Vacaciones

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Despertamos aquel caluroso sábado, a decir verdad desperté yo, el sol pegaba fuertemente a través de la ventana lo que me hizo taparme los ojos al no ser capaz de acostumbrarme a tanta claridad, me dolía levemente la cabeza y notaba la boca seca. Resaca lo llaman. Miré hacia ambos lados de la cama donde me encontraba sola, sin embargo el ruido de algunos artilugios metálicos de la cocina me hizo saber que Marina estaría allí. Me levanté de la cama despeinando mi propia cabeza mientras que me dirigía al baño, hacía muchísima calor hoy por lo que ni siquiera me esforcé en ponerme nada más que no fuera la camiseta que llevaba y la ropa interior, me lavé la cara con agua fría y me sonreí a mi misma en el espejo. Después fui a buscar a la mujer que tan feliz me hacía. Me sorprendió encontrarla a ella de la misma guisa que yo preparando algo de comer. Entonces miré el reloj, eran las dos de la tarde, ¿a qué hora se habría despertado?

- Buenos días cariño - dije llegando hasta ella y abrazándola por detrás, ella se sobresaltó ligeramente.

- Buenas tardes bella durmiente - respondió ella girándose y dándome un suave beso en los labios.

- ¿Llevas mucho tiempo despierta? - pregunté por curiosidad.

- Desde las doce o así, no soy capaz de levantarme más tarde - suspiró ella.

- Ella responsable - reí.

- Alguien tiene que serlo en esta historia... y veo que me toca a mi - se encogió de hombros riendo - estoy preparando algo de comer, ¿me ayudas?

- Claro... aunque yo ya tengo delante mi plato favorito - dije dándole algunos besos en el cuello.

Ella empezó a reír mientras se volvía a girar para seguir haciendo la comida, yo seguía abrazada a su espalda, bajé mis manos hasta acariciar sus piernas.

- ¿Me vas a dejar hacer de comer? - preguntó ella divertida mientras tiraba de mis manos hasta ponerlas al rededor de su cintura de nuevo.

- Es que tienes muy poca ropa y se me van las manos solas - me quejé yo acariciando ahora su vientre por debajo de la ropa.

Ella rió y siguió con lo que estaba haciendo. Yo subí mis manos hasta sus pechos.

- Anita... tengo hambre - se quejó ella pero sin apartarme.

- Yo también - volví a besar su cuello.

- De comida... no sabes lo peligroso que puede ser dejarme sin comer - me advirtió ella - me cambia el humor y no para bien.

- Está bien, está bien - sabía que lo decía en serio. Alcé las manos en señal de rendición y me puse a su lado a ayudarla con lo que me pidiera. Estaba preparando ensalada y algo de carne a la plancha.

- Uy que seria te has puesto - dijo ella dándome levemente en el culo con un trapo de cocina.

- No quiero jugármela a que me muerdas - bromeé yo.

- Pero si es lo que quieres, que te muerda - soltó una carcajada.

Yo reí con ella, era cierto. Cuando terminamos de preparar la comida nos sentamos a comer.

- Oye Ana... esta mañana me ha dado por pensar varias cosas - empezó a decir ella captando mi atención - mis veranos se basan en un no parar de un lado hacia otro... y me preguntaba si querrías acompañarme en alguno de esos planes...

- Yo iría contigo donde tú quisieras, qué tienes que proponerme - dije yo mirándola con curiosidad.

- Verás... en primer lugar... mi familia tiene una casa en Conil donde nos juntamos todos los veranos al menos unos días... tal vez, si quieres... bueno, igual podrías venir, quiero decir, me gustaría que vinieras - terminó de decir.

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora