Saludó a la hija de Birdie, Haley, cuando entró en la tienda de bocadillos para coger hielo y reponer las bebidas del carrito. O Haley había achicado las costuras de su polo de empleado o se lo había intercambiado con alguien más pequeño, porque el contorno de sus pechos se marcaba completamente. —El señor Collins está jugando hoy —, dijo ella, —y es un fan del Gatorade, así que asegúrate de tener suficiente.
—Gracias por el dato —. Meg apuntó hacia el mostrador de los dulces. —¿Te importa si cojo algunos de estos? Los pondré encima del hielo y veré si se venden.
—Buena idea. Y si ves a Justin, ¿le dirías que necesito hablar con él?
Meg esperaba sinceramente no encontrarse con él.
—Ha apagado su móvil —, dijo Haley, —y se supone que tengo que hacerle la compra hoy.
—¿Le haces la compra?
—Le hago recados. Paquetes de correos. Le hago cosas para las que no tiene tiempo —. Cogió algunos perritos calientes de la máquina. —Creo que te dije que soy su asistente personal.
—Tienes razón. Lo hiciste —. Meg ocultó su diversión. Ella había crecido rodeada de asistentes personales, y hacían mucho más que recados.
Cuando llegó a casa esa noche, abrió las ventanas, contenta de no tener la necesidad de mantenerse oculta, luego se dio un rápido chapuzón en el arroyo. Después se sentó con las piernas cruzadas en el suelo y examinó las joyas de bisutería no reclamadas, que había pedido permiso para coger de la caja de objetos perdidos del club. Le gustaba trabajar con joyas y el comienzo de una idea había estado hurgando en su cabeza desde hacía unos días. Sacó un par de antiguos alicates de boca plana que había encontrado en un cajón de la cocina y comenzó a desmontar una pulsera barata.
Un coche se detuvo fuera y, unos minutos después, Justin deambulaba por allí con una vestimenta casual de pantalones azul marino y una camisa de sport gris que le sentaba maravillosamente.
—¿Has oído hablar de llamar a la puerta? —dijo ella.
—¿Has oído hablar de allanamiento?
El cuello abierto de su camisa revelaba la base de su garganta bronceada. Fijó la vista en ello durante un momento demasiado largo, luego dio un golpe a un eslabón unido al broche de la pulsera. —Recibí un mensaje de Lucy hoy.
—No me importa —. Se adentro más en la habitación, llevando con él el nauseabundo olor de la bondad sin adulterar.
—Todavía no me ha dicho qué está haciendo o dónde está —. Los alicates se cayeron. Ella hizo una mueca mientras se apretaba el dedo. —Todo lo que dijo es que ningún terrorista la ha capturado y que no debería preocuparme.
—Te lo repito. No me importa.
Ella se chupó el dedo. —Sí, te importa, aunque no de la forma que a la mayoría de novios abandonados lo haría. Tu orgullo está herido, pero tu corazón ni siquiera parece magullado, mucho menos roto.
—No sabes nada sobre mi corazón.
No permitiría que la necesidad de ser desagradable desapareciera y, como una vez más sus ojos se fijaron en ese odioso cuello de la camisa abierta, recordó una de las golosinas que había elegido de donde Haley. —¿No crees que es un poco embarazoso para un hombre de tu edad vivir todavía con tus padres?
—No vivo con mis padres.
—Lo suficientemente cerca. Tienes una casa en la misma propiedad.
—Es una gran propiedad y les gusta tenerme cerca.
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Llamame Irresitible
Teen FictionMeg Koranda es la mejor amiga de Lucy Jorik, que está a punto de casarse con Justin Beudine. Justin es la clase de hombre por quien toda mujer suspira, al que todo los padres adora y cuya vida quisiera tener cualquier hombre. Es el tipo perfecto par...