La llamada

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Poco tiempo después Lucas y Alba anunciaron que se iban, no sin antes la advertencia expresa de Marina de que "tuvieran cuidaito".

Nosotras nos quedamos un rato más con Sergio y Rafael, cuando el local se empezaba a vaciar de gente anunciamos también nuestra retirada. Rafael me dijo que tendría muchas cosas que contarle cuando me acerqué a darle dos besos yo le dije que ya habría tiempo de hacerlo, él imitó a Marina cuando salíamos del local con un "tened cuidaito vosotras también" lo que nos hizo reír a las dos.

Caminamos hasta mi casa dejándonos un beso y una caricia en cada esquina, Marina estaba pletórica aquella noche, no dejaba de sonreír y se dejaba llevar con cada uno de mis besos lo que me tenía completamente encendida. Subimos hasta mi casa dejándonos caer mil besos. Abrí la puerta mientras ella jugueteaba con mi pelo.

- Te has cortado las rastas - dijo al entrar.

- ¿Hasta ahora no te habías dado cuenta? ¿Eso es todo lo que te fijas en mi? - le reproché fingiendo estar molesta.

- Tengo otros sitios mejores donde mirar - dijo mirándome de arriba abajo mientras se mordía el labio.

- ¿Ah, sí? - dije mientras la empujaba un poco mientras la apoyaba contra la puerta del piso que se cerró en ese momento - pues no deberías mirarme así, me estás provocando - le dije al oído, luego empecé a dejar algunos besos sobre su cuello.

Tiré de ella hasta llegar a la habitación, ni siquiera me molesté en encender la luz, veía lo suficiente con la que entraba por la ventana, aquella noche, además, había una inmensa luna llena en el cielo que hacía que la piel de Marina reluciera más aún. Ella me besó nada más entrar, con ganas y con deseo, con mucho deseo, me estaba volviendo loca. La empujé levemente para que cayera sobre la cama y ella se ayudó de sus manos para echarse un poco más atrás, yo me senté encima de ella y empecé a besarla con pasión. Sus ojos estaban cerrados, sus manos recorrían mi espalda de arriba abajo cada vez con más intensidad, en un momento dado pude notar sus uñas clavadas ligeramente en mi piel sobre la camiseta. Bajé de mi boca a su cuello y empecé a dejarle besos y algunos mordiscos, ella gimió levemente lo que hizo que el fuego que envolvía la parte baja de mi vientre subiera hasta mi boca.

Ella metió sus manos debajo de mi camiseta y empezó a acariciarme, me miraba de una forma que nunca antes lo había hecho y yo no dejaba de preguntarme si estaba haciendo lo correcto, si se sentía lo suficiente cómoda con aquello que estaba pasando, quise preguntarle pero tapó mi boca con una de sus manos "no digas nada" susurró, en ese momento tiró de mi camiseta hasta quitármela, seguidamente pasó de acariciar mi espalda a pasar su dedo índice por la tela que cubría mis pechos, yo me dejé querer, echando mi cabeza hacia atrás, fue ella la que empezó a dejar suaves besos sobre mi pecho, yo aproveché aquello para quitarle la camiseta a ella. El panorama que se descubrió ante mis ojos era lo más bonito que había visto en mi vida, y todavía me quedaba mucho por ver.

Apenas podía contener mis ganas, mi vista se nublaba con cada beso húmedo que ella dejaba en mi, me separé un poco para observarla y vi fuego en su mirada, me mordí el labio con fuerza. Besé su boca, deseando que esta vez no me parara porque si ella no lo hacía tendría que ser yo la que me viera obligada a calmar mi cuerpo. Mis manos recorrieron sus pechos, apretándolos primero levemente pero en seguida empecé a hacerlo con más fuerza, ella intentó reprimir otro gemido sin éxito, aquello me estaba volviendo loca. Entonces ella se acercó hasta mi oído con la respiración agitada, mordió levemente mi oreja y me susurró al oído con voz ronca "y ahora Anita... hazme el amor". Solo necesitaba escuchar eso. La besé con más ganas que nunca, ella me miraba encendida, con habilidad desabroché su sujetador y se lo quité con toda la delicadeza que pude en aquel momento, quería que sintiera mi deseo pero también el amor que le profesaba. Sus pechos, a pesar de la edad, se mantenían todavía bien posicionados, un poco caídos pero eso me encantaba, me quedé un rato observándola mientras dibujaba círculos con uno de mis dedos sobre su pezón, ella se dejaba hacer, terminé de tumbarla por completo sobre la cama. Notaba como respiraba agitada, temblaba levemente, nada que ver con como lo hacía la semana pasada, ella tiró de mi para besar mi boca y abrió las piernas dejando que todo mi cuerpo se colocara en medio, ella cerró sus piernas al rededor de mi cuerpo. 

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora