. De alguna forma se las arregló para poner una sonrisa arrogante, pero mientras salía de la oficina y atravesaba el patio su bravuconería se desvaneció. Estaba harta de sentirse indigna.

Cuando apareció en el trabajo al día siguiente, nadie pareció recordar que había sido despedida. Justin se detuvo en el carrito de las bebidas. Fiel a su palabra, no le mencionó lo que había sucedido o la parte que había jugado su madre en el asunto.

El día resultó ser abrasador y cuando llegó a casa esa noche, estaba sudada y hecha un desastre. No podía esperara para nadar en el arroyo. Se sacó el polo por la cabeza mientras pasaba por la vieja y maltratada mesa en la que tenía sus suministros de joyería. Uno de los libros de ecología que Justin le había prestado estaba abierto sobre el sofá desgastado. En la cocina, una montaña de platos sucios la esperaban en el fregadero. Se quitó los zapatos y entró en el baño.

Se le heló la sangre cuando vio lo que estaba escrito en el espejo con manchas de pintalabios rojo.

VETE.

Sus manos temblaban mientas intentaba limpiar las letras, y extraños sonidos se escapaban de su garganta.

VETE

Dejar mensajes en el espejo con pintalabios era el mayor cliché del mundo, algo que sólo una persona sin ningún tipo de imaginación haría. Tenía que dominarse. Pero saber que un intruso se había colado en su casa cuando ella no estaba y había tocado sus cosas la ponía enferma. No dejó de temblar hasta que hubo borrado esas horribles palabras y buscó en la iglesia otros signos de invasión. No encontró nada.

Cuando su pánico desapareció, trato de imaginar quién podía haberlo hecho, pero había tantos candidatos potenciales que no podía hacer una elección entre ellos. La puerta principal había estado cerrada. La puerta trasera ahora también estaba cerrada, pero no lo había comprobado antes de irse. 

Por lo que sabía, el intruso habría entrado por ahí, así que la cerró. Se volvió a poner el polo húmedo, salió fuera y dio una vuelta por los alrededores de la iglesia pero no encontró nada inusual.

Al final se dio una ducha, mirando nerviosamente a la puerta abierta mientras se lavaba. Odiaba estar asustada. Lo odió incluso más cuando Justin apareció sin aviso en el marco de la puerta y ella gritó.

—¡Jesús! —dijo él. —¿Qué te pasa?

—¡No seas tan sigiloso!

—Llamé.

—¿Cómo quieres oyera algo? —Cerró el grifo de la ducha.

—¿Desde cuando te has vuelto tan asustadiza?

—Me has sorprendido, es todo —. No podía contárselo. Lo supo de inmediato. Su estatus como un verdadero superhéroe significaba que se negaría a dejarla vivir aquí sola. No podía permitirse vivir en otro sitio y no iba a dejar que él le pagara el alquiler de otro sitio. Además, le encantaba la iglesia. Tal vez no en este preciso momento, pero le volvería a gustar tan pronto como superase esta mierda.

Él cogió una toalla del nuevo toallero Viceroy, de la línea Edinburgh, que recientemente había instalado. Pero en lugar de dársela, se la colgó del hombro.

Ella estiró la mano, aún haciéndose una buena idea de lo que iba a ocurrir. —Dámela.

—Ven y cógela.

No estaba de humor. Excepto, por supuesto, que pronto lo estuvo porque era Justin el que estaba en frente de ella, firme, sexy y más listo que cualquier hombre que hubiera conocido. ¿Qué mejor forma de deshacerse de los restos de su nerviosismo que perderse en hacer el amor con él cuando este acto demandaba tan poco de ella?

Salió de la ducha y presionó su cuerpo mojado contra el de él. —Dame lo mejor de ti, amante.

Élsonrió e hizo exactamente lo que ella le pidió. Mejor de lo que ella le habíapedido. Cada vez lo hacía con más cuidado y posponía más tiempo su propiasatisfacción. Después de acabar, se envolvió con una de las piezas de seda quehabía llevado en la cena de ensayo a modo de pareo, luego cogió un par decervezas del pack de doce que él había metido en la nevera. 

Llamame IrresitibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora