A dónde vamos

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Desperté casi de un salto con el sonido de mi móvil, sabía que era Marina para decirme que ya venía hacia aquí por lo que quedarían un par de horas. Yo necesitaba ese margen de tiempo para comer y ducharme y por supuesto y de manera principal recoger mi habitación que estaba hecha un auténtico desastre.

Mi madre se reía por mis prisas mientras pronunciaba su retahíla de reproches que llevaba años practicando cuando a mi  me pasaban estas cosas, ya sabéis, cosas de madres. Lo cierto es que a mi me hacía gracia en cierto modo escucharlos pues ambas sabíamos que yo no cambiaría en la vida.

Sorprendentemente acabé antes de lo que esperaba, por lo que me tumbé sobre mi cama a disfrutar de la poca espera que me quedaba para tener de nuevo a Marina a mi lado. Sentí un coche y me emocioné pero luego escuché como pasaba de largo por la puerta de mi casa. No dejaba de ser gracioso que después de tanto tiempo Marina provocara las mismas sensaciones en mi que desde el principio. Escuché el sonido leve de otro coche y supe que esa sí que era ella, de hecho me dije a mi misma que cómo había osado en confundirla antes cuando su coche no lo confundiría nunca. Me incorporé y me puse rápido las chanclas, me miré al espejo, estaba hecha un desastre con la ropa más de andar por casa que tenía. Salí a la puerta de la calle y la luz del sol impactó en mis ojos molestándome con rapidez, me hice sombra con una de mis manos sobre mis ojos y miré hacia un lado de la calle y ahí estaba terminando de maniobrar ella con agilidad.

Notaba como el corazón me latía con fuerza. Estaba muy emocionada y no podía eliminar de mi cara una gran sonrisa. Ella terminó de aparcar y yo me acerqué a la ventanilla la cual bajó.

- ¿Está bien puesto? - preguntó ella mirándome a través de sus gafas de sol.

- ¿Eso es lo primero qué me vas a decir? - protesté yo a modo de broma.

Ambas reímos.

- Cariño, me alegro muchísimo de verte, ¿está el coche bien puesto? - volvió a decir ella desabrochando su cinturón de seguridad.

- Así sí, yo también tenía muchas ganas de verte - admití.

En apenas unos segundos ella había abierto la puerta del coche y se había colocado frente a mi. 

- ¿Me das un beso? - preguntó acercándose a mi y poniendo sus manos en mi cintura.

No contesté y me limité a dirigir con rapidez mis labios hacia los suyos. Intenté no devorarlos, lo prometo, pero es que en el momento que nuestros labios se rozaron sentí esa electricidad que me pega a ella como los polos opuestos de los imanes. La besé con ternura, acariciando su cara con la intención de que mis dedos recordaran el tacto de su piel de nuevo. 

- Te quiero mucho - dije buscando sus ojos tras la oscuridad de sus gafas.

- Lo sé - respondió ella dejándome un dulce beso en la mejilla.

La ayude a descargar las cosas que traía. La verdad es que no traía mucho más de lo que se había llevado, algunas bolsas más, cuando le pregunté que qué era eso me dijo que ya lo vería.

Entramos hacia mi casa, ella saludó a mis padres y a mi hermano con dos besos respectivamente y pasamos a la habitación a dejar sus cosas. 

- Como se nota que acabas de ordenar a fondo - dijo ella riendo al entrar.

- ¿Por qué? - pregunté extrañada.

- Pues porque no tienes absolutamente nada por medio y tú no eres así - argumentó ella.

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora