7. Veintiuno.

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P.

Los veinte se fueron volando. Eso fue lo que pensé cuando Vale cantaba "Happy Birthday" a las seis menos cuarto de la mañana.

Las lágrimas no tardaron en venir cuando la sentí rodear mi cuerpo con el suyo, aún en pijama me levanté para hacernos el desayuno, pero me encontré con la sorpresa de que ella había preparado huevos revueltos y jamón.

Las sonrisas y felicitaciones no faltaron en la cafetería, pues mi jefa tenía la manía de ponerlo en la pared frente a la caja.
Laura sonreía todo el tiempo y a la vez lucía rara; todo el día la pasé pensando en mi siguiente examen y también en mis padres. Había soñado con ellos pero no sabía con exactitud que era lo que había pasado, pero había tanta tranquilidad en mi ser, que imaginaba que eran ellos haciéndome saber que este año sería mejor que el anterior.

Con Vale caminámos de vuelta al departamento luego de tres horas en el cementerio, llevamos flores a mamá y papá y charlamos con ellos; Vale les contó de Matías, un chico que había conocido en el colegio, y yo les hablé de Daniela; la chica que me traía pensando en ella desde hace un par de meses.

En las calles las casas tenían decoraciones de Halloween y los chicos ya salían vestidos cargando sus calaveras de dulces. Como todos los años, la madre de Juli se encargaba de llevar a mi hermana y a sus amigas a pedir dulces por la ciudad y luego preparaba una cena para ellas. Eso comenzó desde que su madre supo que yo pasaba las noches llorando luego de mi cena con mis amigos, así que lo usamos como distractor para Vale; pero eso fue hasta los dieciséis, igual la tradición quedó.

Así que cuando íbamos camino vuelta a nuestro hogar, la miramos en la entrada de su edificio cargando una pequeña caja decorada.

–¡Feliz cumpleaños Machu! - dijo cuando estuvimos frente a ella, siempre me llamaba así desde que nos conocimos.

–Muchas gracias, Sara.- dije recibiendo la caja y también su abrazo.

–Dios te bendiga muchos años más.- dijo besando mi frente, luego miró hacia su auto, su esposo la esperaba. –Nos vemos, saldremos por más golosinas. No se te olvide, Val. A las ocho treinta pasamos por ti.- dijo dejando un beso en Vale.

–¡Feliz cumpleaños, hija!- gritó el esposo de Sara desde el auto.

Sonreí.

Continuamos nuestro camino encontrándonos con un par de vecinos, todos decían un feliz cumpleaños y se acercaban a abrazarme.

Hasta que por fin llegamos a casa, o bueno, al piso donde estaba nuestro departamento.
La música de Ed Sheeran sonaba por el piso, no creía que a alguna vecina le gustara.

–¿Dejaste la radio o televisión encendida?- pregunté a Vale mientras caminábamos, la miré escribiendo algo en el móvil, luego lo guardó y me miró. –¿Me oíste?

–Sí. Y no, no dejé nada encendido.

–¿Qué hace este ramo de rosas aquí?- pregunté cuando llegué a la puerta, me agaché para tomarlo; era un lindo ramo de rosas blancas.

–Algún admirador secreto, quizá.- respondió Valentina mientras reía.

Una risa se escuchó cerca,  –¿Has escuchado eso?- volví a cuestionar mientras metía la llave al cerrojo, pero no dio vuelta. –¿Por qué está abierto? Vale, ¿segura que no perdiste tus llaves aquí? Alguien puede estar adentro y...

–¡Sorpresa!- gritaron desde adentro cuando la puerta se abrió completamente.

La primera en abrazarme fue Daniela, o por lo menos eso intentó con su enorme barriga.

ELSKER DEG; cachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora