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Cuando Stuart colgó el teléfono observó a Joyce, quien desde la distancia espiaba su conversación. Ella quería estar al tanto de la situación, aun cuando su hermano le repetía que no le concernía.

—Eres una chismosa.— Le dijo.

—¿Pero qué pasó?— Preguntó ella. —¿Tu novio vendrá a cenar?

Joyce se sintió con la confianza de acercarse, por lo que paulatinamente se fue recostando sobre el sofá, lugar donde yacía Stuart.

—Me dijo que sí.— Murmuró. —Aunque no estoy seguro de como se siente. En la llamada parecía calmado..

—Tal vez quiere distraerse.

—Eso dijo él.— Respondió. —Se quiere hacer el fuerte, que tonto.

—¿Y cómo está Thomas?

—Ni idea, no responde mis llamadas y Aren no sabe donde está.— Estresado, el de pecas recargo la cabeza sobre sus rodillas. —Me siento inútil, Joyce. Ellos están teniendo problemas y no puedo hacer nada, además, todo esto pasó por besarlo en el supermercado ¿Comprendes? Debí haber sido mas discreto.

Su hermana, algo arisca con el contacto, lo consoló dándole algunas palmadas encima de su espalda.

—No es tu culpa, hermanito.— Le dijo. —Si besarse fuera pecado, entonces yo estoy condenada al infierno.

Sutcliffe quiso reír, más sus pesares le impidieron realizar tal tarea.

—Él me confesó todo lo que su padre le gritó y Thomas... sé que ocurrió otro problema con él y su madre.

—¿Cuál es?— Se apresuró Joyce a preguntar.

—No sé. Aren dijo que sería mejor contármelo en persona.

Desanimada por no conseguir la historia completa, Joyce bufó y miró en otra dirección.

—Tan solo queda esperar que hoy tengamos una buena cena.— Le dijo. —Despreocúpate, Stu.

—Voy a rezar para que Papá no se ponga incómodo.

—Sabes que hará su mejor intento.

(...)

Y esas profundas ojeras amenazaban su rostro, el rostro que hasta hace no mucho pertenecía a un hombre jóven, un hombre lleno de brío y gallardo, como solo en su sangre estaba escrito.  Thomas tomó aire al ver el estado de Daven, su hermano, pues se había apagado; como una luciérnaga moribunda que poco a poco se despoja de su luz.

—¡Hermano!— Exclamó Daven al verlo y después lo abrazó. —¿Cómo te encuentras, zarigüeya?

Tom dio un paso atrás. El contacto afectivo le resultaba incómodo.

—Bien, en lo que cabe.— Murmuró. —¿Y tú?

—Atareado, ya sabes. Oh que idiota, puedes pasar, papá esta dormido.

El cobrizo se hizo a un lado, dejando la entrada libre para que Thomas se adentrara a la casa.

—No tardo mucho.— Dijo apenas colocó un pie adentro. —Necesito algunas cosas.

El hogar Wodenson. Hasta hace una semana se había largado de esa casa y ahora, sorpresivamente, le parecía desconocida; una residencia ajena, de la cual conocía cada rincón. No era novedad esta sensación, últimamente se mostraba lejano de todo. Sin ganas de nada y odiando al mundo.

—Mamá y Jensen me dijeron que apenas y te ven.— Hablaba Daven, a la par que seguía a Thomas. —¿Qué has estado haciendo?

—Ya sabes, me la paso en la escuela o en la biblioteca estudiando para mi exámen.— Mintió descaradamente. —Aveces me quedo a dormir con algunos amigos, formamos grupos de estudio y esas cosas.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora