Cuando llegué a casa llevaba puesta mis zapatos favoritos que hoy eran más favoritos aún, y también mi sonrisa favorita, esa que sólo me sacaba ella y que llevaba mucho tiempo sin ponerme.
Vacié mis bolsillos al entrar sobre el cristal de la mesa del salón, las llaves, un mechero, otro mechero, un paquete de tabaco, papel de liar y también la bola de hachís. Me quedé mirándola como si de un pulso de miradas se tratara, tenía unas ganas tremendas de desmenuzar un poco y fumar, fumar hasta caer rendida. A la misma vez intentaba decirme a mi misma que, si le había dicho a Marina que quería dejarlo lo mejor era empezar esa misma noche, una vocecilla dentro de mi cabeza decía "¿qué más da hoy que mañana?" y otra a la vez le repetía "y mañana dirás que por un día más no pasa nada". Notaba mis manos temblar y esa misma inquietud se había trasladado hasta la boca de mi estómago. Fumar porros se había convertido en una parte tan normal de mi rutina diaria que dejarlo suponía un gran esfuerzo, ahora una de las vocecillas decía "no eres capaz de dejarlo" y la otra "no eres capaz porque no lo intentas". Saqué un cigarro y me lo encendí mientras seguía mirando fijamente. Estaba totalmente convencida de que el día que lo dejara tendría que hacerlo por mi, no porque nadie me lo exigiera y a decir verdad era yo la que le había dicho a Marina que quería dejarlo, pero en la soledad de mi piso todo se magnificaba y lo que había parecido unas horas atrás la decisión más meditada y segura del mundo ahora no lo era tanto.
Odiaba verme flaquear. Esto no lo estaba haciendo por Marina, sino por conservar o demostrarle que podía hacerlo, pero ¿realmente quería hacerlo? seguramente la respuesta a esa pregunta sería no, pero ¿me sentiría culpable si lo hiciera y se lo ocultara? ahí no tenía duda, la respuesta era sí. Y ahí estaba la maldita razón por la que yo había decidido que lo dejaría cuando yo quisiera, para no tener la puta sensación de que le estaba fallando a alguien.
La vibración de mi móvil me hizo salir de mis pensamientos.
Marina Profe: ya estoy en casa, supongo que tú hace rato que llegaste
Miré el móvil sonriendo y me dispuse a contestar.
Yo: sí, aquí estaba en el salón intentando sobreponerme a las ganas de fumarme un porro
Marina Profe: ... no quiero que te sientas presionada...
Yo: no es eso en sí... es que no quiero fallarte
Marina Profe: no me estarás fallando a mi, sino a ti
Yo: joder, es que es difícil, estoy muy acostumbrada, demasiado
Marina Profe: claro... si fuera fácil no sería un problema, pero ya te digo, no quiero presionarte, no quiero que hagas nada por mi si tú no quieres hacerlo
Yo: si por mi fuera no lo haría... pero sé que tampoco me está aportando nada bueno
Marina Profe: si lo haces hazlo por ti, yo sólo puedo apoyarte si decides hacerlo
Yo: antes de que aparecieras hace algo más de un mes en mi vida no me lo planteaba siquiera
Marina Profe: pues no lo hagas si no quieres... pero en la vida hay que ser consecuentes y sabes la opinión que yo tengo al respecto
Yo: a qué te refieres?
Marina Profe: nada... da igual, ya he dicho que no quiero presionarte ni hacerte elegir, tú sabrás lo que haces.
Yo: pero no quiero que te enfades
Marina Profe: no me enfado Ana, pero no me digas que quieres dejarlo para quedar bien conmigo y luego cuando llegues a casa te hartes
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Me quedo contigo
RomanceAna es una chica de 26 años que canta en el grupo de versiones rock "Yonkola", su vida está dedicada a la música, la poesía y el abuso de drogas y alcohol al que somete su cuerpo cada fin de semana. Hace dos años llegó a Sevilla y fue allí cuando co...