P.
–¿Qué piensas hacer?- miré a Daniela sentada aún en la banca, habíamos estado hablando por casi una hora. Había escuchado a Valentina levantarse así que comencé a preparar un desayuno rápido.
–Quedarme ahí, no tengo a donde ir... Tengo dinero pero no creo que sea suficiente para pagar un alquiler además tengo que comenzar a buscar estancias para Emma... Todo me está absorbiendo.- susurró Daniela mientras escondía sus rostro entre sus manos.
–Oye, Dan...- llamé su atención, antes de proponer algo que ya había hablado con Vale. –¿Quieres ir a vivir con nosotras?- cuestioné.
Con Vale ya habíamos hablado de conseguir a una chica como rommie para la habitación que quedaba, así no haría los pagos yo sola, sino que ella pagaría una tercer parte de la renta y la comida.
Decidí que era bueno explicárselo a Daniela cuando no respondió. –Valentina y yo lo hemos hablado... No de ti, sino de buscar a una chica estudiante o trabajadora para que ayudara con los gastos.- terminé de servir los huevos revueltos en tres platos. –Mira, pagarías la tercer parte de los gastos; yo obviamente financío los de mi hermana, es algo justo.- le entregué su plato y caminé hasta la nevera donde esperaba el resto de jugo de naranja.
–No quiero incomodar con Emma.- susurró ella.
–Mire, Daniela.- comencé, tomé su mano con una de las mías para así llamar su atención. –Emma está acostumbrada a nosotras, es casi que nuestra hija o hermana para nosotras. Sabes que Emma no es un problema, a Vale y a mí nos agrada, la amamos.- Sonreí.
–Poché... Tendré que pensarlo.- quitó su mano para llevarla a su regazo.
–Tómate tu tiempo...
Valentina apareció minutos después con Emma despierta entre sus brazos, me la entregó y comencé a jugar con ella mientras tomaba mi desayuno.
Podría acostumbrarme a esto, pero no podía.
Luego del desayuno, tomé mis medicinas y terminé de guardar algunas cosas en cajas. Estábamos listas, sólo faltaba que los padres de Juli llegaran.
El día pasó rápido en compañía de los padres de Juli y Daniela, no había obtenido respuesta alguna de su parte, y a decir verdad no esperaba ninguna respuesta; hasta que Sofía apareció por el apartamento nuevo a eso de las cinco de la tarde, Daniela se despedía de mí en la puerta de mi departamento nuevo.
El sonido del ascensor hizo que miráramos a esa dirección, donde una pelirroja chica salía cargando su mochila. Y a pesar de ser domingo vestía como si fuera a algún lugar importante.
–Espero no hayas olvidado nuestra cita.- rió cuando estuvo lo suficientemente cerca de nosotras, besó la mejilla de Daniela e hizo un par de cumplidos a Emma. –Las asesorías.- recordó cuando yo no respondí.
–Cierto... Lo siento pero he estado todo el día de un lado a otro que... Casi lo olvido.- Sonreí y abrí la puerta para que entrara, lo hizo dejándonos nuevamente solas a Daniela y a mí.
–Bueno me iré antes de que se me haga más tarde.- rompió el silencio incómodo que se había creado.
–Dani...- la paré antes de que siguiera su camino al elevador. –Piénsalo, ¿sí? Nos tienes aquí para lo que necesites... Y hablalo con tu padre, él es un buen hombre y...
–Y quiero que sea feliz, con ella lo está. Todo estaba bien hasta que yo aparecí nuevamente.
–No es cierto, no todo estaba bien.- la interrumpí, pero no lo decía por ella, sino por mí.
–Adiós, Poché. Nos vemos mañana.- se alejó y luego las perdí de vista cuando las puertas del ascensor se cerraron. Sonreí, un nos vemos mañana era prometedor.
Las explicaciones a Sofía eran sencillas porque sólo tenía que decirle las cosas dos veces, no más. A veces sonreía y festejaba con aplausos cuando algo salía bien, pero esa sonrisa no le llegaba hasta los ojos, lo supe cuando su móvil sonó y me pidió revisarlo para decirle quien era.
Era Lucía, pidiendo una explicación de un tema que yo desconocía.–Es LucyLu.- susurré dejando nuevamente el móvil sobre la barra de la cocina.
Sofía dejó el bolígrafo sobre la barra y luego cubrió su rostro con las manos. Un suspiro escapó de sus labios y luego me miró.
–Dime, ¿que te pasa?- pregunté curiosa tomando su mano izquierda, que había caído sobre la barra.
–Lucy y yo nos besamos hoy por la mañana.- confesó directa.
–Wow...- musite, sinceramente esperaba que le diera más vueltas al asunto. –¿Se pelearon?
–Ella se molestó porque la besé y yo porque me golpeo en la mejilla luego de eso.- su mirada estaba triste. –En verdad yo la quiero demasiado y sé que ella me quiere a mí, pero creo que confundí los sentimientos hacia ella... Sólo me hice ilusiones y...
–Mi sexto sentido dice que ella te quiere, como más que una amiga.- me miró, había esperanza en sus ojos. –No puedo asegurarte que ella te quiere más como una amiga, es sólo un presentimiento... Además a pesar de que los padres de Lau y Lu me acepten como soy, no significa que acepten que sus hijas sean tan liberales... aún cuando Laura sea una hija de puta fuera de su casa... Sus padres no saben de ello.
–En serio, estoy tan confundida.- susurró. –Un día estamos bien y luego, por una estupidez, nos alejamos.
Y eso era lo que me pasaba a mí con Daniela Calle, cuando ya estábamos más cerca, volvíamos a distanciarnos por culpa mía y mis estúpidos sentimientos.
–¿Qué te parece si dejamos el estudio para el miércoles y ahora vamos a mercar y luego volvemos a hacerte un postre?- Sonreí sin soltar su mano, ella asintió.
19:38 horas. Marcaba el reloj de mi móvil cuando salimos del edificio, luego de avisar a Valentina que iríamos a mercar.
El nuevo supermercado estaba a dos calles al este del edificio, así que era bueno caminar esas dos calles. Con una sonrisa y entre pláticas que brincaban de un tema a otro, Sofía y yo llegamos al supermercado encontrándonos con una sorpresa.
Todo pasó en cámara lenta y parecía tan irreal, como esas veces donde estás soñando cosas raras y no sabes exactamente lo que está pasando; así se sentía.
Confeti de colores salieron de-quien-sabe-donde y una sirena comenzó a sonar dentro de todo el establecimiento. “Felicidades eres el cliente número 30,000” una canción estúpida comenzó a sonar y Sofía y yo nos miramos confundidas mientras las personas aplaudían. “Dirígase al área de atención a clientes ahí recibirá su premio” se volvió a escuchar. Sofía tomó mi mano para arrastrarme hasta el área que habían mencionado por el parlante.
–¡Hola! Muchas felicidades, ¿cuál es su nombre?- preguntó la mujer cuando llegamos al área de atención a clientes.
–María José... María José Garzón.- respondí aún sin entender nada, aún sentía la mano de Sofía apretando la mía.
–Bien, María José, como sabe nuestro supermercado estaba obsequiando un automóvil al cliente treinta mil. Esto como muestra de agradecimiento por el recibimiento de nuestra empresa.
–Y como marketing...- escuché que musitó Sofía cuando la chica se dio la vuelta para ir por una carpeta. –MJ, acabas de ganarte un maldito auto.- volvió a susurrar.
–No me la creo...