En tu agujero

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Desperté con el sonido de mi alarma. MIERDA pensé para mí misma, no me había acordado de cambiar la alarma y si quería llegar andando desde aquí a la academia tenía solo cinco minutos antes de salir. Me levanté corriendo y empecé a vestirme rápidamente, no encontraba parte de mi ropa y no quería despertar a Marina. En ese momento sonó su alarma y ella se despertó parándola.

- ¿Qué te pasa? - preguntó cuando me vio buscando desesperada mi sujetador por la habitación.

- Llego tarde, se me olvidó cambiar la alarma y no tengo mucho tiempo si no quiero llegar tarde y aún así tendré que correr - contesté hablando bajito pero empezando a desesperarme - para colmo no encuentro el puto sujetador.

- Cálmate, está en la silla, donde estaba el resto de tu ropa - dijo ella incorporándose en la cama - además, no te preocupes, coge mi coche, yo me iré andando.

- No es necesario, de verdad - le dije mientras me ponía rápido el resto de la ropa.

- De verdad, además si no puede llevarme Alba, no tengo que entrar a primera hora - me aseguró ella.

- ¿De verdad? - me daba un poco de miedo coger el coche de Marina, era bastante más grande que el mío y yo algo patosa aparcando - Se lo mucho que aprecias tu coche.

Ella rió.

- De verdad, además, está a todo riesgo, solo procura llegar entera tú - dijo llegando hasta mi y dejándome un suave beso en los labios - voy a hacer café, ¿te esperas a tomártelo?

Yo asentí. Ir en coche me daba más margen de tiempo.

Recogí mis cosas y las guardé en la mochila que había traído. Salí hacia el salón, Alba estaba también allí, con el pelo revuelto.

- Hay una cosa que debes saber - me dijo Marina cuando llevó al salón una bandeja con tres tazas de café - Alba tiene muy mal despertar, no te asustes si no dice ni hola por las mañanas.

Alba la miró fulminante pero sin decir nada. Cogió una de las tazas y dio un largo sorbo al café.

- Sólo hasta que me tomo el café - dijo entonces con una media sonrisa.

Yo sonreí también.

Cinco minutos después me volvieron a entrar las prisas, no recordaba que aparcar no era mi fuerte y necesitaba el hueco de dos coches mínimo para hacerlo, normalmente no había tanto sitio libre cerca de la academia y más si me seguía retrasando. Marina me dio las llaves del coche divertida ante mi nerviosismo.

 - Tranquila cariño - dijo mientras me daba un beso antes de que yo abriera la puerta para salir - que tengas un buen día - me dio otro beso.

Yo salí corriendo de allí, me monté en su coche y lo puse en marcha. Me puse el cinturón y respiré un par de veces mientras me repetía una y otra vez "venga Ana, que tú puedes". La prudencia no era mi fuerte y sin embargo no había ido con tanto cuidado ni siquiera con el coche de la autoescuela. La verdad es que el coche de Marina era increíblemente cómodo, se manejaba divinamente y la dirección era muy suave, no como el mío, que solía decir bromeando que en vez de dirección asistida el mío tenía dirección resistida.

Llegué hasta la calle de la academia, por suerte quedaban diez minutos antes de que empezaran las clases, aparqué con una soltura que no me acompañaba normalmente y bajé del coche, miré la mochila, no era necesaria pero sí que tenía que sacar los exámenes de ella así que, cabreada conmigo misma porque una camiseta se había enredado en la libreta de anillas que usaba para poner las notas resoplé con fuerza.

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora