Dying for an angel

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¿Qué os puedo decir? Roma era impresionante, en estos días habíamos visitado todo lo que se espera de dos buenas turistas, el Coliseo era otra de las cosas que quería ver con la luz del día y también a plena noche. Pero no era lo único que me había fascinado, cada cúpula de cada iglesia, cada plaza, cada monumento mundialmente conocido o no, cada escultura... Tenemos la mala costumbre de no apreciar lo que vemos cada día y sí lo que vemos fuera, la verdad es que Roma como ciudad dejaba mucho que desear, lamento decirlo, la Roma antigua y monumental era de un valor incalculable, lo demás... que me den muchos otros sitios, incluso Sevilla.

- No he acertado mucho con Roma, ¿verdad? - dijo Marina sonriendo pero con cierta pena.

- ¿Lo preguntas en serio? - respondí a modo de pregunta sorprendida.

- No te gusta la ciudad - dijo ella encogiéndose de hombros.

- Roma me encanta... la parte monumental, me maravilla, en serio, volvería con los ojos cerrados... mejor dicho con ellos muy abiertos, lo que no me gusta es que es demasiado grande, demasiada gente... mucho tráfico, un ritmo de vida muy acelerado, hay que tener cuidado por donde pasas... me gustan más las ciudades tranquilas - argumenté yo.

- No cruces el charco entonces ni vayas a Nueva York nunca - sentenció ella riendo con sorna.

- ¿Sinceramente? Nunca he tenido intención - respondí yo.

Ella rió algo más fuerte. En ese sentido había una diferencia inmensa entre Marina y yo, a pesar de que ella era a la que le gustaba estar sola, ser poco sociable, salir lo justo y una vida algo más estoica luego adoraba las grandes ciudades. Yo, por el contrario, siempre rodeada de mi gente, hacía la mayor parte de mi vida en la calle, adoraba esos días en los que las mediodías se convierten en tardes, las tardes en noches y las noches en madrugadas pero siempre de tranqui, cuanto menos gente al rededor casi que mejor. Era por eso que después de esto tenía pensado irme unos días de relax al pueblo, con Carlos, Marta y Candela. Marina, tal y como le había prometido a su hermana Loli el día de su cumpleaños iría de nuevo a Málaga (donde vivía Loli con Jesús y sus hijos) para hablar con ella. Ambas pensamos que era una buena idea separarnos unos cuantos días, no lo malinterpretéis, fue consensuado, somos pareja pero eso no implica que todos los planes tengan que hacerse de manera conjunta. Yo no quería perderme por el camino y ella tampoco... y eso era sencillamente maravilloso.

La verdad es que me había acostumbrado tanto a Marina que sabía que se me iba a hacer raro estar unos días sin ella, pero también es cierto que ella prefería ir sola después de lo ocurrido en Conil. Yo también lo prefería.

- Lo mismo cuando vuelva al pueblo para la feria te encuentro con la misma ropa que te suelte porque no has salido del bar - bromeó ella.

- Pues... no me atrevería a jurarte lo contrario - respondí yo riendo.

- Ten cuidado... no quiero parecer tu madre pero ya sabes a lo que me refiero - dijo ella algo cortada.

- Tú lo has dicho, no eres mi madre... - dije con cierto fastidio - pero lo tendré... de verdad, el pueblo es otra historia muy distinta a Sevilla.

- Sé que lo tendrás, en realidad confío mucho en ti, de verdad - dijo ella acariciando mi mejilla y pellizcándola con suavidad.

- También echo de menos a los chicos... el otro día me pidieron fotos y la verdad es que tengo muchas ganas de verlos - dije yo cambiando de tema.

- ¿Te puedo decir que echo de menos a Rafael o te vas a enfadar? - preguntó ella sacándome la lengua.

- Eres idiota - le respondí con fastidio. Ella rió a carcajadas - yo también lo echo muchísimo de menos...

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora