Narra Poché.
No podía dejar de ver el anillo que descansaba en mi mano desde hace doce días, mucho menos podía olvidar esa noche. Tal vez para muchos no era la gran cosa, pero para mí definitivamente lo era.
La promesa de estar juntas estaba hecha por parte de las dos, que, aunque yo no tuve esa imaginación para entregarle el anillo, lo había hecho con el corazón.
Daniela descansaba en el sofá mientras Emma miraba la televisión y acariciaba el pelaje de Magnus. Estábamos a dos días de mi cumpleaños número veinticuatro, y al comienzo del año, sería mi examen profesional para graduarme.
Estaba feliz, tanto que no había nada que pudiese molestrame.
Hablaba con Laura y Zac casi todo el día, mis amigos estaban haciendo su vida tal y como lo habíamos planeado cuando éramos más jóvenes, aunque esta vez Zac había encontrado a la chica indicada, o al menos eso pensaba él mientras paseaba por las calles con una rubia al lado. La chica parecía ser la inidicada para él; y obviamente, Laura y yo eramos felices.
Laura se casaría en marzo del próximo año, Michael se lo había pedido una noche en Ibiza, yo estaba feliz por ella. Valentina seguía creciendo, había hecho nuevos amigos en California, seguía enamorada de Nico y se cuidaba. Vivían en el mismo apartamento, donde se le había sumado una pareja de chicas universitarias.
–¿Mami?- La voz de Emma me trajo a la realidad, estaba terminando de redactar mi tarea de contabilidad, así que dejé la computadora a un lado y la miré. –Te amo.- murmuro antes de bajar del sofá y caminar hasta donde yo estaba.
Los siguientes veinte minutos la pasé escribiendo con Emma en mis brazos y Magnus a un costado.
–¿Te gusta Amsterdam?- pregunté a Calle cuando estábamos ya en la cama.
–Sí, siempre que veo Bajo la misma estrella digo que algún día iré a conocer el museo de Ana Frank.- ella se acomodó de costado en la cama para mirarme, imité su posición y la miré esbozando una sonrisa.
–Mis padres se comprometieron en Amsterdam.- Murmuré haciendo que ella me mirara con atención, era rara la ocasión en que yo los mencionaba. –Melissa, mi tía, me contó que papá estaba enamoradísimo de mamá pero que no sabía como hacerle. Ellos eran socios en un emprendimiento que comenzó a tener éxito pronto...- recordaba las cartas que Mel me había entregado, eran cartas de papá para mamá. –Se lo pidió de la forma más tonta y tierna...
–¿Cómo?
–A papá se le cayó la caja con el anillo, así que sólo se puso de rodillas y abrió la caja.- reí un poco causando lo mismo en Daniela. –Estaba reservado un restaurante de lujo, igual fueron a la cena pero... sus planes fueron diferentes.
–Tu madre era muy afortunada.- Daniela coloco su mano en mi mejilla y su pulgar acarició la piel de esta.
–Y mi padre un loco enamorado.- mi nariz comenzó a arder, no quería llorar, pero necesitaba contarle a alguien lo que había sucedido aquella noche. –Antes de que mis padres murieran... Mamá fue diagnosticada con cáncer meses después de que naciera Valentina, aún así nada cambió en ella.- Daniela no dejó de mirarme, a pesar de que sus ojos se estaban cristalizando. –Ella recibía quimioterapias y era feliz por estar un día más con su familia... Su más grande sueño era tener una cadena de restaurantes vegetarianos, mi padre le cumplió parte de su sueño, en Ciudad de México, Bogotá y Madrid hay tres restaurantes que están fundados por ellos dos... Mis padres siempre fueron de ahorrar, así que nos dejaron mucho dinero a Valentina y a mí, sin embargo, siempre he sido de trabajar. Además el dinero está controlado.
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