Estuvimos cenando entre risas y miradas complices. Cuando era pequeña y jugaba en el pueblo con mis amigos al pilla-pilla había siempre determinados lugares que eran "casa" y eran esos sitios donde no te podían pillar, donde estabas a salvo. Marina era casa. Ni siquiera me apetecía fumarme un cigarro cuando estaba con ella. Vale, igual estaba exagerando un poco, apetecerme sí, pero no lo hacía.
Era maravillosa, en todos los sentidos. Me quedé un rato observándola mientras ella comía concentrada en su plato, de vez en cuando alzaba la vista para mirarme y sonreír y volvía a mirar el plato. El tiempo había dibujado algunas arrugas sutiles cerca de sus ojos y de su boca, que lejos de disimular su belleza la acentuaban. El pelo, aunque negro, estaba salpicado de algunas canas. En ese momento me pregunté cómo me había enamorado de ella y qué podía esperar de ella, ¿que me correspondiera de alguna manera?
- ¿En qué piensas? - preguntó ella sacándome de mis pensamientos.
- En nada... - respondí yo fijándome en mi plato, apenas había comido. Ella pareció notarlo.
- ¿No comes? - preguntó señalando mi plato.
- Eh sí, sí...ahora - dije metiéndome el tenedor cargado de comida en la boca.
Nos quedamos de nuevo en silencio, me limité a comer. Ella terminó antes que yo y se quedó mirándome. Pagaría por saber qué estaba pensando.
- ¿Dónde dices que me vas a llevar mañana? - preguntó ella sonriendo.
- Ah. No sé, ¿dónde quieres ir? - pregunté después de terminar de comer.
- Tú eres la que te conoces Sevilla, de hecho, tú habías vivido aquí antes de conocernos si no recuerdo mal - dijo ella.
- Sí, un año... - no me gustaba hablar mucho de ese año, lo recuerdo con mucho cariño y todavía conservo a la gente que conocí en aquel año, pero fue una locura - me gustaría llevarte a ver el barrio de Santa Cruz, callejear por allí - le propuse.
- Vale, sí, estará bien, es la parte que pega al centro y a la catedral ¿no? - dijo ella.
- Sí, así es... una amiga mía vivía allí, en una de las calles que más me gustan del barrio, te la enseñaré.
Recogimos los platos y demás cosas de haber estado comiendo. Ella se dispuso a fregar los platos y yo me limitaba a observarla de cerca, me había prohibido hacer nada porque "era su casa, cuando estuviéramos en la mía lo haría yo".
- ¿Qué quieres que hagamos ahora? Podemos ver una película, o podemos sentarnos en la terraza mientras tomamos algo y charlamos, o puedes coger si quieres la guitarra y deleitarme con alguna cancioncilla... y si me la sé te sigo - propuso ella.
- O podemos hacer una mezcla, podemos sentarnos en la terraza y me puedes dejar tu guitarra y yo te canto to' lo que tú quieras - dije acercándome más a ella.
Ella se giró hacia mi y me salpicó un poco de agua en la cara. Mala decisión, pensé para mi antes de meter mis manos debajo del grifo y salpicarle a ella. Iniciamos una batalla absurda por mojarnos una a la otra, no sé como se las ingenió para cogerme las manos a mi espalda con las suyas y me dejaba mirándola de frente, yo alcé la vista mirándola desafiante, la posición a la que me estaba obligando a estar hacía que ella pareciera más alta, aunque de todas formas debo de admitir que era unos centímetros más alta que yo, pero no se lo digáis.
- Oh mira, así puedo hacer contigo lo que quiera - dijo ella triunfante alzando un poco una ceja.
- Yo que tú no tentaría la suerte - dije intentando escaparme, pero también tenía más fuerza que yo.
ESTÁS LEYENDO
Me quedo contigo
Любовные романыAna es una chica de 26 años que canta en el grupo de versiones rock "Yonkola", su vida está dedicada a la música, la poesía y el abuso de drogas y alcohol al que somete su cuerpo cada fin de semana. Hace dos años llegó a Sevilla y fue allí cuando co...