Me levanté tras ella y eché de nuevo un vistazo a su estantería, había dos cosas en las que no había reparado la noche anterior, una de ellas era una postal de una de sus películas favoritas que le regalé hace ya varios años, me sorprendió mucho que la siguiera guardando y no pude reprimir una sonrisa. Lo otro que me llamó la atención fue una foto donde salía Marina de más joven, muchísimo más joven, apostaría que era más joven en la foto de lo que yo lo era ahora. Tenía la misma sonrisa que ahora, el pelo recogido en una coleta, seguía igual de delgada, unos pantalones vaqueros altos, una camiseta de manga corta negra metida por dentro. Estaba muy guapa. A su lado había un muchacho algo mayor que ella, alto, muy delgado también, vestía igual que ella pero además le acompañaban unas gafas de sol, el pelo lo tenía moreno y rizado, de hecho se daba un aire a Sergio si no fuera porque este muchacho no tenía barba. Él la estaba mirando a ella, no me hacía falta ver los ojos de esta persona para saber que la estaba mirando con un cariño inmenso, ambos tenían una sonrisa inmensa y se tenían cogidos por la cintura.
- Ese es Luis - dijo ella entrando y poniéndose a mi lado - mi hermano, el que murió - explicó mientras cogía de mis manos la foto. Sentí el dolor en sus palabras. Yo no sabía qué decir - estábamos muy unidos ¿sabes? Me llevo varios años con el resto de mis hermanos, pero él solo era un par de años mayor que yo, siempre íbamos juntos a cualquier sitio, salíamos juntos, bueno, mejor dicho yo salía a veces con él, mis amigos eran los suyos hasta que... bueno, ya sabes el final - ella se giró para darme la espalda visiblemente emocionada.
- Marina yo, lo siento - dije abrazándola por detrás.
- No, no te preocupes, no has hecho nada... es solo que no suelo hablarle a nadie de él, a decir verdad creo que solo a ti te lo he nombrado en este tiempo, fuera de la gente que lo conocía y demás - aclaró ella.
Yo no deshice el abrazo, me gustaba que me diera pinceladas de su vida aunque no todas fueran anécdotas alegres.
- Es una tontería, pero me gusta creer que la gente sigue viva mientras nosotros las llevemos aquí - le dije poniendo mi mano sobre su pecho a la altura del corazón.
Ella sonrió y se giró hacia mi, me besó dulcemente.
- Venga vamos, que he preparado el desayuno - dijo ella dándome despacio con la pierna en el culo.
- Oye, ¿a ti quién te ha dado permiso para hacer eso? - le dije fingiendo estar ofendida.
Ella me sacó la lengua y fue en dirección al salón. Había preparado colacao, tostadas y zumo de naranja.
Desayunamos entre risas y besos, yo la había manchado a ella en la nariz con mantequilla, ella se había vengado dándome en la cara con mermelada, habíamos empezado otra guerra absurda que había acabado en su sofá entre besos y cosquillas.
Unos minutos después me había dicho que se iba a dar una ducha y que luego íbamos a mi casa. Me asomé a la terraza, hacía el mismo calor sofocante que ayer, no se si cuando acabáramos en casa era la mejor hora para patear Sevilla, adelanto ya que nos íbamos a morir de calor.
Ella salió de la ducha con la toalla envuelta al rededor de su cuerpo, yo estaba en su habitación cambiándome cuando entró, me estaba poniendo la camiseta.
- Perdón - dijo ella ruborizándose.
Yo reí a carcajadas. Decidí picarla un poco.
- ¿Qué pasa Marina, no te gusta lo que ves? - dije acercándome un poco a ella.
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Me quedo contigo
RomanceAna es una chica de 26 años que canta en el grupo de versiones rock "Yonkola", su vida está dedicada a la música, la poesía y el abuso de drogas y alcohol al que somete su cuerpo cada fin de semana. Hace dos años llegó a Sevilla y fue allí cuando co...