Agradecido

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El viernes se presentaba como un día diferente, al menos diferente al resto de viernes, también el fin de semana. Yonkola había decidido no actuar este fin de semana alegando que no podían contar conmigo y no tenían forma de sustituirme, a decir verdad un par de días Lucas podía cantar pero por cuestión de tiempo a todos nos venía bien. Yo llamé a la academia también para contar que volvería el lunes y también lo que me había pasado con un poco más de detalle (que adorné o suprimí parte de la realidad sobra decirlo), me dijeron que no pasaba nada que lo importante era que me recuperara. Claudia me llamó unas horas después y estuvimos hablando largo y tendido, ella sabía que anteriormente yo consumía y me preguntó que si tenía que ver con eso yo le dije que en parte sí y tampoco me pidió más explicaciones, simplemente me dijo que estuviera tranquila y que esperaba que todo se quedara en un susto.

Marina y yo estábamos solas en su casa, Alba ya se había ido a trabajar. Estábamos las dos en el salón, ambas corrigiendo exámenes y demás, yo todavía me sentía un poco como un cachorro al que le acaban de reñir por hacer pis donde no debe y cada vez que ella se ponía seria yo asumía que estaba enfadada y un nudo se me cogía en el pecho. Ella se reía y me decía que dejara de comportarme así. Para colmo, la noche anterior me había bajado la regla, lo que yo quería, por suerte solo me duraba tres o cuatro días en el peor de los casos pero los dolores a veces eran intensos y este mes no podía ser menos.

-  Estoy harta de notas y de corregir... necesito un respiro - dijo ella suspirando mientras se echaba las manos a la nuca - me duele el cuello encima.

- Si quieres puedo darte un masaje o algo - me ofrecí. La gente decía que tenía buenas manos, lo cierto es que solo aplicaba a los demás lo que me venía bien a mi.

Ella dudó unos segundos mirándome sorprendida.

- ¿Sabes hacerlo o me vas a dejar peor de lo que estoy? - preguntó divertida.

- Bueno... si no quieres no... no lo sé, la gente dice que lo hago bien - dije agachando la cabeza - ¿tanto te duele?

- Anda... mira que eres... sí, hazme lo que sea, confío en ti - dijo ella sentándose en el sofá e invitándome a sentarme con ella.

Empecé a masajear suavemente sus hombros y su cuello. La ropa hacía que mis manos no pudieran trabajar como quería pero tampoco me atrevía a pedirle que se quitara la camiseta. Un par de minutos después fue ella la que me dijo que si me importaba si se la quitaba, le dije que al contrario que así podría hacerlo mejor. Noté como la boca se me secaba, la luz daba en su pecho, su cabeza recta con la boca entreabierta, los ruiditos que hacía ante el contacto con mis manos, los ojos cerrados... todo ello unido al calor sofocante de Sevilla estaban haciendo en mi cuerpo un cocktail molotov que de todas formas se convertía en un absurdo sin sentido. Cerré los ojos intentando concentrarme en mis manos sin pensar que fuera el cuerpo de Marina el que estas estaban tocando. Ni siquiera me importaba no poder satisfacer mis propios deseos, de lo que me moría de ganas en esos momentos era de tocarla a ella. Suspiré. Ella se apartó un poco y sonrió. Luego se volvió a la misma posición en la que se encontraba.

- ¿Bien? - pregunté de nuevo concentrada en su cuello.

- Sí... tienes buenas manos, aunque yo eso ya lo sabía - dijo con la voz algo más elevada que un susurro.

- Gracias - le contesté yo ruborizada.

- Ya que estás podías seguir por la espalda... si quieres claro - sugirió ella.

No podía negarme por lo que le pedí que se tumbara y aunque estaba un poco bajo para mi no me importó, su cuerpo era un templo al que venerar y eso no lo cambiaba ni el malestar que yo sentía en la parte baja de mi vientre. Un tiempo después terminé y ella se quedó algunos minutos más ahí tumbada, me miraba sonriendo y yo me limitaba a sonreír también. Se incorporó y vino hacia mi, me besó y de una forma inconsciente mis manos acariciaron la piel que cubría la zona de sus costillas, las separé como si quemase y me limité a agarrarla por la cintura sin moverme de allí.

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora