56. Sólo para ti.

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Narra Daniela.

El viernes sólo me presenté en la universidad para entregar un par de proyectos, volví al apartamento antes de lo esperado y avisé a Diana, la niñera de Emma, que hoy no se presentara a trabajar.
Había pedido un día más de descanso, mismo que repondría en la siguiente semana. Sólo me pidieron enviar unos planos por la noche, así que podía acompañar a María José a su cita.

Ella tenía miedo, lo podía notar en sus ojos; había hablado con Valentina pero no había mencionado nada acerca de su salud. Aunque Vale llamó cuarenta minutos después para obtener información.

Al llegar al hospital la miré dudar así que sólo tomé su mano y la apreté. Ambas bajamos y yo me encargué de llevar a Emma en los brazos. La espera fue corta, habíamos llegado tan sólo cinco minutos antes.

Su médico nos recibió con una sonrisa y halagos para Emma, luego todo fue seriedad mientras María José estaba fuera de la consulta. Había llegado otro médico, un neurólogo, al parecer; ella se fue con él mientras el médico familiar revisaba otros papeles del expediente de Poché.

–Ella es muy fuerte, ¿no?- dijo quitándose los lentes de lectura. –Su psicólogo dice que no ha tenido episodios depresivos en tres semanas consecutivas... Es un gran avance.- sonrió mientras sacaba otra pila de papeles.

–¿Su enfermedad es hereditaria?- pregunté con curiosidad.

–No, de hecho, su caso es uno de los pocos que se han visto, la enfermedad de Parkinson es una enfermedad que ataca comúnmente a personas mayores, casi siempre de la tercera edad. Pero, hace poco más de una década se descubrió que también podía afectar a los más jóvenes.- él sacó un tríptico y me lo dio. –Verás, que esta enfermedad no tiene cura... Suena terrible pero, el paciente poco a poco va a ir deteriorando su calidad de vida... Su cuerpo.

El sólo pensar eso me dolía, Poché era una chica que vivía de sueños y deseos.

–Pero, el tiempo aproximado para que la calidad decaiga es de quince años. Obviamente no es el tiempo exacto, pues muchos pacientes han podido disfrutar su vida más de esos años pero otros...- el médico dejó las palabras en el aire. –Yo admiro a la paciente Garzón. Aún recuerdo la primera vez que entró por esa puerta, era tan joven y llena de vida que... Pensé que se desmoronaría. Fue difícil su diagnóstico pero investigando con colegas la conclusión fue esa: una paciente joven con la enfermedad de Parkinson.

El resto de la consulta, el médico volvió a hablar sobre las cirugías que podían hacerse en caso de que los medicamentos no funcionaran más, que aunque se hace a los pacientes mayores, siempre estaba la posibilidad de que ella fuera candidata. Aunque, si bien, se necesitaban muchas pruebas; si María José quería seguir con su vida de forma casi normal debía optar por esta cirugía. No era la cura, pero era por su bien.

Luego de unos minutos, donde Emma estuvo "platicando" con el médico y éste terminaba de rellenar unas hojas del expediente de su paciente; Poché entró cargando un sobre.

–¿Cómo te fue?- preguntó el hombre levantándose de su silla.

–Bien, supongo.- dijo ella entregándole el sobre. –El doctor Méndez vendrá en unos minutos.

Poché se sentó en la silla que estaba a mi lado y Emma pronto pidió estar en sus brazos. Pronto la puerta fue abierta y el otro médico entró.

–... Y bueno, los estudios no marcan más daño en tu cerebro, si bien el medicamento ya no basta no podemos administrar otro más fuerte debido a que aún eres joven.- el médico había hablado por casi diez minutos explicando cosas que en verdad yo no entendía mucho. –Aún no necesitas una cirugía, además de que la enfermedad no está tan avanzada. Entonces, la solución que yo puedo darte es la siguiente: dejar la dosis de medicamentos que ya se te administran, como te digo, no podemos dar el siguiente paso en farmacología si aún eres joven.

–Más que nada lo hacemos por tu calidad de vida.- agregó el otro médico. –Además que, la mayoría de tus ataques estos últimos días fueron controlados en su mayoría por la compañía que tienes ahora.

–Algo que podemos recomendarte es que comiences con algo nuevo, una dieta y ejercicio; si te gusta algún deporte puedes probar y a su vez también puedes sustituirlo por yoga.- el médico sonrió con levedad. –Tus ataques no son causados debido a que ya no tienen el mismo efecto los medicamentos, sino que se debe al estrés por el que estás manejando.- el médico sacó una carpeta con el nombre de María José. –Tu psicólogo dice que no vas a las terapias desde el inicio del verano, y si bien escribes tu día a día en un cuaderno, esto para ti no ha sido fácil.

La consulta se alargó más tiempo, ambos médicos decían lo bueno y lo malo de la enfermedad de María José, luego de que firmaran una receta salimos juntas con Emma caminando frente a nosotras. María José se había quedado sin hablar el resto de la consulta, así que sólo significaba una cosa: necesitaba ir con su psicólogo.

La cita duró una hora, misma en la que yo volví al apartamento con por los perros y los subí al auto. Fue difícil tomando en cuenta que tenía que cargar a Emma y a tres perros juguetones con correa; llegué a la entrada de la clínica justo cuando Poché salía de ésta.

–¡Hola!- ella me habló a través de la ventana esbozando una pequeña sonrisa.

–Sube, iremos al parque para perros.- hice una seña con mi cabeza para que ella rodeara el auto y subiera. Dos de los perros estaban atrás, con Emma, y el pug estaba en el asiento del copiloto.

El resto del sábado estuvo lleno de risas y cabellos de perros. Diana había enseñado a Emma trucos para hacer con los perros, y aunque Emma aún era pequeña había tenido una conexión linda con los tres canes, en especial con la pitbull.

Emma dormía plácidamente en la sillita de seguridad del asiento trasero, los tres perros estaban en la parte de atrás, Magnus llevaba su cabeza de fuera. Miré de reojo a María José quien miraba algo en su móvil mientras esbozaba una sonrisa.

–Gracias.- la oí murmurar, el semáforo se puso en rojo así que disminuí la velocidad hasta que paramos. –Pensé que sería un día como... Los de antes.- hizo una mueca y luego me enseñó su móvil.

Su fondo de pantalla era una foto de Emma, mía y los tres canes.

Mi mano fue directo a donde estaba la suya y enlacé nuestros dedos. –Te prometo que nuestros días serán... diferentes. Pero serás feliz.- ella se acercó para dejar un beso en mi mejilla.

El ruido de un claxón causó que Magnus ladrará y yo pusiera nuevamente el auto en marcha. 

–Te tengo una sorpresa para cuando lleguemos a casa.- dijo ella de repente.

–¿Sorpresa?- pregunté confundida, ella asintió. –¿Para mí?

–Sólo para ti.- dijo finalizando nuestra corta conversación, besó mis nudillos y luego solté su mano para seguir conduciendo.

Holaaa! Chicas, lamento no haber publicado capítulo el jueves pero... Me sentía demasiado mal, ayer estaba sintiéndome igual y hasta hoy me podido levantarme para usar el móvil.
No estoy segura pero, probablemente haya otro capítulo hoy por la noche.

ELSKER DEG; cachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora