Narrador Omnisciente.
Portugal era perfecto ante los ojos de Sofía, o por lo menos eso pensaba ella cuando no estaba pensando en la chica que le había robado el corazón. El viajar como parte de un intercambio siempre había sido su sueño pero ahora que lo estaba cumpliendo no estaba segura si realmente quería seguir; pero debía hacerlo.
En junio volvería a su ciudad natal, donde podría compartir sus experiencias con su novia y amigos. Ahora lo único que quedaba era asistir a las cuatro clases que había tomado y conocer la ciudad en sus tiempos libres; había conseguido dos amigos, una chica y un chico de la ciudad, y ellos eran los que la llevaban a todos lados.
Por otro lado estaba Kim, quien seguía ocultando su relación debido a que Sebas aún era profesor y ella una alumna de la universidad donde él trabajaba. Aún así habían encontrado un equilibrio en su relación, aunque sólo podían verse en el apartamento del chico, las tardes a su lado se habían convertido en las mejores.
Lucía terminaba de arreglarse cuando la puerta principal sonó, sabía que Poché estaba con los auriculares puestos y además la visita probablemente era ella.
Su padre había pedido hablar con ella fuera de casa, así que pidió permiso a la dueña del apartamento para recibir a su padre.
Y ahí lo tenía, frente a ella, su padre tenía el rostro cansado y sus ojos parecía que se habían iluminado al ver a su hija.
–Papá, pasa...- murmuró luego de salir de su trance, quería abrazarlo pero no sabía que tanto contacto podía tener con él.
El hombre examinó a su hija, quien le ofrecía sentarse en el sofá grande mientras ella se sentada en el sofá individual que había a un lado.
–¿Quieres agua?- preguntó Lucía, su padre examinaba lo que había en el living.
–Estoy bien.- colocó la vista sobre su hija mientras pensaba todo lo que quería decirle.
No había sido fácil aceptar lo que había venido pasando en su familia los últimos días, mucho menos que su hija jamás haya confiado en él para decirle algo importante en su vida.
Luego de minutos de silencio, donde sólo se podía escuchar a Poché cantando en su habitación, el padre de Lucía decidió hablar.
–No ha sido fácil.- comenzó. –Sobre todo el hecho de aceptar que no confías tanto en mí como yo creía.- Lu iba a hablar pero su padre la frenó. –Primero yo.- dijo acomodándose mejor en el sofá. –Verás que ha sido difícil para tu madre todo esto y... He visto lo mucho que te echa de menos, tal vez nosotros nos equivocamos por echarte de la casa pero... Somos de generaciones antiguas, somos de cerebros cuadrados y... Sabes que con Laura nos costó aceptar que no era como nosotros y...
–Papá...
–No, Lucía, déjame seguir.- pidió el hombre. –Lo que quiero decir es que yo lo he aceptado. Creo que en el fondo lo sabía pero el ver el rostro de tu madre me causó tanto enojo porque creí que lo hacías para lastimarla a ella.- el hombre se tomó unos segundos antes de decir lo que realmente quería. –Cuando dije que estabas muerta para nosotros, hablé desde el enojo. Porque hija, para nosotros sigues aquí en casa de alguien que te ha apoyado mucho y a quien le debemos todo. Quiero decirte que te amo como a nadie más en esta vida, tú, tu madre y tu hermana son y serán lo mejor de mi vida y... Queremos que vuelvas a casa.
Poché volvió a recordar la noche en la cafetería, aquella donde Daniela le había dado un beso y ella no había respondido. ¿Por qué lo hizo? Quería hacerle daño, pero jamás imaginó que ese daño fuera tan grande que costara el que no volviera a dirigirle la palabra, a menos que se tratara de Emma o alguna de sus amigas.