43

416 53 71
                                    

Esos orbes hechos con ópalo, cuales aceitunas en las primeras cosechas de octubre y de pestañas tupidas como las hojas de un pino, analizaban con detenimiento un gran boceto.
Sus ojos, asombrados, conservantes de esa índole luminosa, capaces de abrillantar el panorama, no entendían como algo tan acertado podía ser realizado con las manos.

Stuart había hecho un boceto encima de una extensa película de un material parecido cartón, esa sería la base para una de las muchas escenografías y esta, por supuesto, era la que había quedado a su cargo.
Sobre ella yacía plasmado el interior de una cabaña. Hogareña y acogedora, podría usarse como descripción.

—He observado pinturas antes, muchas en fotografías y algunas en directo, pero jamás vi el inicio de una.— Murmuró. —¿No parece eso poético? Ser el cimentador de un proyecto, creo que apasiona cuando poco.

—Me alegro que te guste, Paul, eso quiere decir que seras un buen ayudante. Aunque si hay que agradecerle a alguien sería a Denver, él es quien escribió la obra.

—Solo digo que ser parte del conjunto es mágico ¿No te emociona trabajar para que tu gran creación sea parte de un proyecto aún mas grande?

—De cierto modo.— Respondió.

—Solo piénsalo, hasta lo mundano del acto carnal se vuelve increíble cuando se forma un nuevo ser.— Musitó. —Bueno, cuando se trata de sexos opuestos.

Stuart rió al momento.

—Yo considero que lo verdaderamente increíble del acto es alcanzar el orgasmo.— Comentó divertido, para después reprocharse. —Es mejor cuando se llega junto a otra persona.

—¡Tienes razón!— Le otorgó toda la razón.—¡Es como viajar a un mundo idílico tomados de la mano!

El de pecas regresó su mirar a Paul y sin querer, fue bastante despectivo.

Wow— Murmuró. —Pensé que eras virgen. 

Paul se sonrojó hasta las orejas al percatarse de su error ¡Aquello era secreto y debía permanecer únicamente para él y John!
Era consciente de que, probablemente, de haberlo dicho frente a un adulto, le hubieran exigido nombres y seguro que Stuart se preguntaba entre cuestionar o no.

—Lo soy.— Mintió. —Eso lo leí en un libro, los versos sobre-romantizan la unión.

Stuart suspiró más tranquilo.

—Supongo que llegara a su tiempo, Paul.

—A mi ritmo...— Dijo para sí, recordando las palabras del castaño.

En parte, el alivio de Sutcliffe se debía a que, guiándose por la idea que creyó mas correcta, supuso que John había obligado a Paul a consumar relaciones con una mujer. Todo en una mezcla de morbo del castaño y tal vez, Stuart se reflejó. Cuando perdió su virginidad, George y John ya lo habían hecho, así que, en medio de una fiesta en la que una chica se mostró interesada, con la mirada y ánimos que le lanzaban sus amigos, terminó por acostarse con esa mujer.
Él sabía que la gente no necesitaba ser homosexual como para sentir esa presión, de hecho, durante los pocos segundos que duró su consternación, pensó en todo aquello que le gritaría a John por ser un idiota con el pelinegro.

—¿Y este espíritu tan romántico que manejas hoy qué significa?— Stuart cambió el tema.

—Tuve una epifanía esta mañana.

—¿Y de que trató?

—Creo que fue producto de un sueño, no recuerdo de que iba, pero era... revelador.— Respondió. —Me siento diferente, se que se me pasará mañana y por eso quiero aprovechar hoy hablando.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora