Capitulo 22

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Lo bueno es que hiciste un birdie uno y dos, hijo —, dijo Dallie. —Seguro que tenemos una racha de mala suerte.

Ella no veía sentido a ignorar lo obvio. —Yo soy la mala suerte.

Mark le disparó una mirada de advertencia por violar la regla de no hablar y no llamar a Dallie "señor", pero Spencer Skipjack se echó a reír. —Al menos es honesta. Más de lo que yo puedo decir de la mayoría de las mujeres.

Fue el turno de Justin de enviarle una mirada de advertencia, ésta prohibiéndole comentar la idiotez de un hombre que estereotipaba a todo un género. A ella no le gustaba la forma en que Justin estaba leyendo su mente. Y realmente no le gustaba Spencer Skipjack, que era un fanfarrón y un estúpido.

—La última vez que estuve en Las Vegas, me encontré con Michael Jordan en una de las salas privadas...

Se las arregló para sobrevivir al séptimo hoyo sin romper más regla, pero le dolían los hombros, sus nuevas zapatillas de deporte le rozaban una ampolla en el dedo pequeño, el calor le estaba pasando factura y le quedaban once miserables hoyos a los que ir. Ser obligada a cargar con una bolsa de golf de dieciséis kilos para un campeón atlético de 1,83 m, que era capaz de hacer el trabajo por sí mismo, le parecía cada vez más absurdo. Si había hombres saludables y fuertes demasiados vagos como para llevar sus propias bolsas, ¿por qué no cogían unos coches de golf? Todas las cosas que tenían que hacer los caddie no tenían sentido. Excepto...

—Buen tiro, señor Skipjack. En realidad lo ha clavado —, dijo Mark con un asentimiento de admiración.

—La forma de jugar del viento, señor Traveler —, dijo Jenny.

—La giraste como una peonza —, ofreció Skeet Cooper al padre de Justin.

Mientras escuchaba a los caddies elogiar a los jugadores, concluyó que todo esto iba sobre el ego. Sobre tener tu propio equipo para aplaudirte. Ella decidió probar su propia teoría. —¡Wow! —exclamó en el siguiente tee cuando Justin golpeó. —Bonito drive. Realmente golpeaste eso lejos. Muy lejos. Todo el camino... hasta allí abajo.

Los hombres se giraron a mirarla. Hubo una larga pausa. Finalmente Kenny habló. —Estoy seguro que desearías poder golpear una bola como esa —. Otra larga pausa. —Lejos.

Prometió no decir otra palabra, y podría haber cumplido esa promesa si a Spencer Skipjack no le gustara hablar tanto. —Preste atención, señorita Meg. Voy a usar un pequeño truco que aprendí de Phil Mickelson para enviar esta justo al lado de la bandera.

Justin se tensó al igual que lo había estado haciendo cada vez que Skipjack se dirigía a ella. Esperaba que ella lo saboteara, y definitivamente lo haría si sólo su felicidad y bienestar estuviera en juego. Pero algo más estaba en juego.

Se enfrentaba a un dilema imposible. Lo último que necesitaba el planeta era otro campo de golf absorbiendo sus recursos naturales, pero era obvio incluso para ella lo mucho que estaba sufriendo el pueblo. Cada edición del periódico local informaba de otro pequeño negocio cerrado o alguna asociación de caridad en apuros por no poder mantenerse al día por el incremento de sus servicios.

 Y ¿cómo iba a juzgar ella a otros cuando estaba viviendo una vida que era cualquier cosa menos verde, empezando por su coche de alto consumo de gasolina? No importaba lo que hiciera ahora, sería una hipócrita, sí seguía su instinto, abandonaría unos cuantos de sus principios y jugaría al buen samaritano con el pueblo que la odiaba. —Verle golpear la pelota de golf es puro placer, señor Skipjack.

—Naw. Sólo soy un aficionado comparado con estos chicos.

—Pero ellos juegan al golf a tiempo completo —, dijo ella. —Usted tiene un trabajo de verdad.

Ella creyó oír a Kenny Traveler bufar.

Skipjack se rió y le dijo que deseaba que ella hubiera sido su caddie, incluso aunque no sabía una maldita cosa sobre el golf y él necesitara más de siete golpes para compensar sus errores.

Cuando se detuvieron en la sede del club entre los hoyos nueve y diez, el partido estaba parejo: cuatro hoyos para Justin y Dallie, cuatro para Kenny y Spencer, un hoyo empatado. Ella consiguió un pequeño descanso, no tan largo como para una siesta, pero suficiente tiempo para salpicarse agua fría en la cara y curarse las ampollas. Mark se puso a su lado y la reprendió por ser demasiado familiar con jugadores, hacer demasiado ruido en el partido, no estar lo suficientemente cerca de su jugador y mirar mal a Justin. —Justin Beaudine es el chico más agradable del club. No sé que está mal contigo. Trata a todo el personal con respeto y da grandes propinas.

De algún modo sospechaba que esto no se aplicaría a ella.

Cuando Mark se marchó para pegarse a Kenny, ella se acercó con aversión a la gran bolsa azul marino de Justin. Las fundas doradas de los palos conjuntaban con las costuras de la bolsa. Sólo dos fundas. Al parecer acababa de perder una. Justin apareció detrás de ella, frunció el ceño ante la pérdida de una funda, luego a ella.

—Te estás poniendo demasiado cariñosa con Skipjack. Da marcha atrás.

Esto por jugar al buen samaritano. Ella mantuvo su voz baja. —Crecí en Hollywood, así que entiendo a los hombres egocéntricos mucho mejor de lo que tú lo harás nunca.

—Eso es lo que tú crees —. Él le puso la gorra que llevaba puesta. —Ponte una maldita gorra. Aquí tenemos sol de verdad, no a esa mierda aguada a la que estáis acostumbrados en California.

En los últimos nueve hoyos, hizo perder otro hoyo a Justin y su padre porque arrancó unas malas hierbas para proporcionarle a Justin un mejor tiro. Sin embargo, a pesar de los tres hoyos que les había costado, y el ocasional tiro errado por Justin cuando difícilmente trataba de disimular lo cabreado que estaba con ella, todavía era altamente competitivo. —Hijo, hoy estás jugando un partido extraño —, dijo Dallie. —Momentos de brillantez mezclados con algunos momentos de locura. No te he visto jugar tan bien, o tan mal, en años.

—Un corazón roto provoca eso en un hombre —. Apuntó Kenny desde el borde del green. —Les hace volverse un poco locos —. Su bola se paró a unos cuantos centímetros de la bandera.

—Además de la humillación de que todo el mundo en el pueblo todavía sienta lástima por él a sus espaldas —. Skeet, el único caddie que tenía permitido tratar de forma familiar a los jugadores, quitó algo de maleza que había caído en el green.

Dallie se preparó para su disparo. —Intenté enseñarle con el ejemplo como se mantiene a una mujer. El niño no prestó atención.

Los hombres parecían deleitarse burlándose de las vulnerabilidades de los otros. Incluso el propio padre de Justin. Una prueba de hombría o algo así. Sí sus amigas hicieran entre ellas lo que hacían estos tipos, alguien habría terminado llorando. Pero Justin simplemente sonrió como siempre, esperó su turno y golpeó su putt alejando la bola unos tres metros.

Cuando los hombres abandonaron el green, Kenny Traveler, por alguna razón que ella no podía comprender, decidió decirle a Spencer Skipjack quiénes eran sus padres. Los ojos de Skipjack se iluminaron. —¿Jake Koranda es tu padre? Eso si es realmente algo. Y yo aquí pensando que trabajabas de caddie por dinero —. Lanzó una mirada entre ella y Justin. —¿Ahora sois pareja?

—¡No! —dijo ella.

—Me temo que no —, dijo sencillamente Te. —Como puedes suponer, todavía estoy intentando recuperarme de mi compromiso roto.

—No creo que pueda llamarse compromiso roto cuando te dejaron plantado en el altar —, señaló Kenny. —Eso es conocido más comúnmente como catástrofe.

¿Cómo podía Justin estar tan preocupado porque ella lo avergonzara hoy cuando sus propios amigos estaban haciendo tan buen trabajo? Pero Skipjack parecía estar pasándoselo como nunca en su vida, y se dio cuenta que su charla sobre asuntos personales le hacía sentir como si fuera uno de ellos. Kenny y Dallie, con todas sus idioteces de perros viejos, estaban consiguiendo lo que querían.

Llamame IrresitibleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora