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—Johnny.— Dijo una voz borrosa. —Despierta, por favor.

John fue abriendo sus ojos con pesadez, encontrándose con que al pie de su cama estaba Paul.

—¿Qué pasa?— Preguntó cansado y con sus pequeños ojos entrecerrados.

El castaño bufó al ver su reloj despertador y encontrarse con que tan solo le quedaban veinte minutos antes se que sonara su alarma.

—Encontré algo. ¿Puedo mostrártelo?— Inquirió Paul.

Lennon tomó los anteojos que estaban sobre su mesita de noche y procedió a colocarselos.

—¿Qué encontraste, Paulie?

—¡Un nido!— Dijo emocionado. —Esta en mi habitación, acompáñame a verlo.

—¿Un nido?— Repitió atontado. —Paul, tengo sueño y tengo muy poco tiempo para dormir.

—Anda, Johnny.— Dijo suplicando con sus grandes e irresistibles ojos.

—Bien, bien...— Masculló. —Ya voy.

John se quitó su cobija de encima y sin importarle la frialdad del suelo, decidió no ponerse ningún calzado.

Entonces, el castaño se dio cuenta de algo muy curioso; Paul llevaba puesta una de las faldas que él le había comprado. Esta era de un corte sencillo, larga y su tela era tanto fresca como elástica, al pelinegro le sentaba bastante bien, solo que había un detalle, y es que esta prenda marcaba sus redondos glúteos. La verdad era que la falda no era para nada apretada, tal vez aquella perspectiva solo existía en la cabeza de Lennon.

John intentó mirar a otro lado.

Cuando ambos llegaron a la habitación —La cual ya tenía la puerta abierta— el castaño notó un bulto sobre la cama, además de un agudo trinar de pájaros.

—Mira, lo encontré en una ventana.— Dijo Paul mientras tomaba una mano de John y lo dirigía hacia su cama.

—Son polluelos de gorriones.— Informó John. —¿Por qué los tienes tú, eh?

—Creo que son huérfanos.— Explicó. —Los pasé a la casa porque su mamá no estaba dándoles calor y pensé que se podían morir de frío.

Ouh, tal vez se la comió un gato.

—¿Qué hago con ellos, John?— Preguntó. —¿Cómo se cuidan?

—No lo sé, nunca he cuidado gorriones. ¿Tú nunca viste en todos tus años viviendo en el bosque como se cuida un polluelo?

Paul suspiró desganado.

—Por eso te busqué.— Contestó. —En un pasado me los hubiera comido.

《Vaya...》 Pensó el marrón.

—Mira, hagamos esto.— Dijo John, captando la atención del pelinegro.

Ajá.

—Puedo preguntarle a mi maestro de biología como se cuida debidamente de estos animales y tú, por el momento, mantenlos calientitos. ¿Okay?

—Esta bien... Creo que tendré que matar una paloma o algo, ellos necesitan plumas suaves

—¡No, Paul! No mates aves.— Vociferó inmediatamente. —Solo debes de dejarlos aquí en tu cama y mantenerlos lejos de aire helado.

—Entendido.

(...)

Solo había una clase que el cuarteto de amigos compartía y esa era la que tenían a primera hora. Su maestro, el señor Leroy, llevaba algunos minutos de retraso, cosa bastante común con ese hombre.
Aprovechando el tiempo libre, todos los varones del salón conversaban entre sí dentro de sus marcados círculos sociales.

𝔽𝕠𝕣 𝕍𝕒𝕝í   ●●McLennon●●Donde viven las historias. Descúbrelo ahora