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Entre la frondosa oscuridad se distinguió una luz y por allá, a la distancia, también se escuchaba un peculiar ruido. Paul observó pacientemente, aún cuando se encontraba a nada de correr. El viento cantaba ameno, la brisa fresca dispersaba el sereno que la noche había traído y siendo así, alguno que otro grillo se daba el lujo de emitir su característico sonido.

"Cri-cri" Se la pasaban tarareando.

La luz se fue acercado y con ello dos focos se distinguieron. Eran los faroles de un auto.
Por el sonido entendió que era el coche que estaba esperando, se emocionó y sintió como las palmas de sus manos temblaron. Ávido de solo verlo, se levantó en cuanto la figura del vehículo fue visible y mientras tanto, su diafragma comprimido le impedía jalar el aire como era debido.

Hubiera sido sencillo compaginar sentimientos, saber que era lo que sentía a ciencia cierta; sin embargo, las cosas no son como uno quiere o desea y eso, eso es parte de vivir.

—John.— Dijo en un suspiro.

El auto llegó y las luces incandescentes nublaron su vista por algunos segundos, rápidamente talló sus ojos para volverlos a la normalidad, aunque el encanto en su alma lo hacía ver todo bajo un delicado filtro violeta.

El castaño abrió la puerta inmediatamente, la sorpresa de ver a Paul de pie lo descolocó un tanto y quería apresurarse, pues de no hacerlo la sensación de ineptitud se habría apoderado de sus estribos. El estado mental de Paul constantemente le preocupaba y verlo de pie, luego de varios días, debía ser indicio de algo. Fuera para bien o fuera para mal.

Y John abrió la puerta, y cuando lo hizo sintió el peso de Paul caer encima suyo. El pelinegro se había desplomado sobre él en forma de un cálido abrazo, tan necesitado de afecto que por un momento creyó que se habían fundido entre el magma de sus enamorados pechos. Lennon ni siquiera pensó corresponder, simplemente lo hizo y se sintió extremadamente bien.

Luego de días su pecho se destapó y su respiración no solo mejoró, sino que se fue sincronizado con el vaivén de Paul. Algo le dijo que todo estaría bien, daba igual que dijera o no la verdad, porque ahora se sentía como si lo fuera. Eso era suficiente.

—Oh Johnny.— Susurró agobiado. —Lamento tanto haberte herido con mis palabras. Lamento haberte juzgado de una manera. Tú no tienes la culpa de nada.

Lennon acarició su cabello y asombrado, depositó un beso en su frente.

—No me pidas disculpas.— Murmuró en su oído. —Tú no tienes la culpa de haber reaccionado así.

—La tengo.— Afirmó con pesar. —La tengo, John.

La mano de John se posó en su mejilla colorada, y ganoso de sentir su piel de durazno, con la yema del pulgar acariciaba el área.

—Escúchame, escucha cuando te digo que no es así.

Paul, lentamente, se frotó contra la mano del muchacho.

—Lo es.— Respondió sincero.

—No, no es verdad.

—Que sí ¿Y te digo por qué? Porque uno no trata así a la persona que ama.

Aquellas palabras que salieron de sus labios lo hicieron con la dulzura de la miel, cayendo a borbotones la franqueza que su mente y corazón compartían. Lo amaba, lo amaba aún sabiendo lo reducido de su mundo y lo amaba como la carne a la sal, como el mar a la luna o como los girasoles aman al sol. De no tenerlo cerca se iba apagando, decayendo en el océano del abandono y ciertamente, no valía la pena.

—Te amo, John.— Repitió todavía mas seguro. —Te amo tanto que no sé que le voy a hacer.

Tanto que no sé que le voy a hacer... Así de mucho te amo.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora