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Ese rostro acabado aún conservaba un destello en los ojos, esos ojos.. Ojos tan claros como los suyos y esas cejas, cejas ennegrecidas y curvas como las suyas.

Aquel hombre, con un hilo de voz, musitó:

-¿James Paul?

El pelinegro lo miró atónito. Confundido. Una parte suya sabía, desde el interior de sus entrañas, que ese hombre era importante.

Paul permaneció en silencio.

El hombre, totalmente abrumado, sonrió como pudo y luego comenzó a llorar a lágrima viva. Una lluvia torrencial caía desde sus incrédulos ojos. De verdad, Paul tenía que ser un espejismo o alucinaciones causadas por la enfermedad que invadía a su desgastado cuerpo.
De solo verlo estaba seguro, ese fuerte muchacho, ese era su hijo.
Lo había tomado por muerto, años le costo asimilar la ausencia de su primogénito y como esta desaparición había acabado con su matrimonio. Años de amor lanzados a la basura por un infeliz que robó a su bebé. Lamentablemente, la pena fue mas que el lazo entre él y su amada. No podían creer que vivían en un mundo tan desgraciado.

Por su cabeza pasaron mil y un escenarios. Trata de blancas, venta de órganos, esclavismo, tortura y otras horribles circunstancias. Le pesaba en el alma saber que de haber sido mas rápido, mas ágil o un poco mas inteligente, su hijo estaría a salvo; sin embargo, ahora lo tenía delante suyo y era grande, mucho mas grande a como lo recordaba, pero igual de hermoso.

Estaba sano y completo.

-No puedo creerlo.- Sollozo, mientras limpiaba las lagrimas que escurrían por sus mejillas. -Debo de estar volviéndome loco.

-Jim, cálmate.- Pidió Alfred, pesé a saber que exigía demasiado. -Recuerda lo que te dije.

Paul pensó en como actuar y es que odiaba ver a las personas llorar. Consideró la posibilidad de consolar al hombre, tal vez podía intentar calmarlo.

-Hijo.- Dijo James de repente. -Oh Paul, mi hijo.

El azabache se paralizó al escuchar esa palabra, porque solo entonces supo de quien se trataba: Ese hombre era James McCartney.
Del tal James ya había escuchado suficiente, pues la gente creía que él era su padre. No importaba lo mucho que Paul dijera "Yo soy James Paul Logenson, hijo de Fredrick Váli Logenson" las personas lo miraban con pena y luego agachaban su mirada. No le creían, lo tomaban por estúpido.

Jim, en el impacto causado por mirar a su hijo, ignoró todas las advertencias que le habían hecho minutos atrás y ensimismado, se acercaba a Paul para lograr tocarle el rostro. Debía de comprobar que el muchacho era de carne y hueso, no solo una ilusión de su mente moribunda.

-Eres tú.- Sollozó, en cuanto acarició la mejilla del hazel. -De verdad eres tú.

Paul no resistió mas. Lo habían acorralado y no sabía como escapar. Sus pies estaban clavados al suelo, ni siquiera podía ver en otra dirección. Se sentía enclaustrado y como un ave en una pequeña jaula, luchaba por librarse de esa situación.
De repente, tuvo un poco de control en su brazo izquierdo.
Sin avisar, clavó un severo puñetazo en el frágil rostro de James y una vez hecho esto, recuperó el brío que le permitió salir corriendo de ahí.

Mientras tanto, John se apresuraba a bajar las escaleras acompañado de Sorna. Ambos, preocupados por llegar a tiempo, marchaban lo mar rápido que les fuera posible.

-¡Johnny!- Exclamó Paul al encontrarse con el castaño. -Vamos arriba, no tengo hambre.

Sorna y el jóven Lennon observaron el estado del muchachito. Paul temblaba y respiraba con anormalidad, se encontraba ansioso, a punto de derramar escasas lágrimas producto del estrés.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora