Capitulo 40

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 Los siguientes dos días fueron días ajetreados en el club. Lo del amor ciego que Spence le profesaba se había extendido desde la fiesta de Shelby y sus propinas se incrementaron cuando los golfistas se dieron cuenta que ella podía influir en el rey de la fontanería. Incluso el padre de Kayla, Bruce, le dio un dólar. 

Ella les agradecía por su generosidad y les recordaba que reciclaran las botellas y latas. Ellos le decían que la aceptaban y le recordaban que la gente estaba observando todos sus movimientos.

El jueves llegaron las cajas que le había pedido al ama de llaves de sus padres que le mandara desde L.A.. Había viajado demasiado como para tener un exquisito vestuario, y también tendía a regalar cosas, pero necesitaba sus zapatos. Incluso más importante, necesitaba la gran caja de plástico que contenía el botín de sus viajes: cuentas, amuletos y monedas, muchas de ellas antiguas, que había recogido por todo el mundo.

Justin no la llamó desde Santa Fe, pero no lo había esperado de él. Sin embargo, echaba de menos verle y su corazón dio un salto cuando él y Kenny se detuvieron en su carrito de bebidas a media tarde del viernes durante su partido. Kenny le dijo que Spence y Sunny acababan de regresar de Indianápolis y que estarían en el Roustabout esa noche para cenar. 

Ella le dijo a Justin que conduciría su propio coche, así que no necesitaba que él la recogiera. A él no le gustó, pero tampoco quería tener una discusión con ella delante de Kenny, así que fue hasta la máquina de limpiar las bolas, metió su Titleist Pro V1 original y bombeó la manivela más vigorosamente de lo que era necesario.

Mientras él daba el primer golpe, los rayos de sol lo bañaban en oro, pero al menos los pájaros estaban callados. ¿Alguna vez perdía el control? Ella intentó imaginarse una oscura turbulencia rodando por debajo de su tranquila fachada. En ocasiones, incluso pensó que había visto algo de vulnerabilidad cuando su perezosa sonrisa había tardado un segundo de más en formarse o un destello de cansancio aparecía en sus ojos. Pero esas gestos habían desaparecido tan pronto aparecían, dejando su brillante fachada intacta.

Meg fue la última en llegar al Roustabout. Había elegido la mini blanca y negra de Miu Miu de la tienda de segunda mano, junto con una camisa de tirantes suelta amarilla y uno de sus pares de zapatos favoritos, unas sandalias de plataforma rosas con cuentas y bordados. Pero mientras se dirigía a la mesa, su falda de segunda mano atrajo más la atención que sus fabulosos zapatos.

Además de Justin y los Skipjacks, todos los Travelers y sus cónyuges se habían reunido alrededor de una gran mesa de madera: Torie y Dexter, Emma y Kenny, Warren Traveler y Shelby. Sunny se había puesto a la derecha de Justin desde donde ella podía exigir mejor su atención. Mientras Meg se acercaba, él se fijó en su minifalda, luego le dirigió una mirada mordaz que ella interpretó como una orden para que se sentara a su izquierda. Ella había sido más que clara sobre ocultar su relación, así que se puso en una silla entre Torie y Shelby, directamente en frente de Emma.

La complicidad entre Torie, Emma y Shelby le hizo echar de menos a sus propias amigas. ¿Dóndes estaba Lucy ahora y cómo le estaba llendo? Respecto a las demás... Había estado evitando las llamadas de Georgie, April y Sasha durante semanas, no quería que ninguna de sus amigas supiera cómo de precaria era su situación, pero como estaban acostumbradas a que no diera señales de vida, la falta de respuestas a sus llamadas no parecía haber activado las alarmas.

La astuta familia Traveler halagaba ostentosamente a los Skipjacks. Shelby hizo preguntas concretas sobre la nueva línea de productos Viceroy, Torie prodigó elogios a Sunny sobre su brillante pelo oscuro y su elección de ropa clásica, Kenny señaló los puntos fuertes del juego de Kenny. El ambiente era agradable, casi relajado, hasta el momento que Meg cometió el error de dirigirse a la esposa de Kenny como "Emma".

Uno por uno, todos los de la mesa que eran de allí se callaron. —¿Qué hice? —dijo ella cuando ellos se giraron para mirarla. —Me dijo que la llamara Emma.

Emma cogió su copa de vino y la vació.

—Simplemente eso no se hace —, respondió Shelby Traveler con su boca fruncida como geste de desaprobación.

El marido de Emma negó con la cabeza. —Nunca. Ni siquiera yo. Al menos mientras tiene la ropa puesta.

—Mala educación —, añadió Torie con un movimiento de su largo cabello oscuro.

—Irrespetuosos —, agregó su padre, Warren.

Justin se echó para atrás en su silla y la miró fijamente. —Había pensado que a estas alturas ya no insultaría a alguien que apenas conoces.

Emma bajo lentamente la cabeza y se golpeó la frente contra la mesa tres veces.

Kenny frotó la espalda de su mujer y sonrió. La diversión bailaba en los ojos de Justin.

Meg había oído claramente a Spence y Sunny dirigirse a la esposa de Kenny como Emma, pero sabía que sería inútil señalarlo. —Mis más sinceras disculpas, Lady Emma —, dijo arrastrando las palabras. —Espero tener una última comida antes de la decapitación.

Torie inhaló. —No hay necesidad de ser sarcástica.

Emma miró a través de la mesa hacia Meg. —No tienen remedio. En serio.

Su marido le plantó un satisfactorio beso en los labios, luego volvió a la hablar sobre los nuevos hierros Callaway de Spence. Justin intentó unirse, pero Sunny quería toda su atención y ella sabía cómo la conseguirla. — ¿Qué tal la eficiencia del nuevo depósito de tu nueva célula de combustible?

Meg ni siquiera sabía lo que eso significaba, pero Justin mostraba su habitual auto confianza. —Entre un treinta y ocho y un cuarenta y dos por ciento, dependiendo de la carga.

Sunny, completamente atenta, se puso más cerca.

Spence invitó a Meg a bailar y, antes de poder negarse, dos pares de manos femeninas la agarraron de las manos y la pusieron de pie. —Pensaba que nunca se lo pedirías —, dijo dulcemente Shelby.

—Me gustaría que Dex fuera tan hábil con los pies como tú, Spence —, susurró Torie.

Al otro la de la mesa, Emma parecía tan preocupada como alguien con una camiseta amarilla con girasoles podía lucir y Meg juraría que observó fruncir el ceño a Justin.

Afortunadamente, la primera canción fue de un tiempo y Spence no hizo tentativas de comenzar una conversación. Demasiado pronto, sin embargo, Kenny Chesney empezó a entonar "All I need to know", y Spence la atrajo hacia él. Era demasiado viejo para echarse la colonia que llevaba y ella se sintió envuelta por una tienda de Abercrombie & Fitch. —Me estás volviendo más que un poco loco, señorita Meg.

—No quiero volver loco a nadie —, dijo cuidadosamente. Excepto a Justin Beaudine.

Por el rabillo del ojo, vio a Birdie, Kayla y Zoey sentarse en una mesa cerca de la barra. Kayla lucía sexy, con una camiseta blanca ajustada de un sólo tirante que le envolvía los pechos sin exponer demasiado, y una minifalda con estampado tropical que mostraba sus piernas bien formadas. Birdie y Zoey llevaban ropa más casual y las tres miraban atentamente a Meg.

Llamame IrresitibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora