El fin de semana acabó con la misma rapidez con la que había llegado y con él se terminó la feria y la cantidad de horas en las que habíamos hecho de la calle nuestra única patria. Los litros y litros de cerveza que habían sido testigos de nuestro desfase habían dado paso a un largo día de resaca que era más lunes que cualquiera de aquellos en los que te tienes que levantar además para trabajar. El ambiente festivo, iluminado y ruidoso se había convertido en el silencio y la paz que caracterizaba la vida diaria y rutinaria de mi pueblo. Se habían marchado aquellos que habían venido para estos días, incluidos Rafael, Sergio, Alba y Lucas. Y yo me disponía a meter en un macuto ropa para un par de días ya que ya si tenía la necesidad casi urgente de volver a Sevilla con la misión de encontrar un piso donde vivir durante el curso siguiente. Marina se había empeñado en acompañarme a pesar de que le había repetido unas cuantas veces que no era necesario que lo hiciera, buscar piso que para mi era un coñazo a ella parecía divertirle.
- Míralo bien todo, que te convenza el piso en todos los sentidos, a ver si por querer buscar algo más barato o similar te vas a meter en un cuchitril donde luego no te sientas a gusto - relataba mi madre desde el marco de la puerta de mi habitación.
- Que sí mamá... que ya lo sé - contestaba yo con cierto fastidio.
- Y que la zona sea también buena - añadió ella.
- Vale - respondí yo alargando la primera vocal.
- Es que odio tener que despedirme de ti... quiero que estés bien y este año nos hemos visto muy poco - añadió ella cambiando el tono por uno de cierta preocupación.
- Estaré bien mamá... e intentaré venir más a menudo este año, lo prometo - le dije yo acercándome a ella para abrazarla.
Marina estaba cargando su coche con las cosas que había traído y que pensaba dejar en su casa en Sevilla, puesto que a ella apenas le quedaban tres semanas para volver a su rutina habitual de trabajo. A mi, por suerte, me quedaba una semana más que a ella de vacaciones.
Después de despedirnos de mis padres y mi hermano nos subimos en su coche dispuestas a ir de nuevo al horno que sin duda sería Sevilla en estos días.
- ¿Estás muy cansada? - le pregunté a Marina cuando bostezó después de unos minutos en carretera.
- Yo ya no estoy para estos trotes - rió ella mirándome levemente.
- Bueno, ya ha acabado... ahora tranquilidad - la animé yo poniendo mi mano sobre una de sus piernas.
Permanecimos en silencio unos minutos más. Yo iba absorta mirando el paisaje a través de la ventanilla y Marina muy concentrada en la carretera.
- ¿Sabes? Hay cosas que a veces me rondan la cabeza y nunca sé si decírtelas - dijo ella sacándome de mis pensamientos.
- ¿Cómo qué? - pregunté girándome para verla.
- Siempre me has dicho que lo tuyo con tu ex se acabó porque aparecí yo... pero las cosas no se acaban si no están mal ¿no? Quiero decir... ¿qué pasó? - preguntó ella algo nerviosa.
La verdad es que aquello me pilló un poco de sorpresa, no pensaba que Marina estuviera pendiente de eso.
- Bueno, no realmente - empecé a decir, hablar de mi ex con mi pareja me resultaba un poco incómodo - simplemente como te dije en su momento, me empecé a fijar en ti, no pude evitarlo y él tampoco.
- Supongo que tuvo que ser difícil para él... - añadió ella.
- Lo fue para los dos... Marina... nosotros teníamos muy buena relación, maravillosa de hecho, siempre me trató muy bien, nos reíamos muchísimo juntos, nos compenetrábamos, teníamos gustos muy parecidos y sobretodo él siempre fue un apoyo incondicional para mi... - empecé a relatar, ella me miró invitándome a seguir - supongo que me tocó de alguna forma ser la mala de la historia, bueno, de su historia... él supo desde el principio lo que empezaba a sentir por ti, esa era otra de las cosas maravillosas que tenía nuestra relación, la confianza era absoluta entre nosotros y yo sentía que le estaba fallando, que sin hacerlo lo estaba engañando... y él sin embargo seguía ahí, intentando recuperar de alguna forma esa atención o esas mariposas que yo ya sólo sentía cuando se trataba de ti... no puedo decir que nuestra relación estuviera muerta, de hecho no lo estuvo en ningún momento - admití con cierto pudor recordando multitud de cosas.
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Me quedo contigo
RomanceAna es una chica de 26 años que canta en el grupo de versiones rock "Yonkola", su vida está dedicada a la música, la poesía y el abuso de drogas y alcohol al que somete su cuerpo cada fin de semana. Hace dos años llegó a Sevilla y fue allí cuando co...