- Hola - dijo una voz que yo conocía perfectamente pero que resultaba muy lejana en mis recuerdos.
Tardé unos segundos en girarme, segundos que se me hicieron eternos, no sabía como reaccionar a lo que estaba a punto de encontrarme.
Armándome de valor me giré intentando sonreír y que no se notara que mi interior estaba a punto de explotar por un cúmulo de sentimientos contrapuestos entre sí, no sabía si lo que más tenía era miedo, rabia, felicidad... incluso algo que me costaba descifrar y que había cerrado con fuerza la boca de mi estómago. Cuando me giré completamente y dirigí mi vista hacia la frontal del escenario la vi.
Ahí estaba ella, con una sonrisa radiante. No había cambiado nada, absolutamente nada, sino fuera por esa sonrisa que ahora iluminaba su cara y que no tenía la última vez que nos vimos. El pelo le caía igualmente sobre los hombros con sus particulares puntas elevadas, la ralla al medio, esa sonrisa desordenada y esos ojos marrón miel profundos en los que tantas veces me había perdido y encontrado años atrás. Llevaba unos vaqueros y una blusa rosa con un estampado de flores, estaba algo maquillada lo que me resultó gracioso porque recuerdo que sólo lo hacía en ocasiones particulares. ¿Qué hacía ella en un lugar como este?
- Ho...hola - dije sin poder separar los pies del suelo.
- ¿No piensas saludarme? - dijo abriendo los brazos y ampliando aun más si cabe la sonrisa de su cara.
- Sí, claro... - dije avanzando torpemente entre los cables procurando no tropezarme, recogí el botellín del suelo buscando una cierta seguridad en mi que realmente no tenía. Me apoyé sobre mis manos en el escenario y bajé saltando hasta quedarme en frente suya.
- Anda, dame dos besos - dijo ella mientras se acercaba a mi cara y dejaba en ambas mejillas dos sonoros besos.
Yo le correspondí lanzando casi los besos al aire, me había pillado desprevenida. No era capaz de articular palabras y agradecí en ese momento una mano amiga que se me posó en el hombro.
- Venga ya - dijo la voz de Rafael a mi espalda - ¿no me digáis que os conocéis? - preguntó asombrado.
Ambas asentimos, ella sonriendo, yo todavía sin saber reaccionar.
- Así que la niña - como solía llamarme cariñosamente - y mi estupenda Marina se conocen de antes, esto no me lo pierdo, ¿de qué? - preguntó echándonos un brazo por encima a cada una.
- Bueno, yo le dí clases a ella durante un par de años - dijo ella sonriendo mientras no me apartaba la mirada.
- Sí, justo eso - fue lo único que acerté a decir intentando sonreír.
- Y hacía mucho tiempo que no nos veíamos - prosiguió ella - pero ya veo que estás estupenda - dijo echando mano a mi mejilla y pellizcándola suavemente lo que hizo que se me erizara la piel.
- ¿Cuánto? - dije como si no supiera incluso contar en días cuanto tiempo hacía - ¿dos años no?
- Si bueno, más o menos - certificó ella tocándose la nuca en un gesto que no supe descifrar.
- ¡Pero esto hay que celebrarlo! - dijo Rafael con una gran sonrisa alzando los brazos - vamos a la barra a por algo para brindar - dijo cogiéndonos a las dos de los brazos.
- Un momento, yo voy a salir a fumar - dije parándome en seco.
- ¿Todavía fumas? ¿No ves que eso ya no se lleva? - me preguntó ella divertida.
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Me quedo contigo
RomanceAna es una chica de 26 años que canta en el grupo de versiones rock "Yonkola", su vida está dedicada a la música, la poesía y el abuso de drogas y alcohol al que somete su cuerpo cada fin de semana. Hace dos años llegó a Sevilla y fue allí cuando co...