39. Seamos felices (pt.2)

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Narra Daniela.

–Ya, en serio, dime...- Poché insistió, aunque ya había recodo cuatro veces la misma respuesta.

–Es que son muchas cosas.- respondí mientras picaba la verdura que utilizaría para el almuerzo. –Las pequeñas cosas me hacen felices... No puedo decir con exactitud que es lo que me hace feliz.

–Sólo una cosa.

–Familia.- dejé de cortar cuando la miré. –Engloba todo, desde mis amigos hasta mi familia de verdad. Creo que también está el hecho de que soy feliz porque quiero que mi hija lo sea, quiero triunfar aunque el camino cada vez sea más duro y... No lo sé, quiero creer en la felicidad como cuando tenía diez.

–¿Quieres ser feliz a mi lado?- preguntó de repente, una sonrisa se puso en mi rostro, probablemente parecía una idiota.

–Obvio que sí.- respondí bajando la mirada para seguir haciendo mi trabajo.

–Seamos felices, entonces.- la miré sonreír y volvió a lo suyo.

Esas dos palabras habían sido suficientes para que dos semanas después las recordara. Estábamos siendo felices dentro del apartamento que servía como fortaleza para nuestro amor, la felicidad no sólo se notaba en nosotras, sino también en Valentina cuando Poché dio la oportunidad de que Nicolás viniera a visitarla una vez a la semana bajo mi supervisión. Obviamente no era una chismosa que estaba en el sofá de enseguida mirando lo que hacían, sino que sólo supervisaba que no entraran a la habitación o se quedaran mucho tiempo en silencio.

Eso no lo sabía Poché, sin embargo sabía cine exactitud su preocupación, Valentina era joven y los jóvenes eramos un poco... ¿Curiosos?

–¿No extrañas tocar?- Valentina me miró, estábamos en su habitacion, yo leía un libro y ella editaba algo en su computadora.

–a veces.- dejé el libro de lado y la miré. –¿cuál fue la primera canción que aprendiste a tocar?- pregunté llamando su atención, lo pensó por unos segundos.

–Twinkle, Twinkle.- Rió haciendome sonreír. –¿Y tú?

–Una del grupo Camila. Con la guitarra y el teclado. Estaban muy de moda en ese momento y... Quería estar de moda también. Aunque en Miami no se escuchaban mucho, quería ser diferente.

–¿Aún la recuerdas?

–Supongo que sí.- respondí, ella me hizo una seña para que fuera a la guitarra de Juli que estaba en una esquina, frente al armario.

–Tócala.

–Es una pena despertar a Poché- me excuse.

–Ella no despertará.- aseguró, le reste importancia antes de sentarme en la esquina de la cama ante la mirada atenta de Emma y Valentina.

Comencé probando algunas notas buscando las correctas, cuando lo hice sonreí. Comencé a rasgar las cuerdas poniendo mi atención en ellas.

–Tú, coleccionista de canciones, dame razones para vivir. Tú, la duela de mis sueños, quedate en ellos y hazme sentir... Y así en tu misterio poder descubrir el sentimiento eterno.- miré a Valentina quien sonreía.

Seguí cantando cada vez sintiéndome menos nerviosa. –Y así ir transformando la magia de ti en un respiro del alma. Tú, con la luna en la cabeza el lugar en donde empieza el motivo y la ilusión de mi existir. Tan sólo tu, solamente quiero que seas tú mi locura, mi tranquilidad y mi delirio, mi compás y mi camino...- me quedé muda cuando miré a Poché parada en la puerta.

–Sigue.- insistió con una sonrisa, estaba en su pijama invernal, parecía una pequeña niña rubia.

–Lo has arruinado.- Valentina se burló desde atrás.

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