La mujer de verde

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Desperté con una energía desbordante, necesitaba canalizarla de alguna manera, el día invitaba a no quedarse en casa ni un sólo minuto. Fui a la cocina a preparar café, corté un par de rebanadas de pan y las tosté. Encendí un cigarro y me apoyé en la encimera... Recordar el día anterior me hacía sentir viva, como hacía mucho tiempo que no me sentía. Me di una ducha rápida y me dispuse a ir a la academia. No dejaba de pensar en que este fin de semana sería diferente, ya no sólo por quedar o no hacerlo con Marina, que evidentemente influía, sino porque hacía mucho tiempo que no disfrutaba de un fin de semana libre en Sevilla, con todo lo que esta ciudad ofrecía.

Al llegar a la academia repasé mi horario antes de entrar. Hoy era un buen día, en general los viernes lo eran. Algunos alumnos se atrevieron incluso a decirme que qué contenta estaba hoy o que si había algo que celebrar, yo les dije que sí, que siempre había cosas nuevas que celebrar. En el grupo de la gente más mayor tenía un alumno con más de 70 años, un imaginero al que las manos ya no le permitían según él "tallar obras dignas de la fe que vivo" y que había decidido aprender a tocar la guitarra. Al finalizar la clase se me acercó.

- Ay niña, a los demás los podrás convencer o los podrás engañar, pero a mi edad se reconocer una mirada que he visto muchas veces en muchos ojos distintos, esa mirada que sólo te deja el amor - dijo con una ternura tremenda.

Yo le sonreí.

- Tal vez - me limité a decir.

- Que te lo digo yo, miarma, que esos ojillos miran con nombre y apellido - sentenció sonriendo antes de girarse para irse.

En el descanso como siempre salí fuera a fumarme un cigarro. Miré el móvil, no sabía si escribirle a Marina o esperar a que ella lo hiciera, hasta ahora siempre había esperado que lo hiciera, quizás por miedo a resultar pesada o a que no me dijera nada o simplemente fruto de mis inseguridades. Me armé de valor y me dispuse a escribirle.

Yo: Hola!! Qué tal llevas el día? Nos vamos a ver hoy?

Entregado. En línea. Visto. Última conexión 12:27 h.

Ea, lo que yo decía.

Me encendí otro cigarro y durante unos minutos mientras este se consumía esperé recibir respuesta. No ocurrió. Vamos a ver Ana, no te obsesiones ni te montes películas, está todo bien, estará en clase o haciendo cualquier cosa o simplemente todavía no sabe qué decirte, no te puedes tomar las cosas así. Ya sabes que no todo el mundo es como tú que no puede dejar un mensaje sin contestar a no ser que tengas intención de no hacerlo nunca o que no sea necesaria la respuesta.

Las siguientes dos horas fueron también entretenidas, ya estábamos únicamente perfeccionando y enluciendo las piezas del concierto de fin de curso. Reconozco que había gente que tocaba realmente bien. No voy a negar que estuve pendiente del móvil, pero no recibí ninguna respuesta por parte de Marina.

Me fui a casa cuando acabó mi jornada de trabajo, no quería sentirme así pero estaba un poco decepcionada y, aunque fuera una tontería, la sonrisa de la que no había podido despegarme en las primeras horas se había tornado algo menos amplia. Igualmente me encontraba llena de energía.

Comí algo rápido y me tumbé en el sofá con la única compañía del sonido de mi móvil el cual había puesto a reproducir música aleatoria. No sé cuanto tiempo pasó pero me había quedado dormida. Miré el reloj, eran las cinco y media. Hacía un calor insufrible por lo que fui a refrescarme un poco. Cuando volví miré de nuevo el móvil. Ahí estaba la respuesta que llevaba esperando casi toda la mañana y parte de la tarde.

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora