Como era de esperar al día siguiente nos levantamos más o menos temprano. Marina estaba muy entusiasmada con la idea de enseñarme la Florencia que tanto la enamoró hace años.
Desayunamos en abundancia, a decir verdad Marina comía muchísimo, todavía no sabía donde metía todo lo que comía, yo tenía esa cosa de que con mirar la comida engordaba. Salimos del hotel a eso de las diez de la mañana, nuevamente y como cada día me iba quejando del sueño que tenía y ella se iba riendo.
- Hay tantas cosas que ver aquí... ¿por dónde empezamos? - preguntó ella parándose en seco.
- Tú eres la que te conoces esto... no lo sé... hay muchas cosas que me gustaría ver - respondí yo distraída mirando los edificios.
- ¿Quieres ver la Catedral por dentro? - sugirió.
- Sí, nueva ruta de iglesias - dije fingiendo fastidio.
Ella se lo tomó en serio y empezó a caminar en sentido contrario.
- Marina, era broma, claro que quiero verla - dije yendo detrás suya.
- No, si da igual, lo mismo soy muy pesada con esas cosas... me gustan a mi no tienen por qué gustarte a ti, bastante tuviste en Venecia - dijo ella con una mezcla entre rabia y tristeza.
- De verdad que era broma, que estoy deseando verla por dentro, perdona - me disculpé.
- Es que a veces creo que haces algunas cosas por contentarme a mi y tampoco me gusta que así sea - dijo ella girándose hacia mi.
- Claro que hago cosas para contentarte a ti, pero no nada que no quiera hacer - me expliqué yo, ella me miró interrogante - a ver... no se... ¿Madrugar?
Ella rió.
- Está bien... pero si en algún momento no quieres ir a algún sitio dímelo, ¿vale? - dijo ella acariciando mi mejilla.
Besé su mano.
Caminamos hasta la Plaza del Duomo de nuevo, volví a quedarme maravillada, ella tenía agarrada mi mano, había bastante cola para entrar en la catedral como era de esperar y eso que era temprano, por suerte avanzaba rápido. Cuando llegamos hasta las puertas pude sentir la diferencia de temperatura que había entre la calle y el interior. Marina soltó mi mano al cruzar la puerta, siempre lo hacía, era como si sintiera que estaba haciendo algo mal allí dentro. Quedé maravillada con el interior de la cúpula de Santa Maria del Fiore, desde el diseño de Brunelleschi (dentro y fuera) a las pinturas de El juicio final de Vasari y Zuccaro. La altura era sobrecogedora y volví a sentirme insignificante dentro de ella.
- ¿Una artista maravillada por el arte? - preguntó Marina a mi lado.
- No les insultes comparándome con ninguno de ellos... es sencillamente increíble - respondí casi en un susurro.
Después de eso subimos al Campanario de Giotto, yo no era muy fan de las alturas o mejor dicho, solían impresionarme bastante pero no podía quedarme sin hacerlo, también tenía esa manía, era como subir a montañas rusas, me daba miedo pero tenía que probar. Marina intentó convencerme de no hacerlo si no quería y me costó convencerla a ella de lo contrario, si lo sé no le hubiera dicho nada. Las vistas eran impresionantes, no me asustaba, al contrario, me maravillaba, ¿que imponía? un poco, pero nada insoportable.
Al bajar reconozco que me temblaban un poco las piernas, pero me sobrepuse para que Marina no lo notara, aunque no hizo efecto pues en un momento dado me sujetó por un hombro cuando estábamos bajando y yo me sobresalté. Ella rió sujetándome, yo la miré con fingido odio.
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Me quedo contigo
RomanceAna es una chica de 26 años que canta en el grupo de versiones rock "Yonkola", su vida está dedicada a la música, la poesía y el abuso de drogas y alcohol al que somete su cuerpo cada fin de semana. Hace dos años llegó a Sevilla y fue allí cuando co...