Capítulo 47

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Gabriel.

Dos meses... ¡Dos malditos meses en los que no resistía más estar alejado de ella! Las botellas de alcohol y colillas de cigarrillos se encontraban esparcidas por todo el piso de la estancia, y como única fuente de luz, la luna hacía entrar su luz por los ventanales. El Ifriqia siempre se había considerado como alguien capaz de resolver cualquier problema en un abrir y cerrar de ojos sin salir afectado, entonces ¿Porque no podía arreglar los problemas en su matrimonio? Cansado se levantó del sillón que se había convertido en su colador de penas para dirigirse a la ventana.  Observó a lo lejos las luces de su casa aún encendidas ella estaba ahí, lo sabía, sabía que en algún lugar de esa casa su ángel estaba ahí, esperando por él... Deseando que el volviera y juntos buscarán una solución. Juntos. 

Sino hubieses Sido tan cobarde esto no estaría pasando... No estaríamos por perderla.

Nuevamente ahí estaba esa voz, durante las noches la escuchaba recriminarle y echarle en cara sus errores, en ocasiones aún en aquella lúgubre oscuridad que lo envolvía para protegerlo de la realidad creía verla. Esa sombra... Ese demonio que habitaba dentro de él y que día con día se encargaba de hundirlo más en su miseria, Gabriel no lo soportaba más, esa sombra siempre había estado trás él ahogandolo, hundiendolo, ahorcandolo y empujándolo al borde de la locura. Frustrado se llevó las manos a la cabeza jalando y tirando de su cabello dejando libre su frustración.

-Cállate... Solo cállate...—Decía Gabriel entre susurros que eran entrecortados por los gemidos y gruñidos lastimeros que brotaban de su garganta, aquél hombre imponente que hacía temblar al mundo con su sola mirada y presencia había muerto. Dejando en su lugar a un hombre derrotado, aquella mirada zafiro que brillaba sin compasión al herir a otros ahora era opacada por las incontables lágrimas que habían derramado sus ojos.— tú no eres real... Me olvidé de ti ¡No eres real!

Gritó encolerizado y aterrado cuando levantó su vista hacia la chimenea de la estancia, y como si viera un ser horrendo delante de él, se manifestaba una sombra más oscura que la habitación. Lo único que la diferenciaba de toda aquella oscuridad eran sus ojos, dos llamas de color zafiro que parecían arder en fuego. Gabriel la observó por tiempo indefinido hasta que nuevamente un dolor lacerante y agudo llegó de golpe a su cabeza, trayendo consigo todas aquellas palabras que de niño hasta ahora había escuchado y callado.

¡No me importa si es mi hijo o no! Lo odio al igual que a ti Sheila.

Ma... Mamá...

Vamos Gabriel, ¿Acaso no crees que el suelo se ve mejor teñido de la sangre de esa sirvienta?

Cállate Janeth ¡Cállate por favor!

Tú solo buscas destruir Gabriel, no sabes demostrar que amas a Rebecca ¡La consumirás como consumiste a Janeth!

Edward... Maldito ¡Desaparece!

Un solo accidente y ella se librará del bebé, solo trato de ayudarte.

Muérete Marcus ¡Tú y todo el mundo desaparezcan!

Gabriel...

Esa voz.. yo... Yo la conozco...

Gabriel...

Mi ángel ¿Tú me estás llamando?

Gabriel... Vuelve por favor, no puedo hacer esto sin tí... ¿Donde está aquel hombre imponente y poderoso que se cree el rey del mundo? Lo necesito... Te necesito mi demonio...

Rebecca no... No lo hagas... ¡No uses su voz! ¡No te atrevas a usarla a ella!

Tu padre es uno de los responsables de que yo exista Gabriel ¿Acaso no recuerdas todos esos años de encierro en la oscuridad? ¿No te daría placer deshacerte al fin de ese viejo? ¡Vamos Gabriel! Por los viejos tiempos, yo puedo ayudarte.

Mi forma de amarte [TERMINADA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora