20. JP.

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D.

Decir que me sorprendía la decisión de mi padre era mentira. Sabía que en algún punto las cosas se saldrían de control y yo sería la que estaría perdiendo; no quise contradecir a lo que mi madre había contado a papá por el simple hecho de que su nueva esposa fingía estar molesta y aterrada de lo que podría pasar si yo seguía en esa casa.

A decir verdad, había considerado la propuesta de María José. Sin decir nada a nadie, comencé a investigar en lugares donde podría trabajar medios tiempos o fines de semana donde pudiera llevar a Emma Victoria.

Obviamente no existían ese tipo de lugares.

No le había dicho nada a las chicas, sólo a Kim le había mencionado que quería irme de la casa de mi padre; pero luego, las cosas se pusieron incómodas en nuestro grupo de amigas, Kim hablaba más con Sofía y yo con Lucía, pero nunca perdíamos contacto entre nosotras dos.

–Sofía dice que Lucía está molesta porque estaba en casa de María José hace un par de días.

Recuerdo que dijo Kim por una videollamada.

Dos semanas después estaba en mi habitación con mi hija, ella se mantenía jugando y yo terminando uno de mis tantos ensayos.

Necesito que juntes tus cosas y te vayas por un tiempo.- dijo papá apenas abrió.

Ahí me di cuenta que las cosas iban en serio. Sin decir nada, en una maleta comencé a guardar lo básico para mi y Emma. Las lágrimas caían debido a la decepción que sentía hacia papá, no podía creer que me había hechado de su casa.
Así, sin ni siquiera preguntar si tenía a donde ir.

No podía avisar a María José ya que no respondía a ninguna de mis llamadas; llamé un taxi mientras bajaba la última maleta y mi mochila escolar. No sabía si me recibiría, pero debía intentarlo.

Valentina abrió la puerta mientras dentro se escuchaban risas y luego silencio. Al verme sonrió con tristeza y me rodeo con sus brazos. A pesar de ser joven, parecía incluso más madura y fuerte que yo. Tomó a Emma luego de dejar ambas maletas al principio del pasillo.

–Pasa, están en la habitación.- dijo Vale antes de sonreí y desaparecer con Emma en los brazos.

Emma Victoria la adoraba.

Caminé con cautela hasta el final del pasillo para encontrarme con una sorpresa que hubiese preferido no ver.

–¿Y bien?- el profesor me sacó de mis pensamientos cuando chocó su regla contra mi escritorio.

–Disculpe, tenía mi cabeza en otro lado.- baje la vista, estaba apenada.

–Señorita Calle, yo le decía que si nos puede hablar un poco sobre su investigación.

Lo hice, no tenía otra opción; pero en un rincón de mi cabeza se reproducía el recuerdo de anoche y esta mañana.

Desperté sintiendo alivio, mis ojos se acostumbraron a la poca luz y podía escuchar sonido proveniente del cuarto de baño.

Tomé mi móvil que estaba en la mesita de noche de Poché, al otro extremo estaban unas llaves de coche y una Polaroid boca abajo. Me levanté y con cuidado levante la fotografía: era Sofía, sonriendo a la cámara, parecía una selfie.

Un nudo se hizo en mi estómago al darme cuenta que probablemente Lucía tenía razón. ¿María José y Sofía estaban teniendo algo? Sé que no debía preocuparme, ni siquiera estaba celosa; me preocupaba Lucía.

Se veía que ella sentía algo más que cariño amistoso por Sofi.

–Correcto, pueden irse.- el profesor dijo como despedida. –Que tengan un buen fin de semana, y recuerden... Sean felices.

El sonido que provenía del baño se había acabo hacía dos o tres minutos, no había sonido alguno; me levanté con cuidado del sofá-cama, dejé la fotografía de Lucía sobre la mesita de noche y caminé hasta el baño.

Silencio.

Recordé lo que el médico había dicho sobre las medicinas de María José: “la depresión puede ser un efecto secundario, lo mejor es que no esté sola por mucho tiempo... Aunque nunca hemos recibido una llamada de ella diciendo que quiere morir.”

Abrí la puerta con cuidado, mi cabeza estaba dentro de la pequeña habitación pero mi cuerpo aún se mantenía afuera.

Sus manos se aferraban a la orilla de la bañera; estaba debajo del agua. Caminé acortando la distancia y toqué su mano para llamar su atención. Abrió los ojos aún debajo del agua y luego se acomodó para salir.

Estaba desnuda.

Di media vuelta y caminé hasta el lavabo.

–Pasé por tu casa... No estabas ahí.- Kim dijo apenas nos encontramos en la cafetería.

No quería llorar, así que opte por ser directa.

–Mi padre me ha pedido que me vaya.- Sonreí apenas, Sofía y Lucía se acercaban a la mesa cargando nuestros alimentos. –Decidí aceptar la propuesta de Poché, he ido a vivir con ella y su hermana.

Sí, estaba un poco molesta. Pero al ver la fotografía que descansaba en las baldosas blancas. “Dan <3”. Mantuve mi rostro seria hasta que ella salió.

Suspiré negando, una pequeña sonrisa se había formado en mis labios.
Me miré en el espejo y me di pena; volvía a ser la misma Daniela de catorce años, cuando el chico que le gustaba se había dado cuenta de su existencia.

Comencé a tararear algo ilegible mientras hacía mis necesidades, luego tomé una ducha y salí encontrándome con Poché dormida en una de las orillas.

Había salido en toalla, así que caminé hasta una de las maletas y busqué algo para ponerme. Shorts de licra negros y una camisa XL de Bob Marley.

Mañana sería un largo día.

Pero no podía dormir, tener a aquella chica a pocos centímetros me comía la cabeza.
Dormía con tranquilidad, su pecho subía y bajaba con calma mientras sus ojos se mantenían ligeramente cerrados, sus labios entreabiertos estaban resecos y su cabello se desacomodaba sobre la almohada.

Poché se removió entre las sabanas hasta que su cuerpo se pegó al mío, su brazo cayó alrededor de mi cintura y su pierna se enlazaba con las mías.
Mi corazón se había vuelto loco y mi respiración fallaba, cerré los ojos intentando que las lágrimas no salieran, no ahora.

–¿Ya llevaste tus cosas?- Lucía dijo, –Puedo decirle a mi padre que te ayudemos a llevar lo que te pertenece.

–No, aún nada. Estaba buscando algún servicio de mudanza; en realidad no sé cuanto tiempo estaré ahí.

–¿Dónde has dormido entonces?- Lu preguntó. Sabía a donde quería llegar.

Sin problema respondí: –Con Poché, es muy cómodo dormir con ella.

–Si que lo es.- susurró Sofía haciendo que todas nos sorprendiéramos.

Tal vez y lo de la mañana no había sido nada especial.

Había despertado debido a que sentía una mirada penetrante en mí, entreabrí los ojos para encontrarme con el rostro de Poché a escasos centímetros; ¿me había estado mirando? Volví a cerrarlos intentando mantener mi respiración controlada.

Alrededor se veinte minutos después, decidí que era momento de hablar.

¿tienes una obsesión con ver a las personas dormidas?

Ella tiene una obsesión con ver a las personas dormir.- murmuró Sofía. –A veces la he encontrado mirando a Valentina dormir...- sonrió con cariño.

Un bufido escapó de mis labios antes de levantarme con la bandeja de comida y salir de ahí. Necesitaba espacio... Y aire.

–Lo siento.- dijo el chico que chocó conmigo.

–Esta bien... No te preocupes.- Sonreí sin levantar la mirada.

–Soy Juan Pablo.- Estiró su mano esperando a que yo la tomara.

–Daniela.- Sonreí aceptando su saludo. –Un gusto.

ELSKER DEG; cachéDonde viven las historias. Descúbrelo ahora