El día que lluevan pianos

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Cuando desperté vi que Marina me estaba mirando, sonreí y le di los buenos días. Ella me miró con malicia y apretó con un poco más de fuerza mi pezón con la mano que tenía sobre mi pecho. Yo cerré los ojos sonriendo, esa maldad suya estaba presente hasta un domingo por la mañana.

- Eres mala, ¿lo sabías? - le reproché poniendo ojitos.

Ella no dijo nada, simplemente siguió mirándome de la misma manera y con su otra mano acarició mis muslos por la parte interior. Yo suspiré, las ganas con las que me había acostado la noche anterior seguían presentes esta mañana y eso parecía divertirla. En un rápido movimiento me puse encima suya "a tomar por culo" dije entre dientes antes de besarla con ganas, en los labios, luego en el cuello, ella no dejaba de reír mientras metía una de sus manos entre mi ropa interior acariciando mis glúteos, en ese momento me despisté y ella consiguió ponerse encima, besó mi cuello despacio, dejando suaves mordiscos en él y por encima de mi pecho, yo gemí y ella sonrió satisfecha, "buenos días" susurró antes de levantarse.

No me podía creer que hubiera vuelto a hacerlo... otra vez no. Salí molesta de la habitación, ella se paseaba en ropa interior por mi casa y no me dejaba divagar por su cuerpo, eso no era nada justo. Desayunamos sin vestirnos, yo había intentado vestirme pero ella no me había dejado, tampoco es que le hubiera insistido mucho en que me dejara ponerme ropa. Necesitaba ducharme, así por lo menos regularía mi temperatura. Me di una ducha rápida y salí del baño únicamente con la camiseta y la parte inferior de mi ropa interior. Ella estaba en el salón, mirándome con deseo, sentada en el sofá todavía en ropa interior. Yo la miré con odio. Ella estalló en una carcajada.

- Ven aquí - me dijo señalando sus rodillas.

- Te advierto que no tiene ni puñetera gracia - le dije acercándome.

Ella tiró de mi y me sentó en sus piernas, mirándonos de frente.

- Anda, cállate un rato, que hablas demasiado - dijo poniendo una de sus manos sobre mis labios a la vez que metía su otra mano por debajo de mi camiseta y arañaba despacio mi espalda, me miraba de una forma muy sensual. Luego introdujo la otra también debajo de mi camiseta y con ambas manos agarró mis pechos, yo suspiré - ¿qué te pasa, Anita? ¿Tienes frío? - su voz sonaba muy sensual y me encendía incluso más que sus propias manos - puedo quitártelo si quieres - yo la miré excitada, quise hablar pero ella pellizcó suavemente mis pezones - no, no hables - yo obedecí. Ella se acercó, empezó a besarme con ganas, mordiendo mis labios, mi oreja, mi cuello, notaba como la temperatura subía en sus manos y en mi cuerpo, intenté quitarme la camiseta pero ella me agarró los brazos poniéndolos en sus rodillas - tampoco puedes hacer eso, ahora mando yo - dijo antes de pasar su mano por el filo de mi ropa interior, me miró con malicia mientras introducía su mano entre la tela y mi piel, cuando rozó mi sexo no pude reprimir un pequeño gemido - eso, gime para mi - aquella frase hizo que me encendiera por completo. Ella siguió haciendo caricias en círculo ahí donde más lo necesitaba - ¿vas a volver a decir que ya no tengo edad para hacer algo? - preguntó haciendo más presión con su mano entre mis piernas mientras que con la otra sujetaba mi espalda, yo negué con la cabeza mientras se me escapaba otro gemido - así me gusta... y ¿sabes que me gusta también? Verte así, encendida, deseando que siga - volvió a hacer presión entre mis piernas - eso me pone muchísimo - dijo antes de morder mis labios. Intenté acercar mis manos a ella pero ella me lo impidió - de eso nada, he dicho que mantengas las manos ahí detrás - susurró volviendo a colocarlas en sus rodillas. Se separó un poco y se desabrochó el sujetador - que pena que no puedas mover tus manos para quitármelo, ¿no te parece? - dijo mientras lo dejaba caer sobre el sofá. Si a la luz de la luna le había dicho que estaba preciosa, así, a la luz del sol no había palabras que la describiera - ¿te gusta lo que ves? - preguntó antes de volver a meter su mano entre mis piernas, gemí una vez más - a mi me gusta escucharte - intenté besarla para callar los pequeños gemidos que no podía contener, ella no me dejaba besarla - no, he dicho que quiero escucharte gemir - con su mano libre empezó de nuevo a acariciar mis pechos, yo me estaba volviendo loca - no sabes como me pones - susurró en mi oreja para separarse de nuevo - cuando acabe contigo vas a tener que satisfacer a mi cuerpo... porque estoy muuuuuuy excitada - seguía diciendo mientras que aumentaba el ritmo de su mano entre mis piernas - casi, casi tanto como tú - esa voz... me estaba matando esa voz - vamos, mi amor, sé que puedes dármelo todo, lo noto en mis manos - no pude reprimir un gemido que antecedía y me decía que estaba próximo a ocurrir lo que hacía ya tiempo llevaba esperando. Ella lo debió de notar e introdujo un par de dedos dentro de mi mientras seguía haciendo círculos en mi zona más sensible, yo me mordí el labio inferior, pegué mi cabeza a la suya y empecé a gemir en su oído - di mi nombre - me susurró y obedecí, noté como su piel se erizaba por completo a la vez que empezaba a notar las contracciones en mi entrepierna, ni siquiera me esforcé por intentar no hacer ruido, seguía pegada a su oreja y al final le dejé un leve mordisco en el lóbulo de la oreja. Ella gimió.

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora