Desperté a la mañana siguiente con uno de esos dolores de cabeza que hacía tanto tiempo que no sentía y maldije la última cerveza de la noche anterior, nada tenían que ver las dieciocho que me había tomado antes, la culpa siempre era de la última. Con la boca seca y los párpados entornados salí hacia el salón de casa buscando la cocina y la nevera para beber agua.
- Ala hija... anoche lo hicisteis bien eh - advirtió mi madre mirándome con las manos en jarra divertida.
- Sí... hacia tiempo que no salía así - admití yo frotándome los ojos.
- Claro... como estás sola ahora... te despendolas - dijo mi madre sin cambiar el tono risueño.
- Bueno, no tiene nada que ver - dije mirando hacia otro lado.
- No te estoy diciendo que me parezca mal, sólo que admítelo, si estuviera Marina aquí no hubieras estado todo el día y la madrugada en la calle ¿no crees? - preguntó ella.
- Seguramente tengas razón - admití.
Eso me preocupó en cierto modo. Yo era así, esa era mi vida normalmente, a lo mejor no de diario pero sí cada poco tiempo. Esa era la parte de mi que no quería perder y no es que Marina me cohibiera en ese sentido, o tal vez sí y eso me preocupaba. A ver, no estaba echándole las culpas de nada a Marina ni mucho menos, más bien era el hecho de que cuando ella estaba no iba a hacer esas cosas... tampoco surgían. Llamé a Marina para hablar un rato con ella y le conté que estaba resacosa, cuando ella me preguntó que qué tal la noche anterior le dije que de locura que ya se lo contaría.
Por la tarde quedé con Candela para tomar algo. Ambas aparecimos con las respectivas gafas de sol que ocultaran todo lo posible la resaca que todavía se hacía patente en algún momento.
- Candela... ¿tú también sientes que cuando estás con tu novio hay cosas que no harías y que sí que haces con nosotros? - pregunté sin dar rodeos.
- Sí... al menos en parte, no sé, es que es distinto... ¿lo dices porque no hubieras hecho lo que ayer si estuviera Marina? - preguntó ella dándole un trago a una cerveza y poniendo una mueca de asco.
- No lo sé... pero es verdad que si estuviera ella pues estaría más pendiente de ella y no se, no es lo mismo. Y a veces pues como que prefiero hacer planes sólo con vosotros - confesé un poco preocupada.
- Una pareja no es un pack indivisible... se pueden hacer planes por separado porque apetecen o porque en ciertos momentos son mejores, y eso no está mal - dijo ella riendo.
Tenía razón. En realidad no tenía por qué sentirme mal, simplemente estaba disfrutando. Nos reímos con unas cuantas de cervezas más por delante, fuimos a cenar y volvimos a quedar de nuevo con Carlos y Marta. También salieron un rato el resto de mi grupo de amigos. Sin embargo no se quedaron demasiado tiempo, sólo nos quedamos Marta y yo que decidimos ir al mismo parque donde fuimos Marina y yo la noche que pasó lo de José Antonio.
- Tenía ganas de volver a estar una noche así contigo hablando de gilipolleces - dijo Marta mientras se hacía un porro - ¿quieres? - preguntó ofreciéndome la bolsita donde guardaba la droga.
- Un día es un día - dije encogiéndome de hombros y aceptando la invitación.
Pronto empezamos a decir numerosas tonterías que nos caracterizaban en esos momentos. Recordamos algunas de las batallitas que habíamos vivido juntas. En ese momento me llamó Marina. Miré a Marta que se encogió de hombros.
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Me quedo contigo
RomanceAna es una chica de 26 años que canta en el grupo de versiones rock "Yonkola", su vida está dedicada a la música, la poesía y el abuso de drogas y alcohol al que somete su cuerpo cada fin de semana. Hace dos años llegó a Sevilla y fue allí cuando co...