Ana

309 13 0
                                    

Ella empezó a tocar una canción que yo conocía bien y que llevaba mi nombre.

Ana, es tan corta la vida,
y son tantas despedidas
llenas de promesas vanas.

Ana, ¿qué será de nosotros
cuando caigamos y otros
ocupen nuestro lugar?

Ana, ¿dónde será la batalla
próxima en que perdamos
la guerra contra la soledad?

Ana, volverás a escuchar
las piedras que contra tu ventana
lanzó la felicidad.

Lanzó la felicidad.

Ana, es tan corta la vida,
quizás me vuelva mentira
y no te conozca mañana.

Ana, cuando te esconda un abrazo
recuerda entonces el año
en que forjamos la paz.

Ana, quizás me marche y no vuelva,
quizás me muera y no tengas
que maldecirme jamás.

Ana, te veo y me declaro culpable
de desear tu presencia
más que desear la paz.

Ana, ¿qué hago yo con mis canciones,
con el manojo de escarcha,
con mis ganas de matar?

Ana, ¿qué hago yo con las montañas
de papeles que he firmado
jurando morir o amar?

Jurando morir o amar

Ana

Cuando terminó de cantar yo la miré emocionada, escuchar esa canción, de su voz, con todas las cosas que esa canción decía... Si esa noche era un sueño que no me despertara nadie, que hicieran el favor de parar el mundo, que nadie osara aparecer en el mundo y me llevara a otro lugar que no fuera a su lado.

- Ana... debo ser sincera contigo - dijo ella mirándome a los ojos. Estaba seria. Yo me tensé y empecé a temerme algo malo - no sé que me pasa contigo... no lo he sabido nunca, desde que te conocí... sacas lo mejor y lo peor de mi, me haces sentirme viva, y haces que sienta algo aquí - dijo tocándose el vientre - que nunca había sentido con nadie. Me gusta estar contigo, me gusta mirarte cuando no te das cuenta de que lo estoy haciendo, me gusta observar tus gestos y me gusta tu juventud, tus ganas de comerte el mundo, tu forma de entender las cosas... y me gusta tu forma de mirarme... me gustas tú, muchísimo... - dijo ella.

 - Pero... - dije yo esperando que continuara, siempre había un pero. No esperaba todo lo que me había dicho y reconozco que nunca imaginé escucharlo de su boca, imaginarlo sí, pero nunca vi posibilidades reales de que eso pasara.

- Me da miedo... Pánico... Me aterra - dijo ella un poco nerviosa - yo no... Ana, te doblo la edad, he sido tu profesora, tú tienes todavía toda una vida por delante como para perder el tiempo conmigo... Yo... yo no puedo retenerte ni pretender hacerlo a mi lado, yo no puedo pedirte que lleves una vida como la mía, no puedo pedirte que dejes de ser tú - dijo ella dejando caer dos lágrimas de sus ojos lo que hizo que me estremeciera.

En ese momento me levanté y puse la silla más cerca de ella. Me senté a su lado y tomé sus manos entre las mías.

- Entiendo tu miedo... - empecé a decir - pero por favor no me pidas que tenga en cuenta que eres mucho mayor que yo, no pienses que malgasto mi vida estando a tu lado porque es lo único que llevo queriendo hacer desde que te conocí... soy más yo contigo que sin ti, y no siento que esté renunciando a nada, no siento que me pidas que esté renunciando a nada - dije mirándola a los ojos - eres una mujer maravillosa y - sonreí - tú también me haces sentir algo aquí que no había sentido con nadie - dije imitándola llevando mi mano a mi vientre.

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora