Mientras la veía recorrer los últimos pasos hasta nosotros podía notar como el corazón me latía con fuerza como intentando escapar del pecho, si de por sí mis pulsaciones ya estaban por encima de la media estaba segura de que en ese momento estaba batiendo mi récord personal.
Llegó hasta nosotros y saludó con un "hola" mientras sonreía mirando a Rafael, este se acercó y le dio dos besos, luego se acercó a mí y esta vez, previendo que iba a hacerlo, me preparé para darle dos besos. Su piel era tan suave como la recordaba, tenía la cara fría a pesar de que la temperatura era agradable. Ella se separó de mi sin perder la sonrisa de sus labios y me dijo "al final has venido", yo asentí devolviéndole la sonrisa.
- Bueno, ¿dónde queréis ir? - preguntó Rafael mirándonos divertido - por cierto Marina, te sienta genial el negro de vez en cuando - le soltó. Ella desvió un poco la mirada sonriendo.
- Había pensado que conozco un bar por aquí cerca que tiene terraza para que la niña y tú podáis fumar a gusto - dijo ella cambiando del tono jovial a uno de resignación en las últimas palabras.
- Y yo te lo agradezco - dijo él - tú dirás entonces - dijo dándole paso con un gesto.
Cuando comenzamos a andar yo iba en medio de los dos, Rafael me miraba de reojo de vez en cuando y Marina iba con el móvil. Me agobiaba un poco ese silencio.
- ¿Y tú qué? ¿Qué tal todo? - me dijo ella pasando su brazo por mis hombros dejándolo encima del que tenía más cerca de ella.
- Bien, todo bien Marina... ahora un poco cansada después de la tarde de ensayo, los miércoles son los días más largos - dije recordando las preguntas que le había hecho en estos días a Rafael - ¿y tú? - me atreví a preguntar.
- Yo genial, como siempre, ya sabes, un poco cansada con el trabajo, algunas cosas que corregir y eso, pero contenta - dijo ella mirándome con dulzura y sin apartar su mano de mi hombro.
Eran las 8 y media de la tarde cuando llegamos al bar que Marina decía. El sitio estaba en una plaza no muy grande rodeada de otras terrazas, en el centro había una fuente y varios jardines además de cuatro grandes palmeras. "Muy Marina", pensé para mi.
Nos sentamos en una mesa en una de las esquinas de la terraza, había otras mesas ocupadas por algunas personas que charlaban animadas. Marina nos preguntó si nos gustaba el sitio y ambos asentimos. "Aquí se come muy bien" agregó ella. Eso también era "muy Marina", a diferencia que a Rafael y a mí a ella le gustaban los sitios con buena gastronomía, a nosotros los sitios donde hubiera variedad de cerveza y esta estuviera muy fría.
Llegó el camarero a preguntarnos qué queríamos y a dejarnos la carta con las tapas que servían con la consumición. Como era de esperar, Rafael y yo pedimos una cerveza, Marina una Coca-Cola.
Durante unos minutos ellos estuvieron hablando sobre algunas cosas del instituto, yo no sabía cómo participar en esa conversación así que me limité a escuchar. Se veía que se llevaban genial y una parte de mi sintió una pequeña punzada en el estómago ¿estaba celosa? ¿de Rafael? Intenté desechar rápidamente la idea de la cabeza pero, a decir verdad, hasta a mi me parecía que hacían buena pareja.
- Anita, cuéntame algo de tu vida, que hace mucho que no nos vemos - dijo ella dando por zanjada la conversación con Rafael y para incluirme a mi en ella - ¿qué haces por aquí?
- Pues... ya sabes - comenté yo un poco nerviosa aún sin acostumbrarme a su presencia - canto con el grupo los fines de semana en el pub, entre semana doy clases de guitarra en una academia - ella me escuchaba atenta y alzó las cejas en señal de sorpresa.
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Me quedo contigo
RomanceAna es una chica de 26 años que canta en el grupo de versiones rock "Yonkola", su vida está dedicada a la música, la poesía y el abuso de drogas y alcohol al que somete su cuerpo cada fin de semana. Hace dos años llegó a Sevilla y fue allí cuando co...