Pronto pude ver a Carlos a lo lejos, como era costumbre en él en noches así iba vestido con un pantalón color albero y una camisa blanca con los puños ligeramente doblados hacia arriba. La verdad es que el señorito tenía buena percha, pero no se lo digáis que puede que se lo crea y para qué queremos más.
Sentí como nos llamaban la atención desde nuestra espalda y ahí venían Candela y su novio, ella había optado por un pantalón negro ajustado y una blusa blanca de tirantes y sus respectivos tacones. Por su parte su novio llevaba un polo con colores azules rojos y blancos y unos pantalones vaqueros.
Marina se había puesto una falda de flores un poco por encima de la rodilla y una blusa amarilla ajustada y unas sandalias de tacón. Yo, que odiaba eso de tener que "vestirme bien" me había puesto unos pantalones negros, una camiseta básica blanca y una sobrecamisa de color verde pizarra. Me había negado a ponerme unos tacones, al menos esa noche.
Cuando llegamos hasta Carlos los cuatro vimos como también venía Marta a lo lejos con un vestido rosa que le llegaba por encima de la rodilla, la verdad es que estaba muy guapa.
Cuento todo esto para que os hagáis una idea de lo variopinto que puede llegar a ser mi grupo de amigos, la verdad es que cada uno tenía un estilo suyo propio y una forma de entender el hecho de ir arreglado a cualquier sitio. Marina saludó con dos besos a todos ellos y en especial a Carlos con quien se entretuvo hablando algo más. Por más que yo le había insistido a modo de broma que no lo hiciera pues no se lo merecía, ella se había empeñado en traerle un detallito de Italia y Carlos se lo agradeció enormemente reprochándome a mi que a ver cuando aprendía de ella.
La plaza estaba abarrotada de gente, aunque en su mayoría gente mayor, gente mayor que yo y mucha gente de la edad de Marina. Lo cierto es que a mi personalmente me gustaba más ese ambiente que los botellones de la gente joven. La orquesta en el escenario le ponía sonido a una noche que pintaba bien desde el principio. Nos dirigimos hacia la barra para pedir algo de beber, reí ante la ocurrencia de Marina de pedir un 7up mientras que los demás pedíamos una copa. Brindamos por el inicio de la feria mientras llegaban el resto de mis amigos. La verdad es que quería que llegaran pues al ser más grandes Marina también se sentiría de alguna forma más cómoda con ellos. Al menos esa era la sensación que me daba pues desde que habíamos salido de casa ella había mirado varias veces el móvil y parecía muy metida a veces en una conversación con alguien a través de la pantalla más que con nosotros que estábamos delante.
- Oye, ¿estás bien? - preguntando pasando mi mano por su espalda algo preocupada.
- Sí, sí... perdona, es que estoy solucionando una cosilla - dijo ella sonriendo ámpliamente.
Durante la siguiente hora la cosa cambió poco. Charlábamos animados contándonos mil anécdotas de ferias anteriores y cómo cambiaba la misma fiesta de un año para otro. Reímos ante las ocurrencias de Marta y cantamos divertidos dramatizando algunas canciones. A estas horas de la noche la música todavía era muy acorde al público que les escuchaba por lo que había varios pasodobles, boleros, rumbas... o lo que nosotros habíamos resumido muchísimos años atrás como "canciones típicas de feria". Marina seguía pendiente del móvil y yo empecé a dudar de nuevo de que se encontrara a gusto. La miré con cierta preocupación cuando se alejó un poco de nuestros pasos para atender una llamada. Ella me miró y me regaló una de sus grandes sonrisas mientras hablaba tapando su otro oído con la mano.
La feria de mi pueblo tenía otra particularidad y es que eran días en los que la gente en general se encontraba de buenos ánimos por lo que te podías encontrar a gente de edades muy dispares charlando. Esa era mi especialidad, solía llevarme bien con casi todo el mundo y en particular con un grupo de gente bastante mayor que yo, de hecho incluso más grandes que Marina, en concreto sonreí ampliamente cuando vi que se acercaba a mi Helena, una mujer con la que había coincidido trabajando algunos años atrás durante los meses de verano y con la que tenía mucha afinidad, siempre nos gustaba echar un buen rato entre risas y copas cuando nos encontrábamos.
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Me quedo contigo
RomanceAna es una chica de 26 años que canta en el grupo de versiones rock "Yonkola", su vida está dedicada a la música, la poesía y el abuso de drogas y alcohol al que somete su cuerpo cada fin de semana. Hace dos años llegó a Sevilla y fue allí cuando co...