Amasijo de huesos

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Entré en la cocina y allí estaba Alba en modo profesional, había sacado pescado y estaba haciendo una especie de sofrito que olía muy muy bien.

- ¿Te puedo ayudar? - dije poniéndome a su lado.

- Claro, si quieres sí, vigila la sartén que voy a preparar el pescado - dijo haciéndose a un lado - remueve un poco que no se pegue - sonrió.

Nos quedamos calladas y empezó a escucharse a Marina cantar en la ducha. Ambas empezamos a reírnos. Marina cantaba muy bien, todo hay que decirlo, tenía una voz dulce y era capaz de alcanzar algunos agudos que a mi se me antojaban imposibles.

- Mi tía es una persona muy particular - dijo Alba.

- Sí... no hace falta que lo jures... Pero es genial - dije yo sin apartar la vista de la sartén.

- Y no ha tenido mucha suerte en la vida con las relaciones, no sólo de pareja, sino en general - siguió contando ella.

- Bueno, no la conozco tanto... es muy reservada conmigo para sus cosas - admití.

- Yo creo que confía en ti, es solo que le cuesta mucho abrirse... pero nunca había traído a nadie a casa - dijo mientras se daba la vuelta para mirarme.

- ¿Por qué me cuentas esto? - pregunté intrigada.

- Porque eres una persona importante para ella y se que le aportas mucho - respondió encogiéndose de hombros.

- Yo no diría que tanto... hacía mucho tiempo que no nos veíamos hasta hace poco más de un mes - aunque eso seguro que ya lo sabía.

- Créeme que sí - sonrió - le gusta hacerse la dura e ir por ahí como si nada le afectase, pero en realidad es más sensible de lo que parece. Siempre me ha hablado de ti con mucho cariño, incluso...

En ese momento sentimos abrirse la puerta del baño. Alba se giró para terminar de preparar el pescado.

- Esto ya está casi listo - dijo cambiando de conversación - vete con ella anda - me dio un suave golpecito en el brazo.

Salió del baño, tenía el pelo mojado, otra cosa que nunca había visto, llevaba un pijama de ositos de color azul de manga y pantalón corto, muy sexy, demasiado por hoy. Maldije a la vida por torturarme de esa manera.

- Me he puesto el pijama - dijo llegando hasta mi - ¿no te importa no?

- Como si estuvieras en tu casa - solté sonriéndole.

- ¿Y así? ¿También te gusto? - susurro cuando estaba pasando por mi lado.

Yo cerré los ojos y apreté los labios con fuerza. ¿Por qué hacía eso?

- Te ha dado hoy por ahí - dije entrando al salón detrás suya.

- No, es solo que me hace gracia como te tensas - dijo mientras me miraba.

Yo me ruboricé.

- Si te molesta paro, no quiero incomodarte - dijo ella un poco más seria.

- No es nada - dije quitándole importancia - no puedo evitarlo.

Mi móvil vibró un par de veces y lo saqué para ver qué era. Era Sergio.

Sergio: chicos, ha dicho Nacho que este finde no abren el pub, por tanto no tocaremos. Por fin un fin de semana libre.

"Genial" dije con fastidio en voz alta. Más tiempo sola en casa, lo que yo quería.

- ¿Qué pasa? - preguntó Marina mientras se secaba el pelo con una toalla y encendía la televisión.

Me quedo contigoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora