Algunos shots e imaginas con los personajes de Marvel, tanto Vengadores, como X-Men; situaciones románticas, graciosas, tristes y cotidianas que les puede suceder a estos héroes
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Eras uno de los discípulos de Kaecilius que quedaban vivos y de los más leales a él, te había convencido, con tal vehemencia, que el Anciano estaba cometiendo una falta grave contra las leyes de la naturaleza, que simplemente lo seguías sin admitir una opinión diferente. Pero cuando te enfrentaste ante ese nuevo alumno de aspecto elegante, comenzaste a dudar de lo que tu líder te había dicho. Luchar cuerpo a cuerpo contra él ya te estaba agotando mental y físicamente.
-¡Vamos! Pareces muy inteligente como para seguir enfrascada en esto... tu maestro está equivocado -decía jadeante mientras se recuperaba de uno de tus ataques
-Tú tienes poco entrenando aquí en el templo, no puedes asegurar que lo que dice Kaecilius es una farsa -lo defendiste con ferocidad
-Piénsalo un momento: ¿busca atacar al Anciano porque roba energía de la oscuridad para ser inmortal... y quiere hacer lo mismo? ¿No te parece un poco (demasiado) contradictorio)? -su tono de voz se volvía tan envolvente, con esa sensualidad innata que te empezaba a cautivar
-¡Lo que hace mi maestro es para probar que el Anciano está equivocado! -ya no encontrabas una defensa tan bien argumentada
-Vamos querida, esto que haces es absurdo, te estás sacrificando por alguien que se la da de Mesías pero es un profeta de quinta -bajó sus brazos que estaban en posición defensiva y lentamente se fue acercando a ti, engulléndote con esos hermosos ojos azulados -ríndete y juntos podremos vencerlo: eres fuerte, decidida y... muy hermosa -su mirada serena y quieta te robaron el corazón
-Solo me estás engañando -tu voz también había cambiado, era más suave y tu cuerpo dejó de defenderse -estás lanzando un hechizo sobre mí
-¿Ah, en serio? -sonrió de lado y levantó una ceja de forma jueguetona -creo que has sido tú quien me ha hechizado; ven preciosa, juntos venceremos a ese tirano -adelantó su brazo ofreciéndote una tregua
Sin un sustento razonable, tomaste su mano y te acercaste a él hasta ponerte a 10 centímetros de distancia, tu respiración y la de él se acompasaron al mismo tiempo y te extraviaste en ese mágico momento. Kaecilius había perdido a su última seguidora.
