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John tenía a una despampanante pelinegra encima suyo. Ella se movía en una especie de círculos formados con su cadera, y subía de arriba abajo estimuladose cada vez más. Dicho de otro modo: Ella estaba montando a John.
El castaño la tomaba por los glúteos y la empujaba contra sí mismo.

—¡Di mi nombre!— Gimió la muchacha.

John se quedó mudo. ¿Cómo carajo se llamaba?, esta muchacha tan solo era una distracción y el cerebro de Lennon no nombraba a las distracciones.
En cambio, el nombre de aquella persona, esa que no dejaba de aparecer en su cabeza, ya parecía estar tatuado en su mente. John creía que volviendo a sus viejas andadas lograría confundir a su cabeza y de este modo, todo volvería a ser como antes.

Que estúpido.

—¡Anda!— Chilló desesperada.

Dios.— Jadeó el muchacho.

Ella jaló de su castaña cabellera, sin parar su placentero vaivén.

—Gime mi nombre, Johnny.

Desesperado, atontado y temeroso de que la pelinegra se enfadara, John terminó por clavarle una cachetada.
Ella, contenta, gruñó de placer y a lo poco se hizo a un lado, tan solo para colocarse en posición de perrito.

—Golpéame.— Exigió. —Haz que no sienta el culo, Johnny. muérdeme y que sangre.

El jóven palideció, él nunca había estado con una chica masoquista y aunque admitía que le encantaba dar nalgadas, había un mundo de diferencia a lo que ella le pedía.

—¿Segura?— Preguntó desconfiado.

—Quítate el cinturón.

(...)

John salió de la habitación devuelta a la fiesta, la pelinegra se había quedado dormida y él bastante aturdido.

Estos dos se habían conocido en una fiesta que organizo un viejo amigo de John, quien llevaba por nombre "Pete Best", sus fiestas eran legendarias, tanto que popularmente se les denominaba como "Lethal Best". Las reuniones eran masivas, había drogas, sexo, juegos, disturbios y las congestiones alcohólicas eran obligatorias.
Aunque claro, John ahora no estaba ebrio, y no planeaba estarlo.

Esta era la primera vez que John salía adolorido luego de tener sexo, pues la sádica muchacha le había arañado las nalgas cual gata. Los glúteos le ardían, así como la palma de su mano derecha, aquella con la que había sometido a la mujer.

—Maldita loca.— Masculló John.

En lo que el castaño caminaba, procurando no rozar demasiado sus lastimado trasero contra su pantalón, terminó por chocar con alguien.

—¿Qué te pasa?— Dijeron al unísono.

—¿George?

—¿John?— Dijo no mostrándose muy contento. —Pensé que estabas con Stuart y Thomas.

—Los deje solos, conocí a una chica y pues ya sabes...— El marrón rió. —¿Y tú por qué no estas con ellos?

El de cejas gruesas había planeado como dejar a Stuart a solas con John, más al parecer ese truco no habia funcionado.

—Ya me voy de la fiesta.

—¿Tan temprano?— Harrison era bien conocido por quedarse hasta que el cuerpo aguantara.

Y antes de que George pudiera elaborar una buena mentira, una bonita morena se posicionó a su lado.

—Ya podemos irnos, Geo.— Dijo ella.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora